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b) El concepto de verdad en Husserl y Heidegger

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Los primeros años de la movida década de los sesenta los consagra Tugendhat a una especie de segunda tesis doctoral que en Alemania habilita para ocupar una cátedra universitaria. Llega también para él el momento de enfrentarse directamente con Heidegger y decide analizar su concepto de verdad, convencido –después dirá que equivocadamente– de que este está en el centro mismo de Ser y tiempo. En dicho concepto (y en otras partes de la filosofía heideggeriana), detecta Tugendhat algunas carencias y tareas pendientes: primero, persiste la necesidad, ya apuntada, de controlar metódicamente el pensamiento de un Heidegger genial como pocos, para valorar en qué medida es correcta y rigurosa, y en qué medida solo deslumbrante, su (presunta) ampliación del concepto que hace plausible hablar, por ejemplo, de una «verdad de arte». Segundo, está en juego la posibilidad de una interpretación de Heidegger que no comulgue con sus tendencias irracionalistas y probadamente poco liberales. Lo cual también está relacionado, para Tugendhat, con el concepto de verdad, que él examina a lo largo de la década desde muy variadas perspectivas.

Tugendhat intenta remediar esas carencias recurriendo a Husserl, maestro del ingrato Heidegger. Pretende confrontar de manera recíproca y dialéctica al uno contra el otro –algo muy alemán–. Para empezar, Husserl proporciona una idea de filosofía que incluye, a la manera de Sócrates y Platón, lo teórico y lo práctico, la ciencia y la existencia; en suma, la orientación de la vida humana toda hacia la verdad según el ideal de una existencia racional y responsable.16 Además, Husserl define con mayor claridad, y trata de seguirlo de forma sistemática, el método fenomenológico que también Heidegger decía practicar.

Solo que el método husserliano tiene una vertiente subjetivista que lo aboca de lleno al intuicionismo filosófico del que antes hablamos, la creencia de que la mente humana puede referirse a las verdades esenciales como si estas fueran objetos sensibles que cabe conocer directamente. Tugendhat rechaza incluso el término husserliano intuición (Anschauung) porque connota una especie de «percepción interna» evidente que cuenta con sus propios «objetos» internos a los que se refiere y representa de forma completa, simple y absoluta.17 Esta primera clave crítica que, como decíamos a propósito de TI KATA TINOS, Tugendhat deriva de Heidegger, se opone frontalmente al esquema filosófico moderno que presenta a la «conciencia» (el interior del «yo») como un espejo en el cual se refleja un objeto, el mundo reducido a la categoría de «imagen».18 Pues bien: la filosofía analítica clarifica y radicaliza esta crítica al intuicionismo; y en eso consiste la primera parte Autoconciencia y autodeterminación.

En cuanto a Heidegger, la interesante idea de extender el concepto de verdad más allá del ámbito de los enunciados, hasta englobar fenómenos como el del arte, corre desde el principio el riesgo de que al final no hablemos ya de la verdad, sino de otra cosa. Y eso es justo lo que le ocurre a Heidegger cuando deja de oponer lo verdadero a lo falso y, en lugar de «ampliar» la verdad enunciativa, se olvida de ella [3.3]. Así, el Heidegger tardío se desliza en una filosofía incontrolable que, en lugar de expresarse a través de enunciados significativos, se concentra en palabras –como llamar, oír o mostrar– que pretenden evocar al lector la experiencia que, supuestamente, el autor ha tenido o entrevisto. 19

Por lo demás, Der Wahrheitsbegriff bei Husserl und Heidegger parece la «obra maldita» del autor. ¿Por qué? La elección de Husserl versus Heidegger, y viceversa, hubiera sido razonable, si no fuera por el vicio crítico que en el siglo pasado ha multiplicado la «obra» de los grandes filósofos alemanes, hasta extenderla no solo a los libros que el autor publicó –unos cuantos, en el caso de Husserl–, sino también a los apuntes de los cursos que impartió como profesor, las hojas que escribió en su despacho y guardó en una carpeta... y hasta las notas que escribía en los márgenes de los libros leídos. Así, convertido el estudioso en una especie de «Gran Hermano», es evidente que serlo a la vez de dos de los grandes, y en solo cinco años, era una tarea demasiado gravosa que, de hecho, se cobró su precio: «El trabajo de Husserl fue duro y me hizo perder años de mi vida».20 La impresión es que el alcance desmedido de la empresa llevó a Tugendhat a terminar el libro con cierta premura, justo en la parte final de Heidegger, que era el objetivo último de la investigación.

Así se entiende que la larga primera parte de Der Wahrheitsbegriff, dedicada a Husserl, represente, en los libros de Tugendhat, una excepción, por cuanto es la única sección significativa de estos (unas 250 páginas) que no se refleja ni directa ni indirectamente en los artículos del autor, excepto en la forma negativa de «Phänomenologie und Sprachanalyse»,21 cuando el análisis lingüístico aparezca como una refutación completa de la semántica husserliana [2.3]. En lo sucesivo, Tugendhat no reconocerá con Husserl más que una deuda débil –con su idea de filosofía o con su concepción descriptiva del método filosófico–, olvidándose de cuanto, de hecho, aprendió de él en cuestiones semánticas.22 Con respecto a Heidegger, en cambio, casi todos los trabajos que Tugendhat publica entre 1967 y 1976 muestran una ambivalencia productiva entre aquella parte del pensamiento heideggeriano que resulta analíticamente insostenible y aquellas otras ideas geniales que todavía vale la pena examinar y traducir a términos más racionales.

Idéntica diferencia de trato se proyecta sobre Autonciencia y autodeterminación, cuyas dos primeras partes, aunque traten de un tema diferente –la autonconciencia–, guardan un paralelo estructural con Der Wahrheitsbegriff. Pues la primera parte (lecciones 3-6) no hace más que radicalizar la crítica a Husserl y ampliarla a Fichte, ahora con la ayuda poderosa de Wittgenstein. En cambio, la crítica analítica a Heidegger de la segunda parte del libro (lecciones 8-10) ya no es solo negativa, sino que pretende salvar «fenómenos» que nadie, salvo él, había antes detectado. El contraste interesante ya no se establece entre Husserl y Heidegger, sino entre la novedad metódica de Wittgenstein y la novedad temática de Heidegger.

En todo caso, Tugendhat no se sentó a cosechar los frutos de su trabajo fenomenológico. Lo abandonó a su suerte, sin más contemplaciones, en todo lo que a Husserl se refiere.23 A los estudiosos de obediencia husserliana les dejó –con honrosas excepciones– una excusa para no enfrentarse a la crítica de Der Wahrheitsbegriff, la de que «en realidad» Tugendhat nunca fue «un fenomenólogo de veras».24

La pregunta más humana de Ernst Tugendhat

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