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6.3. Si uno habla, que sea como palabras de Dios

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Sin dejar de contemplar la intención protréptica, Agustín lleva a cabo en esta obra una revolución en la concepción de la palabra antigua. Dios, el bien absoluto, deslumbrante e inaccesible del cristianismo platonizante, se expresa a la humanidad por la mediación de la Palabra, si bien en enigma y por un espejo 74 . Y al igual que Agustín reconoce que Dios ha hablado a la humanidad por distintas bocas —sería el caso de Moisés, David, Pablo o los profetas— así también esa misma Palabra es la que refleja el espejo de las Confesiones, que desde la primera línea saben a Biblia, especialmente a salmo, haciendo suya la recomendación de I Pedro 4, 11 de que «si uno habla, que sea como palabras de Dios», medio por el que el Espíritu llama a la creación para que retorne al Creador.

Efectivamente Agustín habla con las palabras de Dios. Se presenta como su portavoz, su praedicator, intermediario por medio del que ha de resonar físicamente la Palabra y su llamada. Así se descubre en XII 16, 23 en que toma la invocación del Salmo 21, 1 («Dios mío, sigue hablando a través de mí») para dirigirse a los lectores reacios. Usando una metáfora desarrollada por Paulino de Nola 75 , amigo y corresponsal de Agustín, el corazón de Agustín aparecería como las cuerdas de un salterio tañido por el plectro de Dios, y su boca como la caja de resonancia 76 después de que, como reconoce en IX 4, 7, haya sido rescatada su lengua y puesta al servicio de Dios. A su vez, quienquiera que lea las Confesiones puede convertir también su corazón y su boca en salterio místico.

La función que otorga Agustín a esta obra es la misma que aquella de la que tiempo atrás, sin intervención de su voluntad, se sirvió Dios para corregir la afición de Alipio por las carreras del circo cuando éste tomó como dirigido a sí un comentario casual de Agustín (VI 7, 12). Y son varios los ejemplos en las Confesiones de que Dios se sirve de la voz humana para transmitir su mensaje a quien lo escucha y lo aplica a sí: es el caso de Mónica cuando una sierva le reprendió por su pasión infantil hacia el vino puro (IX 8, 18), las palabras de Vindiciano sobre la afición de Agustín por la astrología (IV 3, 6), el de la cantilena infantil contigua al huerto de Milán que repetía a Agustín «toma, lee» (VIII 12, 29), o el del pasaje de Mateo 19, 21, que escuchó casualmente Antonio el eremita al entrar a una iglesia y desencadenó su conversión. En todos estos casos hubo un predicador (praedicator), y la única diferencia que mantienen con las Confesiones radica en el carácter voluntario y oblativo de la predicación de Agustín en ellas.

Si tal es la voluntad de Agustín, el referente textual del protréptico ha de ser necesariamente la Escritura. Las páginas de las Confesiones no sólo están transidas de innumerables alusiones y préstamos bíblicos, sino impregnadas también de su vocabulario y su estilo. En cuanto al modo de citar, oscila éste entre la cita literal y la alusión sutil. A menudo las citas se aglomeran e imbrican formando verdaderos «nidos de citas 77 », en torno a versículos, diríase, maestros que articulan las tramas principales. Entre los más repetidos y significativos, aparte del citado Mateo 7, 7, omnipresente a lo largo de la obra, podrían destacarse Juan 14, 6: «Dijo Jesús: yo soy el camino, y la Verdad, y la vida; nadie llega al Padre si no es por mediación mía»; Romanos 10, 14: «¿Cómo, pues, van a invocar a aquel en quien no han creído? ¿O de qué manera creerán en aquel a quien no han escuchado? ¿Cómo lo oirán también sin que nadie lo predique?»; Romanos 1, 21: «porque habiendo conocido a Dios no lo glorificaron como Dios o le dieron gracias, sino que se desvanecieron en sus cavilaciones y se cubrió de tinieblas su necio corazón», y Santiago 5, 6-Pedro 5, 5: «Dios se opone a los soberbios; a los humildes, en cambio, da su gracia», estratégicamente dispuesto en el centro de los trece libros (VII 9, 13). A éstos se suman otros como Efesios 5, 8: «fuisteis alguna vez tinieblas, ahora en cambio sois luz en el Señor», y Mateo 11, 25: «escondiste todo esto de los sabios y lo revelaste a los chiquitines». Como se aprecia, cada uno de estos versículos contribuye solidariamente al mensaje final exhortatorio.

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