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(3) El uso de la forma “-e”

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Sin duda, la forma “e” es el símbolo de las disputas por un lenguaje inclusivo y es usada como acto de resistencia y subversión frente a la normatividad establecida. Para algunos grupos la “-e” representa una forma neutra, usada en la modalidad oral y escrita —“niñes”, “todes”, “compañeres”— y que provee de materialidad para la comunicación oral que los signos gráficos @, x, - no poseen. Para otros, en cambio, la forma “-e” amplía el paradigma del género gramatical y propone una forma que representa a los géneros que no quedan representados en lo masculino y lo femenino. Por lo tanto, estos grupos proponen triplicar la denominación de las personas: “niños”, niñas”, “niñes”.

La presencia de la “-e” en los espacios universitarios y en las redes sociales se ha extendido y tensiona nuestros modos de construir las identidades. Más aún, tensiona la estructura interna de la palabra, puesto que la aparición de esta forma en los sustantivos tiene implicancias en el resto del sintagma: “Les ciudadenes estén actives y comprometides”. Esta forma aún no está incorporada en la lengua como sistema y su elección conlleva desafíos en la comprensión y producción de los discursos, pues hemos aprendido una lengua en la cual ya hemos automatizado la concordancia entre las formas.

Nos podemos, entonces, preguntar si son legítimas estas estrategias discursivas. Desde una mirada funcional, la respuesta es sí, porque son formas de construcción de sentido y de identidad en distintos espacios sociales y culturales. ¿Son efectivas para la comunicación? La respuesta depende de los propósitos comunicativos que persigamos como hablantes. La siguiente pregunta que nos surge es si la lengua española puede cambiar. Sin duda, la lengua ha cambiado y va a seguir cambiando, puesto que estamos en una búsqueda constante de formas que puedan expresar y representar las experiencias que tenemos. Si miramos cómo han cambiado las lenguas a través del tiempo, podemos observar que los cambios léxicos son los más fáciles de incorporar, mientras que los morfológicos son lentos y complejos porque operan al interior de la palabra. Los hablantes de una lengua tienen total derecho de buscar formas que expresen sus experiencias. No olvidemos que la lengua —desde una visión funcionalista— es un repertorio de recursos de los que disponen los hablantes para construir sentidos. Es cierto que la lengua se actualiza en los usos y que estos pueden, entonces, modificar la lengua; por lo tanto, los cambios lingüísticos están motivados por las necesidades comunicativas de los hablantes. Sin embargo, dichos cambios se incorporan en el sistema una vez que los usos son reiterados, empleados en una diversidad de contextos comunicativos de manera extendida.

Sexo, género y gramática

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