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¿Es sexista el uso genérico de las palabras masculinas?

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Que se puede ser sexista hablando español es algo indudable. Un titular de prensa del año 2018 describió a la jugadora de la selección chilena de fútbol María José Rojas de la siguiente manera: “La ‘Alexis Sánchez’ que dejó a Chile con un pie en la ronda final de la Copa América Femenina”5. No mencionar el nombre propio de la jugadora en una nota dedicada a ella y, en cambio, catalogarla como la “versión femenina” de un jugador varón es, creo yo, propio de una conducta machista. Esto ha sido cierto también a lo largo de la historia. Dichos populares como “Llora como mujer lo que no supiste defender como hombre” son también claras manifestaciones de una cultura y de una sociedad machistas. Creo que sobre eso caben pocas dudas. ¿Es, sin embargo, otra expresión popular como “el perro es el mejor amigo del hombre” igualmente sexista? Eso, me parece a mí, es más discutible. Todos los hablantes de español entendemos que en la frase anterior no se hace referencia a un perro macho en particular ni a un ser humano varón específico para hablar de su relación de amistad, sino que estos tres términos (perro, hombre, amigo) se usan aquí en un sentido genérico; es decir, para hablar de la especie de los perros, de los seres humanos en general y de la relación de mutua cooperación que une a todos los miembros de ambas especies desde tiempos prehistóricos. Esto sucede porque en las lenguas que tienen más de un género, habitualmente uno de ellos se asume como la opción por defecto o genérica.

La existencia de una forma genérica no está restringida (como quizás haría presumir su nombre) solamente a la categoría de género. Esto pasa también, por ejemplo, en el caso del número. Si alguien nos invita a la Feria del Libro y al llegar al lugar donde se realiza nos encontramos con la existencia de un único volumen, lo más probable es que reaccionáramos con extrañeza. Si se la hiciéramos saber a quien nos invitó y este nos dijera “Pero si yo te invité a la Feria del Libro… y aquí está el libro”, mostrando el ejemplar único, sospecharíamos que estamos siendo objeto de una broma. Esto es porque en español el número singular de libro no solamente puede usarse para hablar de un objeto específico (“aquí está el libro que te prometí”), sino que también esta forma puede referirse a la totalidad de los miembros de una especie, que es el caso de “Feria del Libro” y en cuyo caso la expresión se vuelve sinónima de “Feria de los libros”. Otro ejemplo claro de los usos genéricos se da en los tiempos verbales. Un verbo como viajo se encuentra conjugado en presente del indicativo y puede, como es esperable, designar un evento que ocurre en el momento en que estoy hablando (“En este momento viajo a Valparaíso”). Pero el presente también puede usarse para indicar un evento futuro (“El próximo domingo viajo a Valparaíso”), pasado (“Al terminar la universidad, viajo a Valparaíso y vivo durante tres años en esa ciudad”) o incluso, y muy frecuentemente, para expresar eventos que abarcan tanto el pasado como el presente y el futuro (“Viajo todos los lunes a Valparaíso”). El presente es la forma genérica de los tiempos verbales del español. Podemos ver, entonces, que la existencia de formas genéricas (es decir, la situación en que un miembro de una clase representa a los otros integrantes de ella) es un fenómeno frecuente en las lenguas y no está restringido solo a la distinción femenino/masculino.

Discutida esta cuestión, podemos plantearnos por qué es el masculino la forma que se utiliza como genérica para abarcar a todos los miembros de un grupo de seres masculinos y femeninos (aunque igualmente podríamos preguntarnos por qué es el singular la forma genérica en desmedro del plural o el presente la forma por defecto en relación con el resto de los tiempos gramaticales). Dado que las lenguas son, entre otras cosas, productos de las culturas que las hablan y las sociedades de habla hispana han sido tradicionalmente culturas que han privilegiado al hombre, es muy probable que, en efecto, esta haya sido su motivación. Quisiera hacer notar, sin embargo, que el que un hecho lingüístico sea el reflejo de una cultura machista no quiere decir que la lengua en sí lo sea. Así, por ejemplo, que en español existan palabras como maricón, marimacho o inválido para referirse a personas homosexuales o con discapacidades no se da porque el español sea una lengua que discrimine a estas personas, sino que más bien indica que existe una sociedad que ha discriminado a estas personas y, entre otros medios, ha usado palabras como estas para hacerlo. Son los individuos de esas sociedades, entonces, los que muestran esa forma de ver el mundo, y la lengua solo la expresa. Volveré sobre este punto al final de este texto.

Si consideramos que el uso genérico del masculino es un hecho no deseable, tenemos que explorar, entonces, qué alternativas podemos ofrecer a su uso. Las opciones podrían ser el empleo del femenino como genérico (“la perra es la mejor amiga de la mujer”: opción difícil, ya que la interpretación normal de esta expresión es que solo se refiere a las hembras de las especies humana y canina), el uso de formas desdobladas (“el perro y la perra son los mejores amigos o amigas del hombre y la mujer”: excesivamente redundante), el uso de formas colectivas o abstractas (“los seres caninos son las mejores amistades de los seres humanos”, en que, sin embargo, volvemos a tomar el masculino, por lo que quizás sería preferible “la perrez es muy amistosa con la humanidad”, que ya linda con la caricatura) o el uso de caracteres que no marcan género (“@l perr@ es @l mejor amig@ de @l ser human@” o “le perre es le mejor amigue de le humane”). Exploraremos estas opciones brevemente en la sección que sigue.

Sexo, género y gramática

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