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03. EL ANILLO DE JANET

HG Corporation, era una empresa de ingeniería en Nevada, cuyo dueño era Adam Gilman, un ingeniero de cuarenta y cinco años que había heredado esa empresa de su padre y que realizaban obras en diversas ciudades del país.

Como era habitual, él no tenía horario para llegar, así que bien podía aparecer al mediodía como a las siete de la mañana, por lo tanto, a veces aparecía cuando el personal de limpieza todavía estaba haciendo su tarea y frecuentemente se encontraba a la limpiadora Janet, quien, de túnica gris y guantes de goma, limpiaba el piso, los vidrios, ponía las cosas en su lugar o sacaba el polvo de los muebles de la sala.

Adam era un tipo muy bien apreciado por todo el personal, pues a pesar de ser el dueño de la empresa, era un individuo joven, muy simpático, que siempre estaba bien humorado y trataba de forma excelente del primero al último de sus funcionarios.

Cuando él llegaba temprano, casi siempre se encontraba a Janet que estaba haciendo las tareas de limpieza en su sala, así que él tranquilamente la dejaba a voluntad mientras se tomaba un café, leía el periódico y comentaba con ella alguna de las noticias del día en cuanto Janet continuaba haciendo la limpieza al tiempo que solía charlar muy amablemente con él.

Janet, si bien era una chica del interior que tenía veintiocho años, era muy educada y simpática, entretanto, a veces, aprovechando el buen humor de Adam, le hacía algunas preguntas más técnicas por ser él ingeniero civil, pues ya le había comentado que el objetivo con que ella había venido desde su pequeño pueblo a la ciudad, era para hacer el curso de Agente de Bienes Raíces, paso previo para el Curso de Corredora, por lo cual, sabiendo de esto, Adam le respondía y explicaba algunas cosas que ella conseguía captar muy bien. Tal era así, que a veces él la hacía dejar de lado por un rato sus tareas para sentarla a su lado en la mesa de dibujo y darle explicaciones sobre temas de la construcción y otros aspectos que se deben conocer para valorar un inmueble, ya sea edificio o casa, lo cual ella entendía perfectamente.

Un día, cuando él llega a primera hora y Janet aún está limpiando su sala, ella le dice:

—Señor Adam, hoy estoy muy feliz, porque ya he conseguido inscribirme en el curso nocturno de Agente Inmobiliario…

—Bueno, por cierto, te felicito Janet, yo admiro a la gente que busca superarse en la vida, ¿Cuándo es que comienzas?

—La próxima semana señor…

—Excelente… ¿y cuando concluye el curso?

—En seis meses señor me dan mi licencia.

—Bien, te diré una cosa, cuando hayas recibido tu licencia, si tú lo quieres, te propongo pasarte al Departamento Comercial para que ingreses aquí, al mundo de los negocios inmobiliarios.

—Por supuesto que acepto, muchas gracias Adam..,

—Yo soy de la idea de que un buen funcionario no se debe perder, así que espero tenerte por mucho tiempo entre nosotros…

—Me encantaría… ¡Yo adoro esta empresa!

Al cabo de seis meses, tras conseguir su diploma, ella muy feliz le comunica el hecho a Adam, quien le respondió:

—Bien Janet, te felicito y es un gusto que lo hayas logrado, así que como te lo había prometido, se lo comunicaré a Recursos Humanos para que a partir de mañana, seas transferida al Departamento Comercial, así que ahora pasarás a ser parte del personal ejecutivo.

—Muchas gracias Adam, le prometo que me esforzaré al máximo, no se arrepentirá.

Pasadas las semanas, Adam acompaña el desempeño de Ana, y su servicio es excelente. Se aproxima ya el fin de año y Adam decide organizar una fiesta de despedida donde se reunirá a todo el personal de la empresa para confraternizar y desear un año nuevo con muchos éxitos y felicidad.

Llegado el día marcado, la fiesta comienza con música y brindis, y allí está entre todo el personal, Janet, la antigua limpiadora, pero ahora muy elegante, vestida como una ejecutiva, bien arreglada y muy bonita por cierto.

Cuando Adam la ve, queda visiblemente deslumbrado con ella, así que se acerca y de modo muy galante, le da un beso en la mejilla, exclamando, eres el proyecto más bonito de esta empresa, así que la toma de sus manos, muy delicadas por cierto, luciendo un hermoso vestido rojo, una delicada pulsera y un anillo que llamaba la atención, él lo observa y dice:

—Perfecto, en verdad esta joya te queda preciosa, no quiero que te la saques nunca...

—Bien si usted me lo pide, así lo haré... —responde ella muy sonriente.

La fiesta sigue y ambos comen y beben juntos casi sin separarse durante todo el tiempo... Luego, cuando todo finaliza, cada uno se va para su casa por diez días, hasta que inicia el nuevo año.

Al comenzar la nueva jornada de trabajo, Adam manda llamar a Janet a su escritorio y rápidamente ella se hace presente en su sala.

Ambos se saludan muy afectuosamente, él la convida con un café y sentados uno frente a otro en el escritorio, Adam le indaga sobre sus tareas, pregunta cómo está y cómo se está sintiendo ahora en el departamento comercial o si hay algo más que necesite o que quiera sugerir, así que la conversación va más bien por el lado profesional, hasta que, llegado un momento, él le observa la mano y ve que ella luce aquel bonito anillo.

—Ah, veo que me has hecho caso y has mantenido el anillo como te sugerí... Te queda precioso.

—Sí, es un gran recuerdo que aprecio mucho… —comenta ella.

—Y dime, ¿quién te lo regaló?

—Bien, pero ¿cómo sabe que me lo regalaron...?, porque en verdad así fue, este anillo me lo obsequió alguien a quien yo quería mucho, era mi prima Susy, esto era algo muy apreciado por ella —y en un estado algo emocionada, Janet dice— ella me lo obsequió poco antes de fallecer por un cáncer, ella lo había recibido de un gran amor que tuvo de jovencita según me dijo.

—Si, en efecto Janet, así fue... —responde Adam— porque ese gran amor, fui yo... Ese anillo es exclusivo, me lo hizo un joyero amigo y se lo di a ella cuando yo solo tenía 19 años, antes de ser reclutado y enviado para Vietnam. Cuando regresé, tres años más tarde, ya no la pude encontrar... Solo supe que ella había fallecido, pero ahora te encontré a ti y siento el mayor orgullo de que seas tú quien lo lleve.

Ella le mira, sonríe y no sabe lo qué contestar... Entonces él le dice:

—Eso es un símbolo del más profundo sentimiento humano, el amor.

Ante todo esto, ella sorprendida responde:

—Me ha dejado sin palabras, si esto es un símbolo del amor, entonces jamás saldrá de mi mano, se lo prometo.

—Muy bien Janet —dice Adam poniéndose de pie y acercándose a ella

—Guardaré tu promesa. —ella sin controlarse, se acerca y le da un beso a él en la mejilla, se da media vuelta y se va, pero al salir, se detiene gira la cabeza, le sonríe y luego sigue.

El contacto entre ellos sigue siempre cargado de miradas y sonrisas, pero con total respeto profesional, aunque en las entrelíneas brotan luces de colores.

Todo corre bien, hasta que cierto día, dirigiendo el auto desde su casa, Adam, por esquivar a un transeúnte se despista y su vehículo da varias vueltas quedando él gravemente herido. Prontamente, Adam es conducido en una ambulancia hacia un hospital, donde inconsciente los médicos hacen todo lo posible para salvarle la vida.

Así que la noticia llega a la empresa, Janet sale disparada para el Hospital, hasta que Adam es retirado de la sala de cirugía, prácticamente sin descansar, ella permanece de guardia a su lado cuidándolo y rezando por él durante varios días, hasta que ya se encuentra bastante consciente y ve que ella está a su lado reconfortándolo, entonces él le sonríe, y le dice:

—Sabía que tenía una razón para no morir… —Ahí él le toma la mano, y mirando aquel anillo, balbucea a medias palabras—. ¿Me aceptas?

—Sí, Adam, ¡sí te acepto! —responde ella lagrimeando.

Durante su larga recuperación, Janet, que no se separaba de él, había pedido licencia en la empresa para poder estar a su lado, por lo cual, Adam, sabiendo de esto, mandó al Jefe de Personal que ahora la registrara como Asistente Personal de la Dirección, cargo que continuara ocupando hasta después de la total recuperación de Adam, tras lo cual, se celebró la boda con Janet.

De este modo, la antigua limpiadora, ahora hacía parte de la Dirección de la Empresa, pero ella, siguiendo los pasos de humildad de su marido con relación a los subalternos, tampoco dejaba de bajar a charlar y a veces hasta ayudar a sus antiguas compañeras de limpieza, buscando que nada les faltara y si había algo que necesitaran, ella de inmediato lo conseguía hablándole al oído al director, que, en definitiva, ahora era su marido.

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