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07. MARY Y EL PADRECITO

Mary tenía trece años, y ya empezaba a pensar como una señorita, por lo tanto, las fantasías fluían por su cabeza, muy en especial, cuando veía pasar frente a su casa, a un apuesto joven estudiante que siempre pasaba elegante de jeans y camisa a cuadros con sus libros debajo del brazo, el muchacho era un individuo que en ese entonces tenía ya veinte años.

En sus fantasías la niña lo miraba y suspiraba por él, como si fuera un príncipe azul que venía a buscarla en su corcel blanco, pero en realidad, el joven solo pasaba de camino a sus estudios. Mary se ponía entonces todas las tardes a la misma hora en la ventana o en el jardín para verle pasar. Un día, el joven notó la presencia de la chica que todos los días estaba allí mirándole sonriente, pero que solo era una niña, así que él le sonrió, a lo que ella también le sonrió muy simpáticamente. Cada día que pasaba ya era una sonrisa rutinaria, hasta que un día que ya estaba cimentada esa simpatía, entonces él levantó su mano y le hizo un ademán de “chau” acompañado de la habitual sonrisa, a lo que ella alegremente correspondió con su manito y su inmensa sonrisa.

El Joven se llamaba Carlos, vivía a solo dos cuadras de la casa de la niña y estaba estudiando en la universidad, por lo cual, él tenía que pasar frente a su casa para tomar el ómnibus que le dejaba en su lugar de estudios, por lo tanto, para él, aquella era solo una pequeña niña sin cualquier otro tipo de connotación de su parte, pero ello no duró mucho, pues al poco tiempo el joven desapareció del barrio por varios años.

Pasados ya siete años, la niña ya era ahora una joven que tenía sus veinte años y estudiaba piano, es decir, que ahora ya no era más aquella niña cuando él recordándola un día pasó y la vio sentada al lado de la ventana tocando el piano. Así que él pasó frente a la casa de la chica, ella le vio de espaldas cuando él ya se alejaba y le reconoció, lo que le reavivó aquella fantasía del príncipe azul.

Prontamente al otro día, ya se preparó para saludarle como antiguamente a su amado desconocido y le espera pronta en el jardín, cuando le ve venir desde lejos, pantalón y sobretodo negro con el cuello levantado y portafolios en la mano... Así que él se acerca, ella se aproxima al borde del jardín, y cuando él está a pocos pasos, ella le sonríe y también él reconociendo aquella sonrisa simpática, pero, cuando se aprestan a saludarse como viejos amigos, es cuando ella queda perpleja al ver que debajo del sobretodo, él lucía un collarín de sacerdote...

—Pero... ¿Tú eres Padre? —indaga ella.

—Si, en efecto hija, yo soy el Padre Carlos en la Iglesia del Barrio, estoy asistiendo al Padre Julio que está algo enfermo por su edad, por eso vengo aquí a la casa de mis padres... Esta noche la misa de las siete la doy yo, si quieres venir te espero…

—Bien Padre, por supuesto que iré... —dice Mary aún en estado de asombro. —Muy bien, nos veremos entonces... Ah, por cierto ¿cuál es tu nombre?” —dice el Padre.

—Mary, me llamo Mary Soca.

—Bien Mary Soca... hasta luego... —dice el Cura y sigue su camino.

A las siete, se inicia la misa y allá está el Padre Carlos, con toda su indumentaria que observa a los fieles cuando percibe que está la chica de barrio entre los presentes... Se desarrolla el culto, y al finalizar todo el mundo se retira, quedando solo Mary en el templo así que ella se acerca a la Sacristía, llamando:

—Padre Carlos, ¡Padre Carlos...!

—Aquí estoy hija, puedes pasar... —En eso él se estaba terminando de quitar la indumentaria de misa y colgándola en su lugar.

—Yo quería decirle que estuvo muy linda la misa y sus palabras...

—Gracias hija, si bien, la siento vacía, porque lo que me gustaría aquí sería tener algo de música para amenizar el culto y hacerlo más llevadero...

—Bueno, yo toco el piano —dice Mary.

—Sí, es cierto, el otro día te vi practicando en tu casa... pero aquí solo tenemos un órgano… ¿Sabes tocarlo?

—No hay problema Padre, solo necesitaría venir y practicar un poco de tarde si es posible.

—Claro hija, puedes venir a practicar ya desde mañana si lo deseas, yo estaré aquí todo el día.

—¡Si Padre, entonces mañana estaré aquí...! —Y se va feliz de la vida.

Al otro día, el Padre Carlos conduce a Mary hasta la parte superior donde está el órgano, y ahí entonces ella se sienta y comienza a practicar ya que nunca antes había tocado un órgano en cuanto el Padre Carlos la acompaña, así fue hasta la noche, a la hora de la misa.

El Padre Carlos estaba aún muy emocionado al estar al frente de una parroquia y no veía en esto nada más que una buena acción religiosa, así es que esta situación se repite día tras día, y, en definitiva, Mary pasaba más tiempo en la Iglesia con el Padre Carlos que en su propia casa.

Si bien el Padre Carlos tenía en su cabeza todo lo referente al tema parroquial, por la cabeza de Mary, las sensaciones eran otras muy distintas las cuales el cura aún no lo sabía... Bueno, no lo sabía hasta que un día ella le pidió para confesarse y él accedió como a toda feligresa.

Una vez en el confesionario, él se dispone a escuchar sus pecados y ella comienza:

—Padre, debo confesarle que yo hace tiempo que vengo pecando porque tengo sueños con un hombre...

—Bien hija, eso a tu edad es algo natural, eres una mujer joven.

—Pero es que yo tengo sueños lujuriosos con él, Padre.

—Bueno eso tampoco es algo muy extraño, porque son deseos de la carne.

—Pero el problema es que yo necesito decírselo Padre y no sé cómo hacerlo. —Bueno, dime, ¿él te corresponde en lo que tú sientes?

—De cierta forma sí, yo creo que sí Padre, yo siento que él también me ama. —Entonces, si tú le amas y sientes que él es para ti, lucha por él y no le dejes perder, porque eso es algo que Dios te ha mandado y no te lo perdonará.

—¿A usted le parece Padre...?

—Claro hija, el amor no se debe limitar, Dios es amor...

—Gracias Padre, entonces no le dejaré perder... él será mío.

—Bien hija, así se habla.

De esta forma termina la confesión, y ella se va a casa suspirando de felicidad.

Al otro día, Mary aparece más rozagante, llega más maquillada y con un precioso aspecto, impresiona de tal forma, que parece ser que es la primera vez que el Padre Carlos la ve como a una verdadera mujer.

—Cielos, hoy te noto muy diferente Mary —dice el cura cuando ella llega a la Iglesia como siempre.

—Es que voy a seguir su consejo Padre, lucharé por el hombre que amo y literalmente, ni Dios me lo va a quitar... —dice ella.

—Excelente, esa es una actitud verdaderamente positiva, te felicito, pareces decidida a atacar.

—Si Padre ¿le parece que ya estoy pronta para atacar?

—Bien, parece que sí, así que ve y hazlo.

—Si padre, lo haré… —Entonces ella se lanza sobre él y le prende un beso en la boca mientras el cura, sin saber lo qué hacer, instintivamente la abraza y culmina en un interminable beso que enciende todas las luces de alerta en el pobre cura ya totalmente descompaginado mentalmente.

De ahí en más, queda declarado un romance que parece imposible de volver atrás, Se prometen no volver a hacerlo, pero siempre aparece un beso en algún rincón escondido, razón por la cual, sin saber ya qué hacer, el Padre Carlos opta por confesar todo a su Obispo antes de que el hecho tome dominio público, porque hay gente que ya percibe alguna cosa rara entre el Cura y Mary. Una vez frente al Obispo, este le indica que lo que debe hacer es detener de inmediato esa relación insana y que debe arrepentirse por su falta de respeto al cargo ya en su primera designación como Padre.

El Padre Carlos intenta poner un freno a la relación con Mary explicándole que esto no es conveniente, si bien ella acepta, pero no deja de venir y de estar a su lado, pasando así dos años donde los sentimientos tratan de ser contenidos, pero finalmente, sucede lo que tenía que suceder entre un hombre y una mujer cuando ambos ya no controlan más sus instintos naturales.

A los pocos días, él recibe un aviso de transferencia para otra parroquia distante, donde debe poner fin a ese romance que le era prohibido, así es que con mucho dolor ambos se separan intentando dejar atrás aquella historia de amor.

Luego de pasar otros dos años de servicio como cura párroco, el Padre Carlos no cesaba de pensar en ella por más que o intentara evitar, pero cierto día, durante una misa del domingo cuando la Iglesia estaba llena de gente, como siempre él se dirige a los feligreses y de pronto, entre la multitud de personas, allá está Mary, sentadita y sonriéndole cariñosamente como siempre.

En esa homilía, él toma el micrófono y caminando libremente frente al púlpito habla de forma espontánea sobre los sentimientos y los dictados del corazón, lo que le llega muy profundamente a todos los participantes, pero ante todo esto, él toma la decisión de hacer una revelación y caminando lentamente por el pasillo central de la iglesia, ahora, él continúa de la siguiente manera:

—La homilía de hoy, no sólo la hago como sacerdote, sino también como hombre, porque soy un hombre que un día optó como carrera servir a Dios, pero no puedo servirle correctamente a Dios si tengo mi corazón en otro lugar, es por eso que, hoy debo hacer lo siguiente...

Acercándose a Mary, la mira y le pregunta:

—Dime Mary, ¿Si dejo los hábitos, aceptas casarte conmigo?

—Sí, acepto —dice ella sin titubear... Mientras todo el mundo aplaudió en la iglesia...

—Entonces, hoy concluiré mi última misa como sacerdote —dice el hasta ahora Padre Carlos.

Una vez que el Obispo es puesto en conocimiento, se quería morir y de inmediato mandó llamar de forma urgente al Padre Carlos. Sin hacerse esperar, este se presentó enseguida y así que llegó fue cuestionado entonces por el Obispo sobre su decisión, cómo iba a abandonar así los hábitos y dejar de lado su servicio al Señor...

—Bien Obispo —le dijo el cura— Más vale que sea usted quien lo entienda y tramite mi separación de la Iglesia, porque le diré una cosa muy importante, la chica en cuestión con la que mantengo este romance, se llama Mary Soca, pero sucede que su madre es la prima-hermana del arzobispo, es decir, el arzobispo en definitiva es su tío y no creo que él acepte que un sacerdote mantenga relaciones ocultas con su sobrina, ¿No lo cree?, ¿Ahora usted me entiende?

—Bueno... Puesto de esa manera, el asunto es bastante diferente y creo que también Monseñor así lo entenderá, déjeme que sea yo quien se lo explique ya que, como somos viejos amigos, yo sé cómo tratarle... Solo aguarde mis novedades —indicó el Obispo.

De hecho, el Padre Carlos fue cesado y pasó a ser simplemente el Señor Carlos, su casamiento fue celebrado en la primera iglesia donde Carlos y Mary iniciaron todo, la ceremonia entonces, contó con la participación del Obispo que fue el primero a tomar conocimiento del romance.

Ah... Nadie lo sabía, pero cuando se realizó el casamiento, Mary ya estaba en su segundo mes de embarazo... Esto, fue un secreto de confesión”.

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