Читать книгу Vidas - Relatos y emociones - Alberto Alexis Martínez - Страница 15
Оглавление08. EL RELOJ DE ETHEL
Comenzaban los años ‚50 cuando Sandy, que era una joven de 24 años vivía en Tucson, Arizona, donde estudiaba en la Universidad al tiempo en que trabajaba en el Centro Médico de la Universidad y era muy conocida por su simpatía y amabilidad. Su novio Greg, también estudiaba con ella, aunque estaban en diferente año lectivo. Terminando su horario de clases, el que salía primero esperaba al otro en la puerta dentro del auto de Greg.
Los estudiantes entre ellos por lo general se conocen las caras, así es que pasan sus compañeros y la saludan a ella mientras espera en el auto. Un día, cuando ella sale primero, llega al auto y se sienta como habitualmente en el banco del acompañante mientras espera a Greg, en ese momento, a través del parabrisas, observa en la vereda opuesta a su izquierda, la presencia de alguien que no era habitual del lugar, era un hombre de unos 35 años, pelo corto y barba prolijamente recortada, algo que le llamó la atención porque además de ser un tipo atractivo, su vestimenta parecía ser algo así como la típica ropa de un marino, con un suéter de cuello alto y un chaquetón azul marino.
Estaba este individuo con sus manos en el chaquetón, cuando ella notó que él observaba detenidamente a todas las chicas que salían del Centro de Estudios, si bien, observó que no demostraba cualquier connotación o interés de tipo sexual, sino más bien, como que estaba buscando a alguien. Por ser un caso poco común, mientras esperaba a su novio, ella no le sacó los ojos de encima hasta que Greg apareció y ambos partieron a comer algo antes de dirigirse al Centro Médico en donde ella trabajaba.
El caso se repitió de igual forma durante varios días, así que pasó casi una semana, desde donde ella dentro del auto le observaba mientras él repetía su misma actitud a cada día y siempre en el mismo lugar. Así que salían, Greg siempre hacia el giro con el auto hacia la derecha, por lo cual, el hombre quedaba del lado de Greg, pero, en esta oportunidad, deciden ir a hacer unas compras a un centro comercial, por lo cual, esta vez salen hacia la izquierda, así es que Sandy queda del lado del desconocido que, al pasar frente a él, el hombre la mira fijamente y ella observa que, al alejarse, él continúa siguiendo al auto con su mirada.
Sin decir nada, Sandy comienza a pensar de todo un poco, porque ahora no era ella quien le observaba, pues pasó a ser ella como la que había quedado en el punto de mira de este desconocido, un hombre que podría ser cualquier cosa, un delincuente, un secuestrador, o un asesino, así que ella permanece callada pensando que tal vez con su mirada ella le provocó o quien sabe lo qué.
Al otro día, al salir, y abordar el coche de Greg, el hombre ya no estaba en aquel lugar, así que salen y como era habitual van a comer algo al mismo lugar de siempre, y así que se sientan al lado de la ventana, ella ve estacionar un auto del cual baja el extraño marino. El individuo entra y se sienta en una mesa a pocos metros de ellos, en cuanto ella percibe que él la mira de forma insistente, por lo cual, decide contarle a Greg lo que sucede.
Greg, algo nervioso, si bien no tenía físico de peleador, se levanta y va hasta la mesa del extraño y le encara como si fuera un bravucón:
—Oiga, ¿Quién es usted... qué le pasa? ¿Por qué está siguiendo a mi novia...?
—Calma chico, calma —le dice el extraño— ¿Cuál es tu nombre...?
—Yo soy Greg... qué es lo que usted quiere?
—Mira Greg, no hay nada de malo, solo necesito hablar con tu novia sobre algo muy importante y no es nada que tu no puedas escuchar... ¿Puedo sentarme en la mesa junto a ustedes?, les explicaré...
Extrañado Greg, asiente con la cabeza y ambos se dirigen hacia la mesa donde está Sandy.
Llegando a la mesa, Greg y el extraño se sientan, entonces el hombre le dice: —Hola, ¿tú eres Sandy, la pequeña a quien llamaban Siny? —Y sacando una foto de la agenda se la coloca delante de ella
—¿Esta eres tú, no es cierto?
—Siny... Sí, así es, así me llamaban de niña en el colegio, pero, ¿cómo usted lo sabe, ¿cómo tiene esta foto?, ¿quién es usted?
—Bien, responde el extraño, tú no me conoces, mi nombre es Mat Borg, soy un Oficial de la Marina Mercante y en realidad no es a ti a quien yo estoy buscando, sino a tu amiga Ethel, la chica que está contigo en esta foto, es un asunto de familia… Por lo que sé, fue tu madre quien le hizo llegar esta foto a alguien y le escribió que tú estabas en la Universidad de Arizona y que habías estado con Ethel cuando se sacaron esta foto, pero es a Ethel a quien ahora yo debo encontrar, y es por algo muy importante para ella, necesito que me ayudes... A ti te pude localizar porque tu madre dijo que estudiabas aquí y tu lunar en la mejilla derecha era la única referencia que yo tenía para poder hallarte, así que, no temas, yo solo espero que tú me puedas conducir hasta Ethel, porque seguramente, sé que ella te lo agradecerá.
Ya más tranquila y reconfortada, Sandy le dice:
—Bien, Ethel estaba casada con el dueño de un restaurante y vivía en Phoenix, pero no tengo su dirección, solo sé que ella se dedicaba al negocio de objetos de arte usados y antigüedades, pero nunca más tuvimos contacto.
—Muy bien Sandy, no es mucha cosa, pero con eso intentaré localizarla de todos modos.
De esta forma, Mat se despidió amablemente y luego se retiró del lugar.
Una vez que ha llegado a Phoenix, Mat alquila una habitación e inicia la búsqueda de una casa de artículos de arte usados y antigüedades, así que, con la guía telefónica en manos, sale a la búsqueda de Ethel sabiendo que, en definitiva, ella al igual que Sandy, era una joven de 25 años ya que ambas eran amigas del colegio desde niñas.
La búsqueda no resulta para nada fácil, pues en cada casa de arte o antigüedades que llegaba, solicitaba hablar con la dueña, por lo tanto, si era una mujer mayor ya la descartaba. En una de las tiendas de arte y antigüedades que ingresa, también le atiende una señora mayor, por lo cual desiste, pero, al salir, ve en un rincón una maqueta de un barco que, como marino, le llama la atención y entonces pregunta el precio, la señora le dice que no lo sabe pero que va a ver con la dueña del local, tras lo cual, aparece del fondo de la tienda una joven que le dejó mudo.
Si bien ahora tenía el pelo más corto, lo cual le daba una imagen bastante más juvenil, en mucho se parecía a la joven de la foto... Ella le atendió con gran amabilidad, por lo cual, viendo que el parecía ser un marino, le aplicó todo lo que tenía como argumentos de venta al hablarle sobre la maqueta del barco.
Mat, escucha a la chica y mira al barco, hasta que interrumpe y dice:
—En efecto, es una muy buena réplica del Albion One, un barco que tiene un gemelo el Albion Two, es que yo conocí a uno de los capitanes que tuvo esa nave… Pero en realidad, yo vine por otra cosa señora… —Y entonces saca de su saco un antiguo reloj de bolsillo con su tapa de oro y su cadena, y se lo muestra, ella decepcionada porque pensó que iba a vender la maqueta del barco, pero en cambio, le salen ofreciendo para venderle a ella reloj, esto le cayó como un balde de agua fría en la cabeza.
—No señor, es que ahora no estamos comprando nada —dijo la joven sin siquiera mirar el reloj.
—Entiendo —dice Mat— Pero este reloj no está a la vente, insisto en que lo vea, solo deseo que usted lo mire detenidamente y me diga cuál puede ser su valor aproximado, ¿Podría hacerme ese favor? —dice Mat amablemente.
La joven, sin disimular que estaba algo enfadada, entonces toma el reloj y se dirige hasta el mostrador donde lo coloca sobre una mesa cubierta con un fieltro aterciopelado para no dañar joyas caras, lo mira, abre su tapa que tenía una pequeña inscripción y el nombre de su dueño, lo observa detenidamente y sin decir palabra, no puede contener un llanto espontáneo que le brota naturalmente al tiempo que pregunta:
—¿Qué es esto?, ¿dónde usted lo consiguió?
Mat saca entonces de su agenda la foto de ella con Sandy y le pregunta:
—Dígame, ¿es usted Ethel Lampbert no es cierto?
Ella suspira y observando la foto, dice:
—Sí, yo soy Ethel Lampbert...
—Bien... entonces preciso hablar contigo, ¿podemos sentarnos en algún lugar tranquilo?
—Sí, seguro —responde ella, y lo hace pasar a una pequeña sala que tiene como escritorio donde ambos se sientan y él comienza:
—Bien, le explicaré porqué estoy aquí... Mi nombre es Mat Borg, soy Oficial de la Marina Mercante... Los últimos tres años fui el Segundo Oficial a bordo de un Barco bajo el mando de un Capitán que me enseñó mucho y que me hizo crecer profesionalmente, por lo cual, yo le tenía mucho aprecio y teníamos una excelente relación, era como un padre para mí, ese hombre era el Capitán Lampbert, es decir, era su padre...
Ella se emociona, y tras un momento, él continúa:
—De noche en el Puente del Barco mientras navegábamos, él por lo general se ponía a charlar conmigo, hablábamos de historias de mar, de nuestras vidas, e incluso de nuestras familias... Un día, él me contó que su esposa, o sea tu madre, siempre estaba disconforme, que ella se irritaba por todo, y que finalmente, al regresar de un viaje de casi dos meses, volvió a casa y estaba vacía, no había nada ni nadie, dijo que tú tenías unos once años en ese entonces...
—Sí, es cierto” —afirma Ethel— Yo adoraba a mi padre, él era muy cariñoso conmigo, siempre me traía regalos, pero a los once años mi madre me dijo que papá nos había abandonado, así que vendió todo y me llevó con ella, por lo que vivimos en diferentes lugares...
Mat entonces continúa:
—Según me dijo, el Capitán, estando en el puerto en Nueva York un día que bajó a tierra, casualmente se encontró con una vieja amiga de la familia, la madre de Sandy, esta le dijo que su hija estaba en la Universidad en Tucson y que un día te había encontrado, así que le prometió enviarle más información a tu padre... Un tiempo después, tu padre recibió una carta con esta foto, desde entonces, era todo lo que él tenía de ti y lo lamentaba...”
—Entonces él nunca nos abandonó –indaga Ethel.
—No, él nunca las abandonó, es más, aun así, él amaba a tu madre… El caso es que, hace tres meses, un día de fuerte tempestad en el mar, tu padre cayó desde una escotilla y las lesiones que recibió fueron de extrema gravedad. Le recogimos y llevamos a la enfermería, pero el médico en medio de esa conmoción donde todo volaba por los aires y sin mayores recursos quirúrgicos, nada pudo hacer... Yo le acompañé hasta sus últimos momentos, cuando él, aún con plena conciencia, me entregó este reloj y me pidió que le prometiera que te lo haría llegar a ti... Así es que aquí estoy, cumpliendo con la promesa que le hice a mi viejo Capitán Lampbert, un hombre que murió pensando en esa amada hija que eres tú.
Llorando, Ethel colocó aquel reloj contra su pecho, diciendo:
—“Recuerdo que de niña yo le solía dar cuerda mientras mi padre me sentaba en su falda y me contaba alguno de sus cuentos de marinos... Mi madre me mintió cuando fue ella quien lo abandonó, yo estaba engañada y por eso nunca le busqué.
—Bien, nunca olvides a tu padre, él fue un hombre bueno, honesto y excelente comandante... Por cierto, la maqueta que tienes ahí del Albion One, nunca la vendas, porque es la del gemelo al Albion Two, que fue el primer barco que comandó tu padre... —finalizó Mat.
Cumplida ya su misión, Mat se despidió de Ethel y ella le respondió:
—Le prometo Mat, que jamás olvidaré a mi padre, y tampoco a usted por haberme traído la verdad a mi vida junto a este recuerdo tan valioso... Le agradezco el esfuerzo que ha hecho para cumplir con su promesa a mi padre.
Conforme, Mat se retiró y volvió a su hábitat natural, que era su barco y el mar.