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Capítulo 2
El pozo Horas más tarde

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—¿Qué opina, inspector? —preguntó el subinspector Quirós observando la profundidad del pozo.

—¿Cómo dice, subinspector? —respondió su compañero, que inspeccionaba un conjunto de fotografías.

—Digo que qué opina de todo lo ocurrido.

—Que hemos pecado de inocentes: nunca deberíamos haber tardado tanto en dar con Sally; por muy cerrado que pareciese el pozo, deberíamos haberla encontrado antes.

—Aun así, ¿cree usted que tropezó? No sé, ¿huyendo del lugar del crimen?

—No podemos descartarlo. Una pena que no esté despierta para contarnos, espero que salga pronto del coma.

—La verdad es que ayudaría a despejar algunas dudas.

—Subinspector, ¿le importaría situarse en el lugar en el que encontramos a Tom Harvester? —Manuel Quirós se desplazó unos diez pasos hasta la zona en la que fue hallado—. Corra hacia aquí.

—¿Correr? —replicó el subinspector no muy entusiasmado.

—Simplemente corra hacia aquí —insistió Francisco Pacheco.

Hizo caso y corrió en dirección al inspector; frenó justo al llegar. Se echó las manos sobre las rodillas y respiró con fuerza.

—No estoy yo para estos trotes, inspector.

—Dígame, subinspector, ¿cree usted que la posición en la que encontramos a Sally podría haber sido fruto de una huida?

—Ahora que lo dice, diría que no: hubiese caído de otra forma. Por lo que sabemos, cayó de espaldas más que de frente, como yo me hubiese precipitado por el pozo.

—¿Ve? A eso es a lo que iba —expuso señalando una de las fotos que se le realizaron a Sally cuando la encontraron—. Imagine que usted se encuentra allí en la posición anterior, ¿cree que el posible homicida pudiese haber empujado a Sally al pozo?

Pensativo, Manuel Quirós rehízo los pasos hasta la posición en la que fue hallado Tom; sin embargo, a pocos de llegar al punto, se detuvo y observó el suelo.

—¿Y arrastrada? Inspector, creo que he encontrado algo. —Su compañero se acercó al lugar—. Quizás sea porque anoche no había luz y cosas como estas se nos escapan, pero ¿ve el nivel de las hierbas en esta zona? Parece que hay un desnivel. —Manuel Quirós comenzó a caminar en dirección al pozo—. ¿Ve? Se sigue reproduciendo el mismo nivel hasta la altura del pozo. ¿Cree usted que pudiese haber sido arrastrada desde el lugar en el que Tom fue asesinado?

—Es posible.

—Es posible que el asesino la dejase inconsciente, matase a Tom y tras ello la arrastrase al pozo y la lanzase al interior.

—Lo cierto, subinspector, es que hasta el momento es la mejor teoría que tenemos —contestó Francisco Pacheco complaciente—. Me gustaría tener el informe del subinspector Ramírez: quisiera saber si las contusiones que muestran las fotografías en la cabeza indican lo que usted comenta. En caso contrario, se hubiesen producido al caer al pozo.

—¿Quién lanza a una persona viva a un pozo? Menos mal que no había agua.

—He visto demasiadas cosas, subinspector. Ya nada me sorprende.

—Una curiosidad, inspector, cambiando de tema. ¿Qué tal ha dormido en la cama del hostal?

—Como un tronco. ¿Usted?

—Estaba cansado, pero el colchón ha destrozado mi espalda.

—No sea usted tan quejica, subinspector. —El teléfono de Francisco Pacheco comenzó a sonar. Durante un minuto él se mantuvo al móvil: se dedicó a asentir y a escuchar lo que la otra persona le contaba—. Gracias, subinspector, ha sido de gran ayuda —le dijo; acababa de colgar.

—¿La científica? —preguntó Manuel Quirós.

—Sí, Ramírez.

—¿Algo nuevo?

—Pues su teoría va ganando fuerza, subinspector. Según Ramírez, Sally sufrió una contusión en la parte trasera de la cabeza, la cual podría contrastar su teoría de que alguien la dejase inconsciente. También tiene múltiples heridas en el cuerpo: los médicos han informado de que no pueden asegurar que Sally despierte del coma. —Manuel Quirós mostró signos de desánimo—. Aun así, hay más: fue encontrada con solo uno de sus tacones, un zapato de color rojo.

—¿Por qué Sally perdió uno de sus zapatos? —se preguntó en voz baja el subinspector.

—No se adelante. El tacón encontrado permitió a Ramírez usarlo para hacer una simulación de los golpes —comentó el inspector y se detuvo.

—¿Y? —preguntó intrigado.

—Ramírez dice que con al menos un noventa por ciento de probabilidad, Tom Harvester fue asesinado con uno de los tacones de Sally. —Perplejo, Manuel Quirós tomó las fotos que el inspector seguía teniendo en sus manos y las observó con detenimiento. En estas, Sally, vestida de rojo e inconsciente, se encontraba a varios metros de profundidad—. Le recuerdo, subinspector, que teníamos una apuesta.

—Sigo sin entender lo suyo y el juego; aun así, una apuesta es una apuesta.

Manuel Quirós le entregó las fotos y sacó de la cartera un billete de veinte euros.

—¿Quién la ha encontrado? —preguntó Francisco Pacheco mientras guardaba el billete en la cartera.

Manuel Quirós sacó una libreta para revisar sus notas.

—Un profesor de la escuela.

—¿Sabe el nombre?

—Sí, Alberto Lux. Dice que estaba leyendo junto al pozo, que tropezó y que sin querer desplazó la madera que lo cubría. Para su asombro, comprobó que alguien se encontraba dentro. Informó a las autoridades con apremio.

—Recordar hablar con Alberto Lux —anunció Francisco Pacheco a su grabadora.

—¿Suele escuchar con frecuencia lo que graba?

—Casi a diario —respondió pensativo—; aunque cuando ya tengo todo lo que necesito, suelo guardar las grabaciones en lugar seguro por si las necesitase en un futuro.

—Entiendo —asintió Manuel Quirós zanjando el tema, sin darle mayor importancia—. Aun así, es raro, ¿no? El pozo debería de haber estado sellado.

—Eso creían todos. Al parecer, el director pensaba reformarlo y hace unos días decidió llamar a un contratista para que le realizase un presupuesto.

—Qué oportuno.

¿Por qué Sally perdió uno de sus zapatos?

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