Читать книгу ¿Por qué Sally perdió uno de sus zapatos? - Alberto Quiles Gutiérrez - Страница 9

Capítulo 1
Sally Smith Domingo, 16 de mayo

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—Recuerdo que anoche la temperatura no bajó de los treinta grados: era la primera vez que se celebraba un baile de promoción para despedir a los alumnos que daban el salto a la universidad —co menzó el director del instituto—. Aún recuerdo cómo Sally había insistido durante todo el mes de mayo en realizar un baile de promoción: estaba obsesionada con las películas americanas de chico pide a chica que vaya con él al baile; imagino que llevaría varios años con aquello en la mente, no sé cuántas habría visto sobre bailes de promoción. Yo había insistido una y otra vez en que nosotros no hacemos ese tipo de fiestas, pero ella no desistió. Todavía recuerdo aquella dichosa página web: no sé cómo lo hizo, pero una mañana cuando llegué a la escuela los pasillos estaban llenos de carteles publicitando un blog que había creado para reunir firmas. ¿Para reunir firmas? ¿En mi escuela? Sin lugar a duda, la llamé a mi despacho porque aquello era intolerable. —El director tomó aire y bebió un poco de agua—. Nunca he visto llorar tanto a una persona en mi vida, se lo admito. Cuando terminé de darle el sermón, huyó despavorida. Me disponía a llamar a sus padres cuando recibí una llamada que lo cambió todo, era demasiado tarde. El presidente de la AMPA me llamaba para hablar sobre el dichoso baile: dos mil firmas en un fin de semana. ¿Cómo era aquello posible? En un pueblo tan pequeño como este, aún no me lo explico.

—Por favor, no se desvíe —pidió el inspector Francisco Pacheco.

—Sí, sí, me lo dicen a menudo, me ando mucho por las ramas. Lo que iba diciendo: el sábado 15 de mayo decidimos realizar el baile. Nunca había visto mayor expectación, muchos padres se habían unido de chaperones, cosa que hizo mucho más sencilla mi vida. Sally y su madre estaban realmente motivadas: participaron en toda la decoración y diseñaron al detalle desde el tema hasta los adornos. No me sorprendió para nada cuando Sally propuso el tema del baile: «Aquellos maravillosos 80». No sé por qué, pero me dio mucha nostalgia y alegría. Yo tendría la edad de Sally a principios de los 80 y también he visto películas. «¿Por qué no?», me dije a mí mismo y me empecé a imaginar el pabellón de deportes decorado. Creo que fue la primera vez que me sentí identificado con ella y empecé a ver con buenos ojos todo el tema de hacer un baile. Yo era un roquero en los 80, ¿sabe? AC/DC, Rolling Stones, incluso la banda Kiss.

—Vuelve a desviarse del tema —alegó de nuevo el agente.

—Lo sé, lo sé, lo siento. ¿Cómo me dijo que se llamaba?

—Pacheco, señor Benítez.

—Pacheco, sí, es cierto. Por favor, Ben —añadió Ben Benítez rascándose la calva—. Por cierto, ¡qué modales los míos! Bienvenidos a El Sendero.

—Gracias, Ben. Quizás recuerde a mi compañero, estudió en su instituto.

—Ahora que lo dice sí que me resulta usted una cara conocida. Quirós, ¿verdad?

—Sí, Manuel Quirós; mis padres cambiaron de ciudad a los pocos años de instituto.

—Bueno, voy al grano. Sally, sí: iba vestida de rojo. ¿Ha visto esa película con el conejo? Sí, hombre, espera que me acuerde… Roger Rabbit, ¿Quién engañó a Roger Rabbit? ¿Le suena?

—Sí, claro.

—¿Recuerda a la mujer? ¿Pelirroja? ¿Vestido rojo?

—Sí, ¿a dónde quiere llegar? —preguntó extrañado el inspector.

—Era igual, creo que no le faltaba ningún detalle: el vestido y los zapatos eran rojos y los guantes largos y morados como los de la película. Por supuesto, la única diferencia es que ella era rubia, no pelirroja. Rubia, no pelirroja —repitió Ben, mientras se le empezaba a descomponer la cara. Sus ojos estaban fijos en la mesa.

—Beba agua —le sugirió. Ben tomó el vaso y se lo bebió de un trago—. ¿Mejor? Puedo darle unos minutos si quiere.

—No, no, sigamos. Lo último que recuerdo, inspector, es que la policía entró en el pabellón y lo paró todo. Cuando lo oí, bueno, creí que se me caía el mundo. Entiéndame, accedí al baile y es todo mi culpa: no habría pasado nada si no hubiera permitido realizar aquella dichosa fiesta.

—¿Cuándo fue la última vez que la vio?

—Creo que sería un poco antes de las diez: salió con aquel chico, el jugador de fútbol, Tom, pero ustedes lo sabrán mejor que yo. No le di mayor importancia y más sabiendo que a las diez se nombrarían al primer rey y reina del baile. Además, Sally había elegido hasta la canción del baile final. Imagine qué canción escogió; aún recuerdo que me decía: «Cuando sea reina, bailaré Dancing Queen junto con mi pareja, que también será rey, pero no Alex: Alex no tiene madera para ser el rey del baile. Todo será perfecto». Pude notar el brillo en sus ojos mientras decía aquellas palabras.

—Perdone, ha nombrado a otro chico. ¿Quién era la pareja de Sally?

—Eh, bueno, yo juraría que Alex y Sally llevaban varios años saliendo, creo que sus familias son muy cercanas. Es cierto lo que Sally decía que Alex es mucho más introvertido, campeón del equipo de ajedrez y, bueno, creo que uno de los mejores alumnos que he visto crecer. Creo que quiere ser ingeniero.

—No se desvíe de nuevo, por favor. Hábleme de Tom: dijo que fue la pareja de Sally en el baile.

—Bueno, Tom, ya se lo habrán comentado, era un chico fuerte, deportista, con pocas luces, pero guapo, o al menos la mitad de las chicas de la escuela estaban loquitas por él; al parecer Sally también, aunque nunca me había parecido ese tipo de chica que se guiase por las modas.

Toc, toc: la puerta de la sala de interrogatorios se abrió.

—Perdone, inspector, ¿puede salir un momento? —preguntó un agente de policía.

—Sí, claro. Discúlpeme, señor Benítez, estaré de vuelta en unos minutos. —Tan solo treinta segundos más tarde, Pacheco volvió al cuarto—. La hemos encontrado, he de marcharme.

—¿A Sally? ¿Viva? —preguntó esperanzado el director.

—Sí.

—¿No creerán que ella…?

El inspector abandonó la sala.

¿Por qué Sally perdió uno de sus zapatos?

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