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Resolución de dudas frecuentes

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A continuación, esbozo algunas dudas que surgen cuando hablamos de qué problema se quiere resolver.

¿Qué hay de los problemas que no tienen solución?

Incluso los expertos en resolución de conflictos reconocen que hay problemas que no tienen solución. En ocasiones, lo mejor que podemos hacer es arreglárnoslas. Por ejemplo, mientras escribo este libro contemplo una serie de opciones para cuidar a mi padre moribundo, y todas ellas parecen imposibles. Necesita asistencia las veinticuatro horas y debemos decidir si internarlo en un asilo en donde estará bien atendido, pero extrañará mucho a su familia; o permitir que permanezca en casa, en donde podría lastimarse y mi madrastra y sus enfermeras están muy estresadas. No hay solución perfecta, ni siquiera grata. Ninguna estrategia de negociación puede cambiar el hecho de que mi padre tiene una enfermedad cerebral degenerativa e incurable, y que seguirá sufriendo en cualquier situación de vida a medida que la enfermedad avance. No obstante, estoy repasando estas preguntas para tomar una decisión. Hasta en el caso de los problemas que no tienen solución, entender el problema contribuye a minimizar los efectos perjudiciales que tiene en nuestras vidas, disminuir el estrés y la ansiedad que nos generan, e incluso nos puede ayudar a descubrir nuevas estrategias.

Incluso si no puedes resolver el problema subyacente (“¿Cómo curar la demencia frontotemporal?” no arrojó ningún resultado), puedes encontrar temas que tratar. Estudié esta interrogante cuando tomé decisiones médicas para mi papá, y mi definición del problema fue: “¿cómo podemos cuidar a papá para extremar su comodidad y dignidad y, a la vez, que sus cuidadores y familiares se sientan apoyados?” Ver el problema desde esta óptica y resolver las demás preguntas en esta sección aclaró la decisión: lo trasladamos a unidad de tratamiento de trastornos de la memoria en donde recibe cuidados profesionales y también visitas diarias de su familia. Es imposible curar la enfermedad de mi papá, pero sí podemos priorizar su comodidad y dignidad, así como el bienestar de la familia. A veces, tener una meta realizable en medio de un problema irresoluble puede brindar la sensación de paz.

¿Y si sólo estoy negociando conmigo?

Sabemos que las conversaciones que se tienen con uno mismo también son negociar. ¿Debería participar en las reuniones directivas?, ¿es momento de emprender con mi negocio?, ¿cómo sentirme más seguro cuando abogo por mis intereses en mis relaciones personales? Esta pregunta y la sección “El espejo” de este libro, pueden ser muy útiles en cualquiera de estas negociaciones.

En ocasiones, la gente busca orientación profesional para negociar no porque estén listos para sentarse a hacerlo, sino porque se sienten estancados y necesitan claridad. Esa sensación de estancamiento suele ser una negociación interna: ¿qué hago con mi vida?, ¿qué trabajo acepto?, ¿vuelvo a trabajar?, ¿cómo sentirme más feliz? Muchas personas creen que se requieren dos personas para iniciar un conflicto, pero ¡sólo se necesita un coche para tener un accidente!

Cuando examines qué te trajo aquí, tendrás mejor información para seguir adelante. Si estás estancado, de todas formas, puedes analizar la situación desde sus dos aristas, estudiar los sentimientos encontrados, patrones y hechos que te llevaron al estancamiento.

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