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La migración internacional y el transnacionalismo desde la geografía

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A pesar de que mucho del trabajo reciente sobre migración y transnacionalismo proviene de la sociología, la antropología y la demografía, ahora la geografía (en especial, desde una perspectiva cultural) ha hecho que adquieran relieve las intersecciones entre perspectivas como las artes o las humanidades, para analizar la movilidad de los seres humanos (Blunt, 2007). Esto sin desconocer, como lo dice la propia Blunt, que las formas, prácticas y políticas de la movilidad incorporadas por las investigación geográfica, continúan resaltando las dinámicas demográficas, económicas, políticas y culturales de la migración.

Para Mitchell (1997, 2009), el transnacionalismo son movimientos entre fronteras, en los cuales los migrantes desarrollan y sostienen numerosos lazos económicos, políticos, sociales y culturales en una misma nación. Esta conceptualización, que coincide con las de Faist (2000) y Portes et al. (2003), es un enfoque desde la geografía humana que considera lo transnacional no desde una visión exclusiva de “los espacios transnacionales” como tal, sino a partir de los movimientos y sus efectos en lo social, lo económico y lo político, entre otros aspectos.

Por su parte y también desde la perspectiva geográfica, Jackson et al. (2004) afirman que los espacios transnacionales abarcan a todos los involucrados en las culturas transnacionales, como productores o consumidores, incluyendo prácticas materiales como la participación del mercado laboral o del comercio de bienes y servicios de índole transnacional, e incorporan lo que llaman geografías simbólicas o imaginarias (el espacio imaginario de Harvey), desde las cuales tratan de dar sentido al mundo transnacional.

Con todo y, aun con la relevancia del estudio de los movimientos, autores como Rouse (1991) aseguran que la migración además de ser movimientos entre fronteras nacionales, involucra la circulación continua de gente, dinero, bienes e información a través de lugares, lo que origina un entrelazamiento que permite que nazca una sola comunidad a través de una variedad de lugares, es decir, una comunidad transnacional.[13]

Rouse (1991) coincide con otros autores (Jackson et al., 2004, y Conradson y Latham, 2005), cuando sostiene que la trascendencia del fenómeno transnacional se debe, entre otros aspectos, a toda la población inmersa en él: migrantes, familias y empleadores en los destinos, por citar tres casos. Puede verse con esto que los estudios transnacionales son aplaudidos porque promueven el trabajo empírico y permiten el análisis desde exploraciones abstractas de subjetividades múltiples y móviles, y desde términos como flujo, circulación y frontera (Mitchell, 2009).

Crang et al. (2003) también destacan el estudio del transnacionalismo desde la geografía. Coincidiendo con Vertovec (2001), resaltan al transnacionalismo en su sentido de morfología social, tipo de conocimiento, modo de reproducción cultural, análisis desde el capital, como un lugar de participación política y como una reconstrucción del lugar o la localidad. Para esta investigación, aunque es relevante el cómo la migración internacional reconstruye los lugares, será la reconstrucción del espacio como tal el elemento significativo.

Debe acotarse, además, que las recientes investigaciones sobre las geografías culturales y el transnacionalismo han explorado la trascendencia de otros factores del fenómeno transnacional, por ejemplo, la ciudadanía, el urbanismo y las redes a través del espacio transnacional.

Respecto a la relación transnacionalismo-ciudadanía, Desforges et al. (2005: 440) afirman que la ciudadanía se está “re-escalando por encima de los estado-nación”; y que la globalización promueve las ciudadanías transnacionales, las cuales emergen a partir de distintas identidades: étnicas, culturales, etc. (Bobes, 2011). Este matiz es uno de los que más se han destacado en cuanto al transnacionalismo y las comunidades transnacionales, ya que aunque dichas ciudadanías involucran a más de un Estado-nación, esto no ha llevado (hasta el momento) a una redefinición del Estado, aunque sí a la incorporación de elementos que deben sumarse a su análisis.

La importancia de la migración, el transnacionalismo y la ciudadanía son temas revisados por Preston et al. (2006), quienes en un proyecto donde analizan la migración en Hong Kong y Canadá, argumentan que es necesario un entendimiento más profundo de las relaciones entre el transnacionalismo y la participación ciudadana, puesto que se han incorporado nuevos elementos de análisis.

Pero tratándose de la comunidad migrante que se estudia en este trabajo, más que las ciudadanías transnacionales, es la implicación de lo político lo que se vincula a la apropiación del espacio desde la dimensión de las prácticas materiales, tema que se aborda en los siguientes capítulos y que, como se observará, es un componente que corresponde a la representación material del espacio que incorpora aspectos simbólicos.

Otra cuestión que se debe analizar en el transnacionalismo son las redes migratorias, esto es, los “conjuntos de lazos interpersonales que conectan a los migrantes, primeros migrantes y no migrantes en las áreas de origen y destino mediante lazos de parentesco, amistad y de compartir un origen común” (Massey et al., 2002). Estas redes sociales facilitan la migración disminuyendo los costos del desplazamiento (Sammers, 2010) y agilizando el flujo de información sobre empleos o los mejores lugares para migrar. Muchas personas deciden migrar debido a que algún compatriota o familiar ya lo hizo, lo que genera un efecto de migración en cadena, ya que al conocer las ventajas o desventajas de los lugares de destino, como la mejor forma para cruzar la frontera o las ventajas salariales, por citar dos aspectos, se allana considerablemente la decisión de migrar.

De acuerdo con Sammers (2010), las redes originadas en la migración internacional abarcan relaciones sociales, culturales, políticas y económicas que las comunidades mantienen al atravesar las fronteras. La noción de comunidad a la que se refiere este autor se conforma tanto de los migrantes en exclusiva, como de todos los que se ven incluidos en un flujo migratorio específico.

Uno de los visos que más se omiten en el análisis de la migración en la teoría de redes es que estas albergan un componente psicológico, pues existen apegos emocionales a distintos lugares, los cuales no necesariamente atañen al de origen, sino que pueden ser una región o una nación completa (Sammers, 2010). Desde un enfoque geográfico, estos apegos espaciales responden a diferentes escalas (comunidad, localidad, región), como se verá más adelante.

En cuanto al rubro de lo espacial, esta investigación se enfocará en lo que Vertovec (2001) y Mitchell (2003) definen como reconstrucción de lugar, y que desde la geografía crítica podría ser la producción del espacio. Justamente Mitchell (2003) analiza el transnacionalismo como reespacialización y no como desterritorialización, lo cual significaría que la migración conlleva cambios espaciales en sus dinámicas socioeconómicas, políticas y culturales, y no un abandono o pérdida del lugar para ser parte de otro. En la migración actual, lo común es que el migrante no abandone sus raíces y que mantenga el contacto con su lugar de origen, aun cuando ese contacto no sea necesariamente físico. Esta relación circular entre el lugar de origen y el de destino es la esencia de la investigación del transnacionalismo desde la geografía (Blunt, 2007).

La reespacialización propuesta por Mitchell (2003) puede ser comparada con los estudios desde la geografía humanista que se refieren a las nociones de desterritorialización y reterritorialización (Hiernaux y Zárate, 2008). Mientras el primero se refiere a estar fuera del lugar de origen sin dejar de pertenecer a él, el segundo apunta al tomarse un territorio ajeno como propio y establecerse en él (Hiernaux y Zárate, 2008). A pesar de los aportes de la geografía humanista, aquí no se comparte del todo su visión. Se coincide con la idea de salir del lugar de origen sin dejar de pertenecer a él, pero lo cierto es que desterritorialización y reterritorialización significarían, en ese enfoque, un desapego al lugar de origen, e incluso conducen a pensar en dos procesos diferentes. Por su parte, la reespacialización, producto de la migración, indica las modificaciones espaciales debidas al fenómeno migratorio, pero prescindiendo de la idea del abandono de un lugar para incorporarse a otro, y poniendo de manifiesto las relaciones que existen en el nuevo espacio, el cual involucra el origen y el destino.

Ahora bien, la geografía explora lo transnacional de modo más amplio, reflexionando los deseos, identidades y subjetividades desde distintos sitios, para incluir procesos de pertenencia y exclusión que deben ser valorados desde los estudios migratorios. Lawson (2000), retomando a Rouse (1991), afirma que la migración permite teorizar el espacio de pertenencia desde diversos ángulos; pero con esto se han olvidado los estudios migratorios para reinterpretar el espacio y la modernidad y que,

la migración siempre ha tenido el potencial de desafiar las imágenes espaciales establecidas. Resalta la naturaleza social del espacio como algo producido y reproducido a través de la acción humana colectiva y, al hacer esto, nos recuerda que dentro de los límites impuestos por el poder, los arreglos espaciales existentes siempre son susceptibles del cambio (Rouse, 1991: 11). (Traducción propia.)

Esta perspectiva del tema migratorio evidencia la concepción de la producción social del espacio señalada ya en el primer apartado de este capítulo, donde se ha descrito que el espacio no corresponde a una mera delimitación de fronteras, sino que en él interviene la acción humana. La idea es que por fenómenos como la globalización, la migración o el transnacionalismo, el espacio se puede ver modificado (y producido).

Mendoza (2007) señala que la mayor parte de la literatura acerca de la relación espacio-migración internacional se ha limitado a traducir los conceptos espaciales a variables que puedan ser operacionalizadas y cuantificadas: tamaño de la población, población rural o urbana, etc., pero se ha dejado fuera elementos importantes como la concepción del espacio sin una continuidad territorial, sin perder de vista que la migración involucra al lugar de origen y al de destino, y las relaciones que en dicho espacio suceden. (Recuérdese que autores como Jackson et al. (2004) sostienen que los espacios transnacionales abarcan a toda la población relacionada con el fenómeno migratorio.) Estas argumentaciones demuestran por qué además de las dimensiones espaciales, como las prácticas materiales y la forma como la población —debido al fenómeno migratorio— cambia y reconstruye su espacio, es necesario tomar en cuenta la importancia de los espacios imaginarios o simbólicos, material que retoma Harvey (1990) en su análisis del espacio desde las prácticas materiales o físicas y desde la influencia del espacio percibido y el imaginario o simbólico.

Si bien cuando se discute la migración se debe contextualizar el lugar donde se origina el flujo y su destino, la faceta de un espacio transnacional alejada de la mera localización de lugares es la que, más recientemente, desde la geografía contemporánea, se ha investigado con el análisis de los flujos, circuitos y campos transnacionales, donde además son de gran envergadura la forma en que el migrante se apropia del espacio y cómo el lugar de origen se modifica. En este sentido, Hiernaux (2007) sostiene que los migrantes se apropian y transforman su nuevo lugar[14] con la reproducción de prácticas y actividades típicas de su lugar de origen. Asimismo, la relevancia de las transformaciones que origina la migración internacional en el destino la discute Hirai (2009).

Los migrantes de otras nacionalidades y de otros grupos étnicos están transformando y reinventando el paisaje urbano de las ciudades receptoras, no sólo por su inserción en el mercado laboral y por el cambio de la composición demográfica, sino también a través de sus lenguas, objetos y símbolos que traen de sus países de origen y las costumbres y tradiciones de sus terruños, los cuales reproducen y resignifican en sus lugares de destino (Hirai, 2009: 15).

Tanto esta resignificación del lugar de destino (aquí llamada construcción o producción), como los cambios que se dan en el origen, son objeto de estudio en esta investigación, pensando que, según se ha visto que sostiene la geografía, no solo predomina el aspecto físico, sino que los migrantes —al llevar consigo sus familias y prácticas culturales propias— están modificando (produciendo) sus lugares de origen y los de destino; que ellos están creando y recreando espacios (simbólicos).

Migración y transnacionalismo

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