Читать книгу Migración y transnacionalismo - Ana Melisa Pardo Montaño - Страница 5

Introducción

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El objetivo principal de estudiar la migración desde un enfoque geográfico, es analizar su relación con el espacio. Si bien se trata de un tema trabajado ya por la geografía contemporánea en general, aún falta profundizar en su exploración desde la geografía latinoamericana. Recientemente, la geografía de la población le ha dado una mayor importancia a las lógicas espaciales derivadas del fenómeno migratorio, lo que se debe a que representan un estudio directo de la relación población-espacio. Esta investigación, por su parte, busca dar respuesta a la pregunta central de cómo la migración internacional produce, transforma o reconstruye el espacio[1] y qué implicaciones se derivan de ello. El caso específico que se analizará es el flujo migratorio que va de Axochiapan, municipio de Morelos, México, a las Ciudades Gemelas,[2] en Minnesota, Estados Unidos. Un flujo que tuvo su auge a principios de la década de 1990 y que se ha mantenido hasta la actualidad.

Debido a sus características, trascendencia e intensidad, el tema migratorio ha sido objeto de análisis en México desde diversas disciplinas y sus teorías correspondientes, las cuales lo han buscado explicar junto a sus implicaciones para el lugar de origen y el de destino, esas implicaciones no son exclusivas para los lugares, también tienen consecuencias para las personas que se desplazan, las cuales deben sobrevivir en un ambiente que no es el suyo y donde con frecuencia no son bien recibidas, en particular si no cuentan con la documentación que el lugar de destino les solicita.

Entre las principales perspectivas para analizar el fenómeno migratorio se encuentran las que estudian los individuos y su forma de “adaptación” o “asimilación” al lugar de destino (Park, 1930; Gordon, 1964; Alarcón, 1999, Portes y Rumbaut, 2010); las que se ocupan de las familias como núcleo de la migración y el modo en que se toman las decisiones como estrategia de sobrevivencia (Arango, 2003), y las que abordan el fenómeno como tal, además de la manera en que la migración genera mayor migración o teoría de la causación acumulada (Durand y Massey, 2003). Estas últimas examinan la importancia y los cambios que provienen de la migración ocurrida años antes, lo que ha permitido estudiar otras transformaciones del proceso e incorporar nuevas teorías como la del transnacionalismo (Glick et al., 1992; Kearney, 1995; Faist, 2000; Portes et al., 2003; Hiernaux y Zárate, 2008; Mendoza, 2011, entre otros), una perspectiva que analiza el fenómeno migratorio a partir de las relaciones entre el lugar de origen y el de destino.

Si bien dichos enfoques han conducido a diversas reconfiguraciones del cómo se entiende la migración, aquí no se profundizará en todos sus supuestos, salvo en qué medida han hecho referencia al espacio, considerando que la migración empieza con el desplazamiento “espacial” de personas, o de comunidades. Por otra parte, los aspectos espaciales de los procesos migratorios han sido poco estudiados desde la perspectiva transnacional, por lo que esto se transforma en un elemento de primer orden para esta investigación. Es con tal fin que se retoman algunos postulados de la geografía crítica que, a través de autores como Milton Santos y David Harvey, se refiere a la esencia social del espacio.

De acuerdo con Santos (1986), el espacio se conforma de los objetos geográficos o la naturaleza y de la sociedad. Esto es, que el espacio es una configuración geográfica o espacial más el paisaje o el modo en que los elementos de la naturaleza son mostrados, y lo que da vida a estos objetos, es decir, las relaciones sociales. Es así que el concepto de espacio remite a una totalidad, cuyo análisis propone Milton Santos. Este autor establece, además, que una importante herramienta analítica sería definir el espacio como totalidad de acuerdo con ciertos elementos, sin que sea la única forma de abordarlo: las personas, las empresas, las instituciones, el medio ecológico y las infraestructuras. Es de las relaciones entre estos que emerge una noción de espacio como totalidad, aunque el análisis no debe limitarse a las que hay entre un elemento con otro, sino que debe abarcarlas en su totalidad para poder hablar de espacio (Santos, 1986, 1997).

Por su parte, David Harvey coincide con los planteamientos sobre la producción social del espacio; inspirado en Lefebvre (1974), lo concibe como un proceso dinámico en el que participan tres dimensiones: a) las prácticas materiales espaciales (espacio vivido o producido), b) las representaciones del espacio (espacio percibido), y c) los espacios de representación (espacio imaginado) (Harvey, 1990).

Dado que lo que se busca en este libro es analizar el fenómeno migratorio y su influencia en las modificaciones y la construcción del espacio, resulta conveniente entenderlo como proceso dinámico, cuyas dimensiones no pretenden dividirlo, sino unificarlo. Por esta ruta, elementos generales que son fundamentales para el estudio del fenómeno migratorio (la influencia de lo económico, por ejemplo) serían parte del mismo espacio por lo que este puede ser analizado en sus dimensiones material y simbólica.

Así, partiendo de una noción del espacio como proceso dinámico y usando las dimensiones presentadas por Harvey, este análisis se concentrará en las modificaciones originadas por la migración internacional en el espacio, pero sin perder de vista el interés por el fenómeno migratorio. Para ello, se habrá de incorporar al estudio el concepto de tiempo en su sentido de factor que se relaciona directamente con el espacio (Harvey, 1996) y, desde luego, al fenómeno migratorio. Por tal causa se determinarán las características de los lugares de origen y de destino antes del incremento de la migración, esto es, de aquello que influye para decidirla (o lo que es lo mismo, los antecedentes).

Por otra parte, después de que las personas migran, sobreviene un proceso de “adaptación, integración o incorporación” al lugar de destino que involucra tanto aquello importante de la llegada, como el trabajo, la vivienda, las relaciones con quienes se quedan y, en suma, todo lo que tenga que ver con la forma como los migrantes y sus familias viven su espacio migratorio. Luego sucede lo que podría llamarse etapa de consolidación, misma que adquiere materialidad en las modificaciones y consecuencias para el lugar de origen y el de destino.

Uno de los principales aportes del transnacionalismo es que permite visibilizar distintos espacios y efectos de la migración que otras perspectivas teóricas no contemplan, por eso para una investigación como esta el enfoque transnacional resulta de gran utilidad. Un ejemplo del análisis desde el transnacionalismo sería comprender que el flujo migratorio de interés posee prácticas que pueden ser entendidas como transnacionales: contacto continuo entre la población de origen y la de destino, envío de remesas, o representación de actividades que son de los lugares de origen y que se replican en los de destino.

Los primeros en tratar el tema transnacional fueron Bash et al. (1992, 1994), autores que definen al transnacionalismo “como un proceso en el cual los migrantes forjan y sostienen múltiples relaciones sociales que ligan sus sociedades de origen con sus sociedades de establecimiento” (Bash et al., 1994: 7). Más adelante, Portes (1996) propone otra visión señalando que lo transnacional involucra lo económico en específico y no a todos los aspectos de la vida del migrante. Años más tarde, este mismo autor afirmará que lo transnacional corresponde a las “ocupaciones y actividades que requieren para su implantación contactos sociales periódicos y sostenidos a lo largo del tiempo y a través de fronteras nacionales” (Portes et al., 1999: 219), pero no determina si se trata exclusivamente de actividades económicas o quedan involucradas otras.[3]

Frente a estas diferentes concepciones del transnacionalismo, queda una interrogante: ¿qué actividades son consideradas como transnacionales y cuáles no?, es decir, si al hablar de contactos empresariales entre países, o de comunidades con actividades políticas en circuitos migratorios específicos, por citar dos aspectos, se alcanzaría o no un análisis desde ese enfoque. Con esta base, Itzigsohn et al. (2003) explican que mientras Portes (1996) se ocupa del aspecto económico, Bash et al. (1994), buscando ser más abarcadores, incorporan todas las prácticas transnacionales incluyendo las económicas y las simbólicas, entre otras (Itzigsohn et al., 2003). Como se verá en este estudio, esta conceptualización es más conveniente pues incorpora a lo económico, las actividades sociales, culturales y políticas, elementos relevantes para analizar cómo se transforma o reconstruye el espacio, concretamente en el flujo Axochiapan-Ciudades Gemelas.

Para llevar a cabo tal análisis se ha planteado una metodología mixta. Así, la información cuantitativa permitió analizar el contexto de interés, mientras que la de corte cualitativo dio cuenta ampliamente del fenómeno estudiado. Con el apoyo de los informantes clave y mediante el recurso de bola de nieve,[4] se realizaron 41 entrevistas semiestructuradas y en profundidad con informantes clave, migrantes, familiares de migrantes y migrantes de retorno; esto permitió incluir a toda la población que directa o indirectamente se ha involucrado con la migración. En el caso de la comunidad de origen, la mayoría de las entrevistas se realizaron en la cabecera municipal, aunque también se llevaron a cabo en localidades como Quebrantadero, Tlalayo y Atlacahualoya, entre otras. En el caso del destino, las entrevistas se realizaron en Mineápolis y en Saint Paul, pero focalizadas en migrantes oriundos de Axochiapan, aunque se aplicaron otras más a iglesias y organizaciones que apoyan a la población migrante.

Otra herramienta metodológica fue la observación participante[5] durante la celebración de la fiesta de san Pablo Apóstol, evento en el que se conversó con la representante principal de la mayordomía y con sus ayudantes, e incluso se pudo participar en uno de los desfiles de las ceritas.[6] La misma técnica se utilizó en el destino, en ciertos momentos de la jornada laboral de algunas tiendas de origen axochiapanense y en una sucursal de Los Gallos, empresa de envío de dinero, lo que dio pie para construir un panorama de los sujetos y su espacio en el contexto migratorio, y detectar la emergencia de vínculos espaciales que fueran producto de la migración, la circularidad del fenómeno, las experiencias personales de la población relacionada con la migración y, en general, de los cambios que la migración internacional ha forjado en el ámbito de lo espacial.

El libro se organiza en cuatro capítulos. En el primero se ahonda en la relación espacio-migración que, como ya se dijo arriba, se ha explorado poco desde la geografía. Se resaltan allí las principales teorías que han tratado el tema y los conceptos importantes que se desprenden de esa relación. En el segundo se presentan los antecedentes del proceso migratorio caracterizando tanto el lugar de origen como el de destino que, en determinados casos, incrementan ese fenómeno. El tercer capítulo está dedicado a las prácticas materiales, destacándose las relacionadas con el fenómeno migratorio (las económicas y las políticas). Y en el cuarto y último capítulo se explican el espacio percibido —lo simbólico a partir de lo religioso, la pertenencia, la identidad (transnacional), entre otros aspectos— y el espacio imaginado, o la forma como los migrantes representan su espacio a partir de la apropiación del lugar, las percepciones del lugar de origen o el destino como “el hogar”, entre diversos matices. Se incluye, para finalizar, un apartado de conclusiones derivadas del análisis.

Migración y transnacionalismo

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