Читать книгу Migración y transnacionalismo - Ana Melisa Pardo Montaño - Страница 7
El espacio y sus enfoques teóricos
ОглавлениеLo primero que viene a la mente cuando se habla de espacio es su componente “físico”, una extensión de tierra en la cual viven los seres humanos y que modifican o adaptan según sus necesidades. Sin embargo, cuando se analiza la realidad social, la referencia no puede reducirse al espacio objetivo, o espacio físico, aunque tampoco se le puede desligar. En los últimos años, la teoría social se ha interesado por el estudio espacial de los fenómenos sociales, lo cual ha significado grandes avances para la comprensión, por parte de las ciencias sociales, del significado de dicho concepto: “Los más recientes movimientos de la teoría social […] insisten en la necesidad de construir una nueva ontología espacial que permita dar un tratamiento teórico adecuado a estas nuevas problemáticas” (Delgado, 2003: 18). Es de esta manera que han entrado a la reflexión términos como espacio social.
Schatzki (1991), filósofo que se ha ocupado de la conceptualización del tiempo y el espacio, argumenta que aun cuando es común que los geógrafos construyan teóricamente el espacio como relativo (social) y absoluto (físico), este debe entenderse de las dos maneras y no elegir entre uno u otro. La interpretación debe ser entonces complementaria, lo cual significa que el espacio es absoluto y social. El social es otra parte de la espacialidad (la primera es el objetivo), la cual tiene lugar porque los seres humanos existen en interacción social. Por lo tanto, hablar del espacio es hablar de la sociedad, y para estudiar la sociedad es preciso hacerlo en referencia al espacio (Schatzki, 1991). Esta idea la comparten Lefebvre (1974) y Soja (2003), quienes describen el espacio usando distintas dimensiones: el espacio percibido, el concebido y el vivido.[2] Por su parte, Harvey (1977) sostiene algo similar cuando afirma que el espacio se puede considerar como absoluto o relativo y que incluso contiene un componente relacional, aunque de su postulado hay que resaltar un matiz: “el espacio va tomando la forma que deseamos de él durante el proceso de análisis, y no de éste. En adelante el espacio no es en sí mismo ni absoluto, ni relativo, ni relacional, pero puede llegar a ser una de estas cosas o todas a la vez según las circunstancias” (Harvey, 1977: 6).
La intención de reseñar a estos autores es recuperar las concepciones espaciales que se apartan del modelo tradicional de espacio territorializado, a fin de entender las realidades sociales. Surgen así dos interrogantes: ¿cómo estudiar las relaciones entre sociedad y espacio?, ¿de qué manera puede influir el espacio en la vida del ser humano? Una fórmula para responderlas consiste en proponer el análisis del espacio desde su relación con fenómenos sociales específicos, por ejemplo, con la migración internacional.
No obstante, y pese a los intentos de distintas disciplinas por entender el espacio, persisten vacíos conceptuales. Esto se debe tal vez a la falta de interacción de las otras ciencias sociales con la geografía, y de que esta última no siempre ha tenido al espacio como su objeto de estudio. Incluso autores como Santos (1990) advierten que esta ha sido una de las dificultades actuales de la geografía, ya que muchas de las problemáticas sobre las discusiones del espacio se vinculan con el hecho de que esa disciplina no definió desde un inicio su objeto principal de estudio: “La geografía es viuda del espacio. Su base de la enseñanza y de la investigación es la historia de los historiadores, la naturaleza natural y la economía neoclásica y las tres tienden a sustituir el espacio real, el de las sociedades en su devenir, por cualquier cosa estática o simplemente no existente, ideológica” (Santos, 1990: 107).
Por ello aquí se expondrá y clarificará, en lo posible, una conceptualización que se adecue a nuestro objeto de estudio destacando, a la vez, los principales aportes y discusiones que han llevado a la definición contemporánea del espacio.
Anotado lo anterior, es importante comenzar subrayando que fue a mediados del siglo xx cuando la disciplina geográfica vivió un cambio de paradigma, del cual surgió la geografía como ciencia espacial, geografía cuantitativa o nueva geografía. Con esta revolución científica, la geografía pasó del estudio de la región al del espacio, a la elaboración de teorías y, por supuesto, a la cuantificación; situación que la impulsó a tomar sus ideas de ciencias como la matemática o la economía, y aun de la filosofía, de donde surgieron vocablos, leyes y modelos que sirvieron de base para estudiar los fenómenos geográficos (Barnes, 2001). Como indica este mismo autor, tal cambio significó asumir el espacio como objeto articulador del discurso geográfico, lo que implicó transformaciones en las teorías, en el lenguaje y en las estrategias metodológicas de análisis, además de mucha más discusión entre la misma disciplina y otras acerca del mismo objeto de estudio. Fue un gran avance para la geografía; no obstante, la aparición de cambios se tropezó con muchos puntos de vista que contradicen las nuevas teorías (Barnes, 2001).
Esto condujo a que los geógrafos centraran sus esfuerzos en el análisis locacional, en modelos generales, en descripciones de las localizaciones, y en la definición de regiones funcionales, entre otros aspectos, lo cual —como es de suponerse— es de vital importancia si se quiere trabajar la geografía desde este posicionamiento teórico[3] (Delgado, 2003). Sin embargo, esta perspectiva se puede refutar si se repara en que la geografía no solo se interesa por la localización de sus objetos de análisis, cuestión que muchos estudios de corte demográfico o antropológico pueden emprender.
Pese a las aportaciones de esta revolución cuantitativa de rápida consolidación, su popularidad como modelo de análisis exclusivo fue pasajera. Para la década de 1970 inició la llamada revolución radical[4] de bases liberales, socialistas y, más adelante, marxistas: “El rasgo distintivo del nuevo discurso geográfico es que privilegia la dimensión social, en la que las relaciones espaciales son entendidas como manifestaciones de las relaciones sociales de clase en el espacio geográfico, producido y reproducido por el modo de producción” (Delgado, 2003: 79). La revisión de autores de esta corriente, como Lefebvre y Harvey, permite concluir que el espacio de interés será el producido por las relaciones sociales y no aquel contenedor de objetos (en su mayoría geográficos), ni el que busca la explicación o localización, como lo planteaba el antiguo discurso espacial. Esta noción del espacio es relevante en este libro. Lo que sucede en el espacio a partir de fenómenos sociales como la migración ofrece un panorama más completo del espacio producido por las relaciones sociales, lo que no quiere decir que se descarte la importancia para el análisis de los cambios que suceden en el espacio físico.