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Entretiempo

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Al igual que los demás deportes profesionales, el fútbol ha logrado mantener su lugar de importancia gracias a su capacidad para adaptarse a las transformaciones sociales y para traducir, a su manera y sin perder nunca del todo su esencia lúdica, las tensiones políticas, sociales, económicas y culturales que giran a su alrededor. Pero a diferencia de otros deportes, y de allí su singularidad, ninguno como el fútbol ha logrado jugar un papel integrador, cohesionador y generador de adhesiones y lealtades.

Ellas se despliegan desde la más local hasta esa indescriptible que se genera en torno a las selecciones nacionales. Unos han querido explicarlo, como todo, a causa de la alienación propia del mundo capitalista; otros han preferido referirla a una particular concatenación de sentimientos primordiales, lealtades tribales y profesión de fe religiosa; y otros más se inclinan por valorar la expresión ritual, sagrada, en que se convierte un partido o la participación en un determinado torneo. Uno, el poeta Vinicius de Moraes, lo inmortalizó al decir de la selección brasileña:

Mi seleccionadito de Oro… Goooool deeeel Braaaaaaaasil qué belleza mayor belleza no hay ni puede haber toda esta raza vibrando con una disnea colectiva ah qué vasoconstricción pero linda la sangre entrando verde por el ventrículo derecho y saliendo amarilla por el ventrículo izquierdo y fundiéndose en el cuerpo amoroso de pobres y ricos enfermos de pasión por la patria y hasta la revolución social en marcha se detiene por ver a seu Mané… o si no a los profesores Nilton y Djalma Santos a los que hay que canonizar porque nunca piensan en sí únicamente en Gilmar más solito que Cristo en el Huerto en medio de ese rectángulo abstracto en cuyo torbellino se oculta el himen de la patria-niña que todos nosotros tenemos que defender hasta la última gota de nuestra sangre. (De Moraes, 1994, pp. 83-84)

Patria, nación, selección, identificación de todo un pueblo unido en torno a un equipo por mecanismos pasionales, que no racional-instrumentales. Pero, ¿cuáles son los alcances y límites de esta adhesión? Para la política clásica, gobiernos, autoridades, partidos y candidatos, el fútbol podría servir para alcanzar legitimidad. Para los empresarios, publicistas y medios de comunicación, qué mejor que un mercado-espectáculo, un mercado-deporte. Pero, evidentemente, tal manipulación tiene sus límites. Los mecanismos y los alcances del fervor nacionalista que despierta el fútbol obedecen a mediaciones más profundas y complejas. Ellos no se agotan en la burda utilización politiquera y menos en la manipulación publicitaria. Más allá hay procesos, símbolos, mitos, imaginarios y mediaciones que subyacen a los factores aparentemente evidentes y a partir de los cuales se construye tal adhesión.

En ellos tal vez sea posible identificar elementos relacionados con la puesta en juego de determinados valores, con la ruptura temporal de diferencias sociales y económicas o con la eliminación inmediata de rivalidades ideológicas o políticas. Pero, ¿es factible distinguir un orden en su conjugación?

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