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Introducción

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Este libro recoge un conjunto de trabajos que, desde 1989, desarrollé en torno a la compleja relación entre la sociedad colombiana y la selección nacional de fútbol. La hipótesis, detrás de los distintos ejercicios reunidos en este libro, apunta a señalar que, de manera simbólica y significativa, los colombianos nos identificamos como tal, gracias a la selección Colombia. O, en otros términos, que lo único que hoy –simbólica, comunicacional y empíricamente (aunque esta mención abra un horizonte muy amplio de expectativas)– nos une es, algo así, como la selección Colombia. Y que en ello, el fútbol –por sus características propias y por la forma como se ha hecho imprescindible en la sociedad contemporánea, a nivel mundial, y en la colombiana, de manera particular– resulta fundamental para generar ese tipo de sentimiento, muy específico, que nos lleva a reconocernos como parte de un algo común: Colombia.

Paradójicamente, su gran potencia y su increíble fragilidad residen en que, en el caso de una sociedad ávida de referentes colectivos y necesitada de símbolos e imaginarios que propicien, mantengan y actualicen un algo en común, sujetan lo nacional a procesos en los que se exacerban, por todos y para todos, algunos rasgos profundos en que, al final, los colombianos terminamos por reconocernos. Algunos de ellos son presentables y nos gustan; otros son impresentables y nos avergüenzan; unos más, al presentarlos con orgullo y fervor patriótico, resultan luego vergonzantes y otros más, que en principio los asumimos dolorosamente, terminan por tejer un sentido profundo en el que vale la pena reconocernos. Podría, de una vez, ejemplificarlos, pero considero que es mejor dejar aquí la mención y sugerir al lector que en la lectura de los distintos capítulos los identifique y reflexione en torno a ellos.

Prefiero, más bien, hacer un recuento de la manera en que llegué al tema y explicar cómo y por qué me he quedado en él, en ya casi treinta años de haberlo trabajado. Es una historia que he revivido en el proceso de recolectar los textos y seleccionar cuáles se publican. Por lo mismo, al describir este ejercicio quedan presentados los capítulos que conforman el libro.

Al respecto, no sobra señalar que desde niño fui un aficionado al fútbol y un jugador dedicado, hasta los veintitantos. Como parte de una familia particularmente futbolera, hincha de Millonarios y fiel seguidora de la selección Colombia en aquellos años en que jugaba poco y no ganaba casi nunca, el fútbol era algo mucho más que un deporte y el estadio El Campín como una segunda casa. En el capítulo final se hacen algunas referencias a esta historia, que tuvo mucho de sufrimiento y fe y que contó con esporádicas y profundas satisfacciones. No obstante, hasta bien avanzados mis estudios de ciencia política en la Universidad de los Andes, la relación entre el fútbol y mis estudios profesionales no existió. En un ensayo para un curso sobre los filósofos griegos, en torno a los diálogos de Platón sobre la belleza, recogí una jugada de un partido para plantear la cuestión; por fortuna, el monitor era futbolero y consideró audaz y pertinente lo planteado.

La cuestión comenzó a surgir cuando, ya graduado, trabajé en el Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales, Iepri, de la Universidad Nacional de Colombia. La realidad del fútbol de aquellos años fue el contexto propicio. En efecto, se mezclaron de manera visible y macabra una generación de futbolistas de lujo, la violencia y los recursos del narcotráfico. De esta forma, el tema se me presentó por dos caminos paralelos, absolutamente separados en aquel entonces. En primer lugar, un par de artículos en El Espectador de aquellos años, sobre las consecuencias del asesinato de un árbitro y la suspensión del torneo en noviembre de 1989, propició el interés por escribir un artículo académico acerca de la relación entre fútbol y política, entre fútbol y violencia en Colombia. En segundo lugar, un grupo de amigos, muy aficionados al fútbol y seguidores fieles y constantes de la selección Colombia, decidimos hacer un libro sobre la historia del fútbol colombiano, con el rigor de los investigadores que habíamos estudiado, pero con el tono y el estilo de los hinchas, para resaltar lo que Maturana y sus muchachos estaban consiguiendo.

En el primer camino, el buen consejo de dos colegas de entonces abrió una veta de trabajo muy interesante: Iván Orozco me sugirió leer al filósofo holandés Johan Huizinga y su ya clásico Homo Ludens. Desde entonces, todo el trabajo que he adelantado ha tenido como primer gran referente la idea del juego como la actividad espiritual que diferencia al hombre de las demás especies; y Álvaro Camacho (q. e. p. d.) hizo algo que me mostró un gran aprecio y confianza por su parte: me prestó el libro El deporte rey del antropólogo inglés Desmond Morris. Allí encontré la posibilidad de indagar en esa pasión que seguía y practicaba con varias herramientas conceptuales y metodológicas de las ciencias sociales, en particular, con la ‘imaginación sociológica’, de la que había leído en un libro, así titulado, de C. Wright Mills.

A estos autores se fueron sumando, con acuerdos y desacuerdos, Vicente Verdú con Mitos, ritos y símbolos, Janet Lever con La locura por el fútbol, Gerhard Vinnai con El fútbol como ideología y Humberto Quiceno con su artículo “Jugar es algo más que ganar” en la Revista Foro. No obstante, la intención de publicar un artículo en Análisis Político, la revista del Instituto, cuyos artículos tenían que pasar por el inclemente filtro del “Gólgota”, no pasó de allí. Hubo un borrador que se presentó y no pasó. Hoy pienso que la principal razón no fue, solamente, cierta rigidez de los miembros del Instituto, que no consideraban serio ni académico publicar sobre estos temas en la revista que llevaba la imagen del rigor académico propio del Instituto y de la Universidad, sino dos hechos más de fondo que tenían que ver conmigo.

El primero estuvo relacionado con el hecho de que comenzar por el tema de fútbol y violencia, fútbol y narcotráfico, me resultaba forzado, como un trabajo más, de mi profesión de politólogo, que me obligaba a renunciar a temáticas y asuntos que me resultaban más interesantes y llamativos en esa relación, pero que todavía no estaban claros. Así como nunca recibí un pago en ninguno de los equipos en que jugué, para no mezclar el fútbol como pasión y placer con una actividad paga, no quería escribir sobre fútbol si no resultaba, principalmente, grato y divertido.

El segundo, que no había madurado suficientemente la cuestión ni había encontrado la forma, el estilo y el tono de abordarlo, lo que sucedería, posteriormente, durante los estudios de la maestría en Ciencias Sociales de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Flacso, en México. Esta maduración estuvo asociada a una toma de distancia de la formación del pregrado y de aquellos maestros que, como Francisco Leal Buitrago, habían sido tutores y guías en mi formación como politólogo e investigador y al normal proceso de maduración como cientista social que la formación de posgrado en el extranjero sin duda propició. Adicionalmente, dada la formación en ciencias sociales que recibí, tuve la oportunidad de tener como profesores a dos reconocidos científicos sociales latinoamericanos que trabajaban desde perspectivas de tipo culturalista: Roger Bartra, antropólogo mexicano que, sin duda, me permitió convencerme de que la Ciencia Política no tenía por qué renunciar a temas y problemas que ignoraba o consideraba peyorativamente de menor valor e importancia y Néstor García Canclini, antropólogo argentino. Durante la maestría accedí, también, a la perspectiva de análisis y los trabajos de Norbert Elías que se convertirían en referente central, en especial el libro con Eric Dunning, Deporte y ocio en el proceso de la civilización.

Esta maduración se haría palpable con la elaboración, como trabajo final del seminario que nos dictó, de un ensayo sobre “Fútbol y cultura nacional” que, gracias a los buenos oficios del profesor Bartra, salió publicado en la revista dominical del diario La Jornada. Luego sería publicado en la Revista de la Universidad de Antioquia, después de que, por azares del destino, le llegó a su entonces director, Héctor Abad Faciolince, quien lo publicó en una edición especial sobre el fútbol en junio de 1994. Este trabajo es el que abre la reflexión temática en mi vida profesional, e inaugura lo que sería prácticamente un artículo cada cuatro años, salvo en 2010, y, por ello mismo, inicia el abordaje académico de la cuestión en este libro.

Esta maduración, asimismo, permitió que ese grupo de amigos, que tuvo la iniciativa, publicara una historia del fútbol profesional colombiano hasta aquel mundial de Italia 90, en el cual se logró una angustiosa clasificación a octavos de final con el empate agónico ante Alemania. El libro se tituló Colombia Gol, de Pedernera a Maturana: grandes momentos del fútbol. Lo coeditamos con Juan Gonzalo Zapata, economista y politólogo, artífice inicial de la idea, y con José Arteaga, comunicador social y periodista quien, por entonces, hacia también sus primeros pinitos como escritor en torno a su otra gran pasión: la salsa. En él, participaron hoy conocidas figuras del periodismo como Fidel Cano, Eduardo Arias, Gonzalo de Francisco, entonces funcionario del gobierno de César Gaviria, y César Arizmendi, un amigo de universidad que nos aportó su visión como hincha del Unión Magdalena de Santa Marta. La portada fue un dibujo del fallecido Miguel Camacho, basado en la foto histórica de José Clopatofsky, entonces director de deportes de El Tiempo, en la que se congela, para la posteridad, el grito de gol de Fredy Rincón luego de anotar contra Alemania, en aquel empate que, precisamente, es uno de los hitos de la selección como referente de nación. Lo coeditaron Cerec y L. de G. Editores.

La inexperiencia hizo que no se pidiera el permiso al diario El Tiempo y, dado que uno de los coautores era Fidel Cano de El Espectador, se tuvo que entregar una buena parte de la edición para evitar una demanda. El libro no se vendió como se esperaba, pero con el paso del tiempo fue allegando satisfacciones y una tarea hasta hoy no efectuada: sacar una segunda edición que actualice esa historia hasta la actualidad. De este libro, se reproduce el capítulo sobre la participación de Colombia en Italia 90, que escribimos a cuatro manos con José Arteaga. En Colombia Gol se incluyó un texto que es hoy referencia sobre el combinado nacional: “Ay, la selección Colombia”, escrito por Eduardo Arias.

Con la feliz conclusión de esos dos procesos, no exenta de contratiempos –el hecho es que al volver del doctorado y luego de haber sido analista político y columnista deportivo de El Espectador desde México y Bogotá–, el trabajo sobre fútbol y política, selección y nación, era ya un hecho. Al entrar como profesor de planta de la Universidad de los Andes en el Departamento de Ciencia Política, la posibilidad de dictar un curso en el Ciclo Básico de la Facultad de Ciencias Sociales, sobre deporte y sociedad, constituyó una oportunidad para mantener la atención sobre el tema y dar inicio a otra línea que se ha ido fortaleciendo: los estudios sobre el barrismo en Colombia. De hecho, el artículo sobre “el fútbol del milenio” recoge un conjunto de reflexiones en torno a este deporte y sus transformaciones, que se enriqueció de esa mirada compleja, amplia y problematizadora que se fue elaborando como sombrilla necesaria para completar la reflexión sobre la temática central aquí mencionada, extendida al deporte como fenómeno social. Un trabajo sobre la historia de los mundiales, que finalmente nunca se publicó, obligó a tener mucha mayor información, análisis e hipótesis de trabajo sobre el devenir histórico de esta competencia y los hechos relevantes sucedidos cada cuatro años.

No obstante, un evento convocado por el Ministerio de Cultura sobre fútbol y política en el primer semestre de 1999 sirvió para establecer nexos que, poco después, constituirían un escenario inmejorable para decantar el tema y desarrollar una investigación exclusivamente en esta materia. De una parte, se pudo participar en el grupo de Deporte y Sociedad del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, liderado por Pablo Alabarces, y gracias a los buenos oficios de Sergio Villena. Tras un encuentro en Quito, en el cual se compartieron trabajos de investigación en curso, se logró publicar el segundo libro del grupo Futbologías: fútbol, identidad y violencia en América Latina. De otra parte, el Ministerio de Cultura lideró el proyecto de Cuadernos de Nación, en el cual –en conjunto con Germán Ferro, antropólogo, e Ingrid Bolívar, politóloga e historiadora– desarrollamos tres estudios, en el proyecto, sobre “Ídolos, íconos y símbolos: tentativas para la construcción de nación, 1947-2000”; del cual resultarían dos Cuadernos de Nación: Nación y sociedad contemporánea escrito por Ingrid Bolívar, pero producto de la discusión en conjunto, y Belleza, fútbol y religiosidad popular, en el cual se presentan los resultados de los tres estudios de caso: el reinado nacional de belleza, el “Divino Niño” y la selección Colombia. Este último, trabajado con Catalina Londoño, se incluye en este libro.

La convergencia afortunada de esos dos procesos permitió enriquecer, decantar, profundizar y fijar un derrotero de análisis que alcanzó para algunos textos en revistas académicas y para iniciativas que tardarían en hacerse realidad, hasta diciembre de 2011, como la de una exposición sobre fútbol y nación en el Museo Nacional: “Un país hecho de fútbol”. De allí surgió el texto de 2006, a invitación de la revista Quórum de la Universidad de Salamanca. No obstante, como funcionario público, la posibilidad de renovar la atención en el tema y mantener abiertas las líneas de investigación, deporte, fútbol, selección y nación y barrismo, fue prácticamente imposible, aunque se accedió a otras experiencias como la del fútbol callejero y el Golombiao, iniciativas que desarrollaba el Gobierno. La ausencia de publicaciones hacia 2010 tiene que ver con esto.

Aunque retomar el tema y darle nuevos desarrollos y alcances tomó algo de tiempo, lo sucedido en torno al mundial de Brasil en 2014 fue, de nuevo, una convergencia de hechos afortunados y fundamentales que explican esta iniciativa. La cuestión comenzó con la convocatoria de un grupo de jóvenes para escribir en una revista sobre fútbol, El Escorpión. Aunque allí finalmente no se llegó a buen puerto, el texto elaborado vio la luz en la Revista Javeriana en junio de 2014. Finalmente, se decidió incluirlo, pues fue un simbólico punto de quiebre. Entre tanto, tuve la oportunidad de participar en dos iniciativas en las que se plasmaba la experiencia y el conocimiento acumulados. En efecto, fui invitado a participar de la consultoría que elaboró, a instancias del Ministerio del Interior, el Plan Decenal de Seguridad, Comodidad y Convivencia en el Fútbol. Como parte de ese mismo proyecto, fui invitado por el Centro Nacional de Consultoría para, a partir de una encuesta nacional sobre el fútbol y la selección, escribir en conjunto, con varios consultores más, el libro El poder del fútbol.

Dados los impresionantes resultados de la encuesta, los temas de identidad, pertenencia y reconocimiento del profundo significado de la selección para el país se sumaron a una valoración, también muy positiva, del fútbol en general. Surgieron, así, dos colaboraciones que, gracias al trabajo adelantado, permitieron, desde la perspectiva de la política pública y gracias a la encuesta, que lamentablemente no se ha repetido, actualizar, precisar, confirmar y enriquecer los análisis adelantados.

Mientras, Marco Palacios, el conocido historiador, me invitó a aportar el trabajo de “Fútbol y cultura nacional”, publicado en 1994, para un libro sobre Colombia, en inglés, publicado por Duke University Press. El libro se titula The Colombia Reader: History, Culture, Politics, lo cual relanzó el texto, ahora en inglés, y renovó la importancia de la temática allí abordada. De manera semejante, la iniciativa de hacer una mesa sobre fútbol y política en el III Congreso de Ciencia Política de la Asociación Colombiana de Ciencia Política, ACCPOL, que se celebró en Cali con la organización de la Universidad Javeriana Seccional Cali, el Icesi y la Universidad del Cauca, me obligó a elaborar una ponencia sobre el tema que se convertiría luego en un artículo publicado en la revista Desbordes: Fútbol y política en Colombia: reflexiones politológicas en un año mundialista”, texto que también se incluye acá.

La participación en aquel evento resultó muy interesante, pues el auditorio se mantuvo bastante lleno hasta el final, un viernes casi a las seis de la tarde; pero lo anecdótico fue la intervención de un profesor cuyo nombre nunca conocí, quien básicamente quiso mostrar que ni por lo teórico, ni por las lecturas de lo empírico, ni por las referencias comparadas, lo planteado en mi ponencia tenía algún sentido. Poco tiempo después se presentó la situación opuesta: fui contactado por David Quitián para asistir al lanzamiento de un libro sobre fútbol y nación en toda la región que, a instancias de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD) y de la Asociación Colombiana de Estudios del Deporte, (Asciende), se había desarrollado. Allí me pidieron que hablara como padre fundador de la temática. Fue grato encontrar un reconocimiento no solicitado, pero útil, para restablecer la confianza y encontrar voces de exalumnos cabalmente metidos en la temática. De aquí se desprende la reseña que fue publicada en Desbordes e incluida en este libro.

La ponencia convertida en artículo y la reseña fueron el mecanismo para volver sobre la temática desde una perspectiva netamente académica. De allí que, cuando llegó la convocatoria de la revista Historia Crítica, en el segundo semestre de 2015, intentara con Mariana Toro actualizar una mirada sobre el tema desde la perspectiva de los imaginarios. Como en el año 1991, la no publicación fue una buena oportunidad para tener otro impulso de fondo en la materia. Fue así como, en el IV Congreso de ACCPOL, que se realizó en Bogotá, se organizaron ya no una, sino dos mesas: una sobre fútbol y nación y otra sobre barrismo. En este contexto, y del reencuentro con Omar Rincón e Ingrid Bolívar, surgió, entonces, la iniciativa de un libro que ya está listo, pero no ha visto la luz aun, y que se titula Colombia fútbol club, editado por Omar Rincón. Precisamente, el incumplimiento inicial en la entrega del artículo para esta publicación constituye la motivación inicial del libro que aquí se presenta. Ante la angustia de no publicar el artículo, encontré la paz en la iniciativa de producir este libro que, como se ha señalado, recoge textos diversos que fueron escritos desde lo sucedido en el mundial del 90 hasta hoy. Paradójicamente, hay casi un artículo por mundial, salvo en 2010. Queda, por tanto, el reto en relación con el mundial de Rusia, que se jugó y cuyos desenlaces ameritarán nuevos análisis y aproximaciones.

Pues bien, el libro se cierra con un artículo inédito que pretende actualizar, hasta la actualidad, el análisis de la cuestión. Ahora bien, ante el reto de escribir algo novedoso y diferente, se da cuenta del mismo problema desde dos ópticas distintas: la historia larga de la relación entre selección y nación, poco referida en lo relativo a lo que se vivió antes de 1985, desde una perspectiva de experiencia personal, y una reflexión de lo que va de 1985 a hoy, centrada en dos rasgos que la selección ha dejado como impronta en la sociedad colombiana: ganar sin ganar y perder es ganar un poco, aspectos que conforman también el texto del libro editado por Omar Rincón. Al final del artículo inédito, se hace un balance de lo que se tiene, hasta hoy, en la reflexión y se puntualizan asuntos por trabajar en los próximos años.

En el libro, entonces, es posible establecer, desde una perspectiva histórica, diversas aproximaciones frente al tema. En algunas, el objeto central es, en efecto, la nación y la selección. En otras, son otros los componentes o aspectos considerados para dar cuenta de la nación y el fútbol. En la práctica, lo que vale la pena señalar es la continuidad de una temática y de un problema de investigación que, en relación con su propio desarrollo, pero también de acuerdo con mi propia experiencia de vida, ha sido objeto de una mirada cuidadosa en el tiempo. En algunos asuntos, encuentra el lector una perspectiva muy semejante e incluso algo repetitiva. En otros, se arriesgan nuevas temáticas y enfoques. Al final, queda abierta una agenda de investigación todavía robusta y pertinente.

Es cierto, como se repite muchas veces, que el fútbol, al final, es solo un juego. Sin embargo, el recorrido sobre el tema de la selección y la nación, la nación bajo un uniforme, posiblemente lleve al lector a pensar que es un juego, entendido como aquella actividad trascendente, espiritual, que nos diferencia de las demás especies.

Ganar sin ganar

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