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XIII.

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"Por algún tiempo no pude olvidar aquella cabellera mal rizada de la pobre María Luisa, aquellos ojos negros ardiendo y aquel pecho turgente que veía temblar á través de los harapos."

"El colegio adonde concurría, distaba poco de mi casa y nunca iba más lejos; pero una mañana, por comprar libros, tomé distinta calle."

"Al entrar en un portal, me sentí estrechado suavemente por unos brazos delgados que en el acto me soltaron y contemplé junto á mí á María Luisa, que vestida de limpio, animada y risueña me ofrecía una manzana y me señalaba la esquina del portal diciendo con encantadora sencillez:—Ya vendo fruta."

"En aquella esquina estaba una mujer sentada en medio de varios cestos llenos de frutas y adornados con ramas verdes."

"—¿Por qué no has ido á mi casa?—dije á la niña tomando la manzana.—Porque ya sanó mi tía,—me contestó algo turbada y reponiéndose añadió:—Con el dinero que Ud. me daba, compramos ese puesto de fruta."

"Sus ojos me veían con dulzura y sus mejillas se pintaron de rojo muy subido."

"Volvió á señalarme la esquina y corrió, al parecer avergonzada de su atrevimiento."

María Luisa, Leyenda Histórica

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