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Me detengo en la entrada principal de la casa de Any y Bryan. Observo detenidamente los jardines. Están cuidados, y no les falta ni el más mínimo detalle. La piscina ovalada que hay en el centro está decorada con una piedra de color blanco, lo que provoca que resalte del resto del entorno.

Suspiro varias veces antes de entrar. Toco al timbre y Any sale a recibirme. Cruza sus brazos en el pecho y me mira.

—¿Qué ha ocurrido?

Me hago el loco:

—No sé a qué te refieres.

Asiente, queriendo decirme: «¿Tú te piensas que soy tonta?».

—Y por eso Bryan está que se lo llevan los demonios, ¿no?

—Sinceramente, no sé cómo está Bryan —le respondo con indiferencia.

—Acabo de decírtelo. ¿Dónde has estado, Max? No conoces nada de aquí.

—Necesitaba tomar el aire.

Se da la vuelta y entro detrás de ella. Cuando voy a dirigirme a mi dormitorio para poder dormir un largo rato, me detiene.

—Ni se te ocurra subir por esas escaleras —me increpa con tono amenazador. Señala la puerta de la cocina—. Entra.

Exhalo un fuerte suspiro y agacho mi cabeza, negando varias veces. Al entrar, me encuentro a Bryan apoyado en una de las encimeras. Me clava la vista; sus ojos no me dicen nada bueno. No me meneo del sitio, solo cruzo los brazos sobre mi pecho y espero a que Any entre.

—Sentaos —nos ordena con firmeza. Al ver que Bryan no lo hace, ruge—: ¡Los dos!

Hace lo indicado. Arrastra el taburete de mi lado y se lo lleva a la otra punta. Any se queda de pie, observándonos.

—¿Podéis explicarme qué demonios os pasa?

Ninguno de los dos hablamos. Durante un rato, nos quedamos en silencio, sin mirarnos.

—Os he hecho una pregunta. Si tengo que repetirla, será de otra manera —nos asegura enfadada.

—Pregúntaselo a él. Creo que no tiene las cosas claras todavía —interviene Bryan con malicia.

—Mejor pregúntale a él, que los celos se lo carcomen sin ningún motivo —contrataco.

Any alza una ceja. Bryan se levanta de golpe y pega un puñetazo en la isla que nos separa.

—¡Maldita sea! ¡Yo no estoy celoso de ti! —vocifera.

—Pues lo parece —le contesto, intentando mantener la compostura.

La cara de Any empieza a cambiar poco a poco.

—¡¿Por qué cojones no hablas claro, Max?! —grita de nuevo.

—¿Quieres que hable claro? Muy bien. —Raudo, me levanto del taburete. Any se despega un poco de la isla. Creo que teme por lo que pueda ocurrir—. En ningún momento he intentado arrebatarte a tu mujer, y tú lo único que haces es sacar conclusiones precipitadas —le digo en el mismo tono que el suyo.

—¡Vale! —Pone las manos en el aire—. Entonces, ¿me invento las cosas? Si es así, ¿por qué diablos no quieres venirte aquí? Vamos, dilo —me pica.

Me quedo callado. Observo a Any, y ella a mí. En sus ojos puedo ver un claro miedo a lo que vaya a decir. La conozco demasiado bien.

—No quiero venirme aquí por la sencilla razón de que tú —lo señalo con calma— lo malinterpretas todo, y a la vista está. En ningún momento te he dicho que no quiera venirme a vivir aquí por ella. Simplemente, no quiero hacerlo por mí.

—¿Por ti? ¡Ja! —ironiza—. ¡Cuéntale ese cuento a otro, que conmigo no cuela!

—¡Todo esto es por tu culpa! —exploto.

Abre los ojos desmesuradamente y la ira nace en su rostro. Noto cómo mi cuerpo empieza a temblar, y sé que como sigamos por este camino, nos liaremos a hostias.

—¡¿Por mi culpa?! —brama.

—¡Sí! Si tu no hubieses propuesto el puto trío y no te hubieras portado como un auténtico gilipollas, ¡yo no me habría enamorado de ella!

Ya lo he dicho.

Any abre los ojos de par en par. Sí, sé que todos pensaban que ya estaba superado, pero no es así, ha sido una mentira rotunda.

—Enamorado... —musita Bryan, mirando el suelo. Se lleva las manos a la cabeza y tira un poco de su cabello. Respiro agitadamente—. Enamorado… —repite como si no se lo creyese.

—Sí, Bryan, ¡enamorado! ¡No puedo quitarme a tu mujer de la cabeza! ¿Qué coño hago? ¡¿Qué?! Dame la solución. ¿Me arranco el corazón? —le pregunto histérico.

Niega enérgicamente y me mira, fulminándome.

—Dijiste que… no la amabas… —balbucea.

—¡Intentaba evitar esto! ¡¿Es que no te das cuenta?! —chillo.

—Te mato, te mato, te mato…

En dos zancadas, se planta delante de mí. Cuando va a pegarme un buen puñetazo, me tiro encima de él. Algún que otro golpe nos llevamos ambos.

—¡Parad de pelearos! —nos pide Any.

Noto cómo su cuerpo se mete en medio de los dos. A mí me da la espalda y a Bryan lo empuja para que se aparte.

—¡¿No estarás poniéndote de su parte?! —gruñe descontrolado al ver su gesto.

Intento dar un paso hacia él, cegado por la ira. Any me detiene.

—Ni se te ocurra, Max —sentencia. Mira a Bryan y respira antes de hablar—: Esto tenemos que solucionarlo, y como alguno de los dos levante una mano de nuevo, no me hago responsable de mis actos —nos advierte.

Nos miramos como auténticos rivales. No aguanto más esta situación. Me giro, abro la puerta de la cocina y doy un fuerte portazo al salir. Escucho cómo los dos discuten, pero me alejo lo antes posible para no escuchar el motivo, puesto que ya sé que soy yo.

Me despierto dos horas después. Tras la discusión, estaba muy cansado, y después de haber estado toda la noche despierto, en cuanto he llegado a mi casa he caído exhausto.

Obligo a mi cuerpo a levantarse y dirigirse al baño. Necesito una buena ducha. No me molesto en ponerme ni los pantalones; solo con el bóxer voy bien. De todas formas, voy a quitármelos en dos minutos. Cojo mi móvil, que está sonando, y me dirijo al baño mientras leo un correo que acaban de mandarme.

Cierro la puerta y el vaho me da de repente en la cara. Levanto la vista y me encuentro a Any… ¡desnuda!

—Oh, lo siento —me disculpo, mirando hacia otro lado—. No sabía que estabas aquí.

—No pasa nada, Max —me dice sin importancia—. Ya he terminado.

De reojo, veo cómo se lía una toalla alrededor de su perfecto cuerpo. ¡Dios!

—Mejor espero fuera —digo, y abro la puerta—. Lo que faltaba es que… —Me quedo sin palabras cuando me encuentro a Bryan delante de mí.

Me empuja hacia dentro, mirándome fijamente. Ni siquiera se percata de que está su mujer.

—Dale gracias a que estaba Any delante, si no…

—¿Si no, qué? —lo corta ella.

Cierra la boca de sopetón. Me mira, y lentamente guía sus ojos hacia ella. La repasa de los pies a la cabeza. Se gira de nuevo hacia mí. Estamos prácticamente pegados el uno al otro.

—¿Qué coño haces en el baño? —me pregunta directamente.

—No sabía que estaba aquí —me defiendo, achicando los ojos.

—Ya —se limita a decir.

Me ofende.

Le pego tal empujón que lo dejo pegado al lavabo.

—¡¿De verdad piensas que voy a faltarte al respeto en tu propia casa?! —vocifero.

—A estas alturas, ya no sé ni qué pensar —añade como un témpano de hielo.

No quepo en mí de asombro. ¿Cuándo se ha vuelto así?

—¿Se puede saber qué coño te pasa, Bryan?

—¡¿Qué coño te pasa a ti?!

Nos miramos llenos de rabia y nos decimos mil y una cosas sin hablar.

—Parad de una puñetera vez —nos pide con calma Any. Se agarra la toalla con vigor para evitar accidentes. Primero me contempla a mí y después a su marido.

—Daos la vuelta, que voy a vestirme.

Enarco una ceja, y veo que Bryan hace lo mismo. Hago caso de inmediato y me giro hacia la puerta, pero Bryan no lo hace.

—Los dos.

—¿Estarás de broma? —le pregunta incrédulo.

—No, Bryan, no estoy de broma.

Escucho cómo suelta un fuerte resoplido y maldice por lo bajo.

—No puedo creérmelo… —murmura, dándose la vuelta.

No puedo evitar que una pequeña risa asome en mis labios. Se da cuenta.

—Quita la sonrisa que tienes si no quieres que te la borre de un puñetazo —bufa. Oigo a Any exhalar un fuerte suspiro—. ¿Tienes que venir con el bóxer solo? —me pregunta, arrugando el entrecejo.

—¿Tienes algún problema? —le contesto sin mirarlo.

—Sí, tengo muchos.

—Pues búscate la vida para solucionarlos —le respondo sarcástico.

Any me da un leve toque en el hombro y me giro. Se ha vestido. Hace lo mismo con Bryan y se vuelve también. La mira enfadado, pero ella lo ignora por completo.

—Vais a daros unos días para pensar las cosas y después volveremos a tener una conversación los tres. —Bryan va a abrir la boca, pero ella lo fulmina con la mirada. La cierra—. Ahora, salgamos y dejemos a Max ducharse.

Sujeta a Bryan del brazo y lo saca del cuarto de baño. Lo escucho renegar por el pasillo, preguntándole por qué le ha dicho que se girase. Any no le hace caso. Esta mujer los tiene bien puestos.

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Incítame

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