Читать книгу Incítame - Angy Skay - Страница 7
Seis meses después
ОглавлениеMe ato la corbata y me pongo los zapatos negros de charol hechos a medida; porque, claro, hoy en día no hay muchos números del cuarenta y ocho tan exquisitos como a mí me gustan. Cojo la chaqueta negra de pingüino y me la paso por los brazos hasta que la ajusto a la perfección a mi moldeado cuerpazo.
Sí, pensaréis que soy un creído, pero es la realidad. Mi cuerpo desarma a las nenas. Aunque la única que me importa es a la que voy a esperar en el altar: Marian. Llevamos tres años juntos, y creo que ya ha llegado el momento de dar un importante paso en nuestras vidas. Y qué mejor manera de hacerlo que casándonos.
Toc, toc.
—¿Se puede?
Aquí está, otro monumento andante como yo: mi fiel y único amigo Bryan. Y cuando digo único es porque verdaderamente lo es. No he conocido a un tío en todos estos años como él, y dudo que a estas alturas vaya a hacerlo. Siempre está cuando se le necesita. Y, aunque tiene sus manías, es un hermano para mí.
—Claro, entra.
Me mira de los pies a la cabeza.
—Esto…, ¿estás seguro de lo que vas a hacer?
Niego con la cabeza mientras termino de atarme el último botón de la chaqueta.
—¿Eres tú él que me lo pregunta? Porque te recuerdo que tú te casaste hace poco con doña Porcelana.
Bryan suelta una estridente carcajada. Sí, la llamo doña Porcelana porque me da la gana. La mujer de mi mejor amigo, Abigail, es repelente, maleducada y consentida. Es pronunciar su nombre y mi rostro expresa asco inevitablemente.
—No sé cómo has podido casarte con esa mujer…
—La tuya no se queda atrás —contrataca. Lo observo durante un segundo—. Lo siento. No quería recordarte momentos indebidos el día de tu boda. Pero eso te pasa por tirarme de la lengua.
Niego con la cabeza.
—No lo sientas. Puede que el idiota aquí sea yo. Pero me consuela saber que tú estarás conmigo.
Me río. Él hace una mueca graciosa.
—Abigail está embarazada.
Ahora sí que mi cara es un poema.
—¿Cómo?
—Pues eso, que está embarazada.
Inspecciono a mi amigo e intento descifrar la cara que tiene.
—¿Cuál es el problema? Ambos lo buscabais, ¿no? —Se limita a asentir—. ¿Entonces?
—No sé… Creo que ella no es feliz.
—Quieres decir que ella no quiere niños.
Estoy seguro. No querrá estropear su figura de Barbie.
—Sabes lo que me ha costado convencerla. Al principio estaba muy reacia, pero luego pareció aceptarlo sin más. No sé…
—Mira que me extraña que esa mujer quiera a alguien más que a sí misma.
Bryan entrecierra los ojos un poco.
—¿Quieres ir con un ojo morado el día de tu boda?
Ahora el que suelta una estridente carcajada soy yo.
—No me pegarías por ella, lo sé —afirmo de forma chulesca.
—Llevas razón, no lo haría. Pero echa el freno un rato, que siempre estás avasallándola. —Niego de nuevo. No sabe a quién tiene por mujer todavía—. ¿Quieres que te maquille un poco? —me pregunta con sorna.
—No, gracias, yo no uso esas mierdas. —Le devuelvo una sonrisa irónica.
—Vamos, deja de mirarte, Max. ¡Vas a llegar más tarde tú que la novia!
—Bueno, estaría bien que por una vez en la vida el novio llegase más tarde, ¿no crees?
—Mi madre moriría de un infarto y te mataría antes. Así que mejor llega el primero.
Giselle es la madre de Bryan; y la mía, en cierto modo. La madre que nunca tuve.
—Tu familia es la única que tengo en la boda.
—Mi familia es tu familia desde hace mucho tiempo, no lo olvides.
Mis ojos se entristecen un poco. No sé por qué motivo llevo toda la vida luchando solo, excepto cuando Anthony, el padre de Bryan, me encontró. Aun así, el día de tu boda parece que necesitas a la familia más que nunca. Doy gracias por tenerlos a ellos.
—¡Max, vámonos! —Ya no está insinuándomelo, sino exigiéndomelo.
—Está bien, nos vamos.
Cierro la puerta de la entrada de mi casa y llegamos al garaje.
—¡Mierda!
—¿Qué pasa ahora? —pregunta Bryan, poniendo los ojos en blanco.
—¡Me he dejado los anillos arriba!
—¡Joder! Pues sin anillos.
—¿Cómo coño voy a casarme sin anillos? ¿Eres tonto?
Niega y se ríe.
—Te daré un trozo de alambre, por ejemplo. Seguro que con eso se conforma.
Se ríe de mí de tal manera que termina doblándose él solo debido al dolor de barriga que debe estar dándole.
—¡Que te jodan, Bryan!
Subo y entro en la casa. Como no recuerdo dónde he puesto los anillos, después de media hora buscando, Bryan, desesperado, sube para ayudarme, hasta que por fin damos con ellos.
—Esto quiere decir que no te cases —dice Bryan como si nada.
—¡Oh, vamos! No seas gafe.
Bajamos al garaje y por fin nos ponemos en marcha hacia la iglesia. Cuando llegamos, la puerta está abarrotada de gente. Solo quedan cinco minutos para que llegue la novia. Giselle me ve y corre hacia mí, junto con Anthony.
—¿Dónde demonios estabas? ¡El novio no puede llegar tarde! ¡Nunca! —me regaña.
Pongo los ojos en blanco. Anthony se acerca para abrazarme.
—Hijo, ¿entramos?
—Claro.
Por el camino, voy encontrándome a los familiares de Marian. Todos me saludan con mucho afecto. Normal, van a pegarse la fiesta de su vida a costa mía. Qué cínicos. Yo sonrío con educación y continuo mi camino.
—Si no la quisiera, los habría mandado a todos a la mierda —le susurro a Bryan para que nadie me oiga.
—La verdad es que sí. Son todos una manada de chupópteros.
Llego al altar y escucho unos tacones retumbando en el suelo. Ahí viene la famosa Abigail.
—¡Vaya! Estás guapo, pero no tanto como yo. ¿A que voy espectacular?
Arqueo una ceja. Qué mujer más insoportable.
—Abigail… —la reprende Bryan.
—Oh, no, déjala. Claro que estás guapa.
—Como siempre —contesta ella antes de tiempo.
—Sí, como siempre. Sobre todo, por ese nido de abejas que llevas por moño y ese tocado que parece una tela de araña.
Bryan me mira a mí y luego a ella. Abigail abre la boca desmesuradamente.
—¡Esto es moda!
—Sí, sí, lo que tú quieras. El tocado es más grande que tu cabeza. Creo que te has pasado… un poquito. —Le hago un gesto con mis dedos.
Se toca el tocado, disgustada, y mira a Bryan.
—A Bryan le gusta, ¿a que sí, cari?
—A mí no me metáis —se excusa, poniendo las manos en el aire.
Suelto una carcajada.
—Me parece que te has quedado sin apoyo.
Con las mismas, se da la vuelta y se marcha. Pasa un rato y no viene nadie. Bueno, no viene Marian. ¿Dónde estará?
—Joder con la novia —bufa Bryan—. Y me quejaba de ti…
—Eso digo yo.
—Las mujeres necesitamos más tiempo para arreglarnos y estar perfectas. No lo entendéis —nos amonesta Giselle.
Bryan y yo negamos con la cabeza. En ese momento, veo entrar a Mónica, la hermana de Marian, corriendo por el pasillo de la iglesia.
—¿Ya viene? —le pregunto con una sonrisa en el rostro. Sin embargo, se me borra cuando veo la cara que trae—. ¿Ha ocurrido algo?
Llega hasta mi altura y se retuerce las manos.
—¿Qué ocurre, Mónica? —le pregunta Bryan.
—Pues…
—¿Pues? —insistimos los dos a la vez.
—Es que… Bueno…
Me exaspera. Doy un paso hacia ella; hecho que, por lo que se ve, le impone, ya que retrocede.
—¿Qué pa-sa? —recalco cada sílaba pausadamente.
—Que no va a venir, Máximo.
—¿Cómo que no va a venir? —le pregunto sin entender.
—Pues… que no va a venir.
—No va a venir… —susurro mirando hacia la nada—. No va a venir… —repito.
Mónica se da la vuelta y sale disparada de la iglesia.
—¿Max? —me llama Bryan.
Levanto mi mano derecha para detenerlo cuando se dirige hacia mí. Necesito estar solo. Me reajusto el traje y salgo de la iglesia bajo la atenta mirada de todos, de la manera más digna que puedo. Intento parecer sereno y mantener la compostura para que nadie vea que acaban de destrozarme el corazón.