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Ondas

Mic salió de la gran oficina de su madre para cumplir con los procedimientos del viaje y se dirigió al gran centro de Viajes Espaciales de Tron que, desde afuera, se erigía en una gran cúpula rosada con miles de puertas que se abrían y cerraban en un vaivén permanente. Y por dentro replicaba lo que sucedía en su planeta, pues en Tac todo estaba precisamente planeado, sin desvíos, sin pérdidas de tiempo ni quejas.

A Mic siempre le había fascinado toda esa perfección al servicio de ellos mismos y de todos los planetas conocidos; por eso le parecía mejor estudiar a las hormigas de la Tierra que a los humanos.

Sumido en sus pensamientos, fue flotando por largos pasillos y llegó en poco tiempo a una especie de vestidor electrónico con muchas pantallas a su alrededor.

Inmediatamente apareció Ima, la preparadora oficial de viajes espaciales.

–Hola Mic. Vamos a convertirte en un humano para pasar inadvertido en la Tierra. De acuerdo a las variables matemáticas, este será tu avatar.

Inmediatamente, como varitas mágicas, los dedos de Ima se movieron en el aire y, en un abrir y cerrar de ojos, el muchacho tomó forma humana transformándose en un niño de 11 años, bajito, de un metro cuarenta de altura, cabello oscuro, boca normal, orejas normales, retacón y rellenito; ni muy lindo ni muy feo según los parámetros terrestres.

Se miró en el espejo y en primer lugar se asustó al verse humano, luego le causó rechazo porque se veía feo, horrible, pero nuevamente su OSS atrapó todos sus sentimientos. Sin embargo, desde la lógica, le preguntó a Ima:

–¿Por qué esta estatura tan baja?

–Verás, hemos estudiado que los humanos siempre están fijándose en detalles del cuerpo. Si tu avatar no tuviera un detalle notorio, en este caso, ser bajito, quedarías expuesto a que descubrieran tu inteligencia superior. De esta forma, para ellos serás “el petiso” y podrás investigar sin llamar la atención.


“Así de simples son”, pensó el joven, y comenzó a probar su cuerpo terrestre tratando de ver qué movimientos le permitía su avatar.

Aunque le parecía raro ser tan bajito, movía sus dedos, podía saltar, moverse. De pronto, quiso probar algo más y dio una vuelta completa flotando en el aire, tocó con los pies el techo del camerino y volvió a caer perfectamente en equilibrio. Luego, con megavelocidad corrió unas diez veces de punta a punta de la habitación en menos de un segundo y seguidamente se movió como un torbellino sobre su eje a revoluciones ultrarrápidas.

–No, no –lo frenó Ima–; la estructura molecular de los humanos no les permite hacer esa clase de movimientos. Por lo tanto, no olvides las instrucciones…

–Sí, ya sé: pasar inadvertido y estudiar lo que se me pidió –expresó el joven, mientras pensaba que su tesis iba a ser más aburrida de lo esperado.

Exacto –respondió la mujer–. Algo importante que debes recordar: el avatar es muy resistente aunque puede sufrir algún desgaste. Por lo tanto en la Tierra deberás ejecutar una función que aquí no tenemos: dormir. Todas las noches la activarás e inmediatamente entrarás en un estado de descanso que regenerará el avatar para el día siguiente y así no quedará al descubierto ninguna parte de tu cuerpo tac.

“Dormir…”, pensó Mic. “Eso significa tiempo perdido… Este viaje a la Tierra va a ser más insoportable de lo que parecía”.

Ima continuó con sus instrucciones:

–Para que seas realmente un humano, te cargaré todos los conocimientos sobre el planeta que vas a necesitar y un inhibidor de conductas tac, para que no respondas de manera lógica o con cálculos acerca de cualquier cosa que te pregunten, como lo haríamos aquí. Allá te mirarán de manera rara y podrías ser descubierto.

–¿Pero saben sumar, al menos?

–Sí, pero muy pocos llegan más allá. Y otra cosa más; te añadimos un archivo de respuestas automáticas terrestres o RAT. A nuestro mundo han llegado millones de ondas de imagen y de sonido desde la Tierra, por eso dispondrás de miles de billones de esas respuestas programadas, que te servirán en cualquier situación. Al llegar, solo debes activar el programa mentalmente y ya las tendrás habilitadas durante toda tu estadía. Así serás absolutamente un humano.

Ima movió nuevamente sus dedos y unos halos de colores lo envolvieron. Cuando se desvanecieron, los conocimientos que él necesitaba para la Tierra estaban ya incorporados a su mente. Mic ya casi estaba listo. La instructora finalmente le entregó una mochila.

–Aquí tienes un kit que te servirá para llevar adelante tu vida en el planeta mientras buscas el algoritmo.

De la mochila sacó una especie de tarjeta magnética que tenía la cara del avatar humano de Mic y algunos símbolos que él pudo comprender que eran letras, gracias a los conocimientos que recientemente le habían sido transferidos.

–Este es tu documento personal –explicó Ima–. En el planeta Tierra prueba que eres tú.

–Micky… Ondas… ¿qué es esto? –inquirió.

–Tu nombre para la Tierra. Mic allá no es un nombre usual; analicé todas las variables y lo transformé en Micky, que sí lo es. Y Ondas fue idea del profesor Zen. Ya que todo lo que hemos aprendido de la Tierra provino de ondas que cruzaron el espacio, consideró que era lógico que llevaras ese apellido.

–Micky Ondas…

Un sonido similar a una alarma sonó en el vestuario, que cambió su luz de amarillo a azul. Era la señal.

–Hora de partir, debes ir al sector de Lanzamientos –dijo Ima, que quería desearle suerte a Mic por su viaje pero… ella tampoco podía–. Adiós… Micky Ondas, recuérdalo. Los cálculos del profesor Zen dan altas probabilidades de que encuentres el algoritmo pronto y que en poco tiempo estés de regreso.

“Ojalá”, pensó Mic antes de que su OSS le quitara ese último deseo.


Micky Ondas, un goleador de otro planeta

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