Читать книгу Micky Ondas, un goleador de otro planeta - Anibal Litvin - Страница 14

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La vecina

Un tenue golpeteo fuera de la casa lo despertó. Se levantó y fue a ver de qué se trataba. Allí, en un árbol, una colorida ave de fuerte pico estaba haciendo un hoyo en el tronco. Pensó que el objetivo de su estudio estaba equivocado: en ese mundo había también otras especies importantes para aprender de ellas.

En la sala Ene miraba dibujos animados en la televisión. Al notar que Micky estaba despierto, se levantó del sillón con una sonrisa y mostrándole una gran bandeja le dijo:

–Buenos días, hijo. Te preparé el desayuno: unas ricas naranjas rellenas con arroz.

El muchacho las miró y gracias a su programación automática de datos terrestres entendió que esa receta tampoco figuraba entre todas las comidas del planeta, pero utilizando la lógica llegó a la conclusión de que no era nada grave, mientras nadie se percatara de esos pequeños detalles…

Ver imágenes en aparatos antiguos como un televisor no lo ayudaría en la búsqueda de datos para tu tesis. La realidad estaba afuera de ese pequeño hogar, así que tomó su mochila, su móvil y salió a esa pequeña ciudad a buscar signos de “la pasión”.

Caminó por las calles vacías, vio diferentes especies de

árboles, pájaros de todo tamaño y color e insectos que surcaban la brisa que iba calentándose a medida de que el sol se asomaba con más fuerza. También notó que los pocos humanos con los que se cruzaba no observaban nada de eso. Era lógico: para él era todo un descubrimiento y ellos daban por descontado que todo eso existía. Calculó que esas cosas no les despertaban a las personas la suficiente atracción como para frenar y observarlas. Y mucho menos “sentimientos desbordantes”…

Continuó su caminata, todo era monótono, calmo, silencioso.

Decidió emprender el regreso a su hogar, haciéndose preguntas lógicas sobre dónde encontraría la información que necesitaba. Cuando llegó al portón que conducía a su departamento, este se abrió de repente y una niña pequeña salió con una bicicleta y una mochila. Al verlo, lo saludó:

–Hola, tú debes ser el nuevo vecino del 2°C.

–Ehh… sí… ¿Cómo lo sabes?

–Aquí todo se sabe; como dice mi papá, el deporte nacional de este lugar es el chismorreo. Soy Maite del 1°B, ¿y tú?

–Yo… Micky.

–¿Y de dónde vienes Micky tan temprano? Estamos en vacaciones, seguramente fuiste a hacerle alguna compra a tu mamá, a la que, a propósito, no he visto todavía.

–Es que ella está…

–No importa. Tengo que irme ya mismo al club para no perderme la clase de natación. ¿Tú sabes nadar?

–Yo, nadar… –quiso responder el joven, un poco desbordado por la verborragia de la niña.

–No importa si no sabes, no es ninguna vergüenza. ¿Por qué no me acompañas? Puedes conocerlo y, si te gusta, puedes practicar algún deporte que te llame la atención: además de natación, hay baloncesto, tenis, fútbol…

“Fútbol”, pensó. “Puede ser una buena oportunidad para profundizar lo que vi en la televisión”. Y aceptó la invitación.

–¿Tienes bicicleta? Si no, usa la de mi padre; está allí, debajo de la escalera. Tráela y vamos.

Fue hacia donde Maite le indicó; mientras abría la puerta y la sacaba activó sus archivos mentales: “Andar en bicicleta”. No sintió nada en particular así que por un momento dudó de que realmente tuviera activada esa función.

“Funcionará”, le susurró Juan el asistente, “pero, por las dudas, leeré algunos manuales que tengo en mis registros; buscaré la respuesta y regresaré para ayudarte”.

El chico se subió al vehículo y en el acto sacó cálculos físico-matemáticos relacionados con el equilibrio que le permitieron andar fácilmente.


Y pedaleando detrás de Maite, fueron hacia el club por un camino que Micky no había visto todavía.

Micky Ondas, un goleador de otro planeta

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