Читать книгу Micky Ondas, un goleador de otro planeta - Anibal Litvin - Страница 13
ОглавлениеHogar
Sus pasos lo llevaron a un edificio sencillo de tres pisos; allí estaba el que sería su hogar.
Cada momento en ese planeta iba tornándose familiar para él, así que no se sorprendió cuando sacó automáticamente un llavero con tres llaves de su bolsillo y supo cuál abriría el portón de entrada. Tras cerrarlo, su mente lo guio hacia unas escaleras. Con los poderes de su organismo tac podría haber flotado hacia su destino o desintegrado sus átomos para volverlos a integrar donde él quisiera. Pero en la Tierra eso estaba prohibido por lo que, con su mochila a cuestas y su teléfono móvil en una mano, comenzó a subir peldaño tras peldaño como cualquier terrestre.
Mientras ascendía por esa escalera casi sin luz, de pronto se detuvo, se agachó y ahí las vio. Hormigas trabajando en perfecta armonía, en espectacular organización. Se acercó a ellas y les susurró:
–A ustedes debería estar investigándolas, tan inteligentes y perfectas.
–¡Permiso! –escuchó sobresaltado, pero su OSS lo calmó. De la parte superior de la escalera apareció un ser humano, con una bolsa negra llena en la mano y el teléfono móvil en la otra. El hombre bajó apurado y se dio vuelta hacia Micky, explicándole su prisa.
–Perdón, pero debo sacar los residuos ya mismo antes de que pase el recolector.
Abrió el portón, salió y el muchacho fue tras él para ver qué hacía. Todo podía ser sujeto de su estudio. ¿Habría pasión en sacar la basura?
El hombre dejó la bolsa apilada junto a otras y se quedó mirando la pantalla del aparato rectangular mientras con dos dedos la apretaba a intervalos cortos e irregulares.
Micky decidió continuar subiendo hasta que llegó a la puerta del departamento 2º C; según su programación ese era su nuevo hogar. ¿Qué encontraría allí?
Antes de que pudiera meter las llaves, repentinamente la puerta se abrió y apareció un personaje singular: medía 1,80 metros y tenía cabello largo oscuro, un gran físico, grandes ojos, y una enorme sonrisa.
–Hola Micky, bienvenido. Soy Ene –se presentó–, desde ahora, tu mamá en la Tierra. Entra, entra a tu casa.
Era una cíborg humana, parte de lo que le habían organizado en Tac para exhibir una vida terrestre normal y que nadie sospechara de él.
Micky entró al departamento; en la sala había una mesa con un mantel y alrededor de ella había algunas sillas. En un rincón había un largo sillón color café y frente a él, un televisor encendido, donde pudo ver a dos personas hablando en lo que, gracias a sus archivos mentales, reconoció que era una telenovela.
–El profesor Zen me envió antes que a ti para recibirte –le explicó Ene–. Estoy capacitada para parecer una madre terrestre. Sé hacer los quehaceres, tengo información del vecindario por si tengo que chismosear, sé cocinar aunque no es necesario que lo haga porque yo soy una cíborg y no como y tú eres un tac que te nutres de la respiración. Pero, para que veas mis capacidades te hice… estas ricas chuletas con mermelada, ¿qué te parecen?
Ene le mostró a unos trozos de carne cocidos, untados con mermelada de frambuesa, algo que no figuraba en sus archivos mentales. ¿De dónde habría sacado esa receta? Micky pensó que tal vez el programa de la cíborg no estaba tan ajustado. Pero no era lo importante en ese momento.
–Te sugiero que no me llames Ene, sino que me digas mamá –indicó–. Los niños aquí, por lo general no llaman a sus madres por el nombre. Puedes decirme madre, mamá, mami, o si necesitas algo puedes gritar “Maaaaaa…”.
–¡Shhh! –la silenció él–. Entiendo lo que me dices, Ene… digo, mamá.
Se sorprendió por llamar mamá a alguien que no lo era, aunque a partir de ahora lo sería en la Tierra.
–Mamá, si te parece bien, continúa con lo que estabas haciendo, que yo ordenaré mis ideas.
–A la orden –respondió la cíborg, que se sentó en el sillón, tomó el control remoto y empezó a mirar otra telenovela.
Micky consideró que él también debía llevar una vida terrestre normal. Estaba programado para realizar conductas humanas así que, por ser de noche debía dormir y, de paso, regenerar su avatar.
Su mente pensaba cómo lograr su objetivo lo más pronto posible para volver a su planeta, por lo que decidió no perder tiempo e iniciar allí mismo la tarea de encontrar su algoritmo. Cuanto antes empezara, más pronto se iría de ese mundo loco donde lo único que le interesaba eran las hormigas.
Pero… ¿Por dónde comenzar? ¿Dónde podía encontrar rastros de la pasión?
Desde adentro de tu mente una voz le susurró: “Si quieres te ayudo, si quieres te ayudo”.
Era Juan el asistente. Micky decidió convocarlo; era mejor tenerlo flotando junto a él que hablándole dentro de su cabeza. El ser fosforescente apareció y le propuso:
–¿Por qué no miras en el aparato rectangular que todos llevan en la mano? Hay algo llamado Google que permite buscar cosas. Por ejemplo, qué es para los humanos la pasión.
Como no tenía una idea mejor, el chico deslizó sus dedos por la pantalla, encontró el buscador y escribió: “Pasión”.
De inmediato halló una definición que señalaba: “Sentimiento vehemente, capaz de dominar la voluntad y perturbar la razón”. Siguió buscando y encontró: “Pasión: Sentimiento muy intenso, desbordante por otra persona, por uno mismo, por alguna actividad, deporte o idea”.
“Sentimiento, perturbar la razón, desbordante”, eran cuestiones a las que él no estaba habituado en su planeta, donde solo existía el razonamiento y la lógica. Pensó que le habían encomendado una tarea más difícil de la que esperaba.
¿Dónde podría encontrar sentimientos desbordantes?
De pronto, un sonido envolvente como de un griterío gigantesco se apoderó de la sala. Provenía del televisor. La telenovela que estaba mirando Ene había finalizado y en su lugar estaban emitiendo un noticiero; en las imágenes aparecían humanos con casacas verde abrazándose efusivamente, humanos en las gradas saltando y gritando y otros humanos de casaca azul muy enojados enfrentando a los gritos a un señor de casaca rosa.
Micky reconoció que se trataba de lo que en la Tierra se llamaba fútbol. Lo que más le llamó la atención es que en esa escena parecía haber “sentimientos desbordantes que podían perturbar la razón” aunque no podía entender cuál era la lógica de semejantes conductas en una actividad que consistía en meter una esfera de cuero sintético entre tres caños que sujetaban una red.
La información del noticiero cambió a otra clase de noticias y entonces tomó la decisión: con esos pocos datos podía empezar su tesis.
Se sentó frente a la mesa y con sus manos abrió frente a sí, en el aire, una pantalla led, una pequeña pizarra rectangular con fondo azul brillante y marco dorado. Moviendo sus dedos hacia ella, como haciendo pases mágicos, salpicó ese fondo con signos de diversos colores y luminosidades, tal como si estuviera armando un rompecabezas. Colocó varios de esos signos, algunos aquí y otros allá, luego volvió a mover sus manos y la pizarra luminosa se cerró.
–Bien, empecé mi tesis –le anunció a Juan el asistente.
–¿Con qué? ¿Con esas imágenes de terrestres corriendo detrás de un balón? Es una variable insignificante.
–Es un comienzo –le contestó, pensando en que no debía darle tantas explicaciones–. Mira, acabo de llegar a la Tierra y ya he comenzado a recopilar datos. ¿O tienes una idea mejor para empezar?
Juan el asistente pensó y negó con la cabeza; luego, tras un gesto de su mentor, volvió a meterse en su mente.
Micky debía dormir para regenerar su avatar. Le parecía una pérdida de tiempo pero no podía contradecir órdenes así que, mientras Ene continuaba en su sofá cambiando los canales, él fue a su habitación y activó su función automática de dormir.
Cerró los ojos para así terminar su primera noche en el lejano, muy lejano, planeta Tierra.