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III

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Cantaban los pájaros, era azul el cielo, era el sol dorado, se abrían las flores, y el aura de la mañana llevaba al palacio del rey moro el perfume de los jardines.

Casilda estaba muy triste, y se asomó á la ventana para distraer sus melancolías.

Los jardines le parecieron entonces tan bellos, que no pudo resistir á su encanto y bajó á pasear su tristeza por sus olorosas enramadas.

Cuentan que el ángel de la compasión, en forma de hermosísima mariposa, le salió al paso y encantó su corazón y sus ojos.

La mariposa volaba, volaba, volaba de flor en flor, y Casilda iba en pos de ella sin conseguir alcanzarla.

Mariposa y niña tropezaron con unos recios muros, y la mariposa penetró por ellos, dejando allí inmóvil y enamorada á la niña.

Tras aquellos recios muros oyó Casilda tristísimos lamentos, y entonces recordó que allí gemían, hambrientos y cargados de cadenas, los pobres nazarenos, por quienes en Castilla lloraban padres, hermanos, esposas, amadas.

Y la caridad y la compasión fortalecieron su alma é iluminaron su entendimiento.

Casilda tornó al palacio, y tomando viandas y oro, se tornó hacia las mazmorras, siguiendo á la mariposa, que volvió á presentarse á su paso.

El oro era para seducir á los carceleros, y las viandas eran para alimentar á los cautivos.

Oro y viandas recataba con la falda de su vestido, cuando al volver una calle de rosales tropezó con su padre, que también había salido á distraer allí sus melancolías.

—¿Qué haces aquí tan temprano, luz de mis ojos? La princesa se puso colorada, como las rosas que mecía á su lado el aura de la mañana, y al fin contestó á su padre:

—He venido á contemplar estas flores, á oir trinar estos pájaros, á ver el sol reflejarse en estas fuentes, y á respirar este ambiente perfumado.

—¿Qué llevas envuelto en la falda de tu vestido?

Casilda llamó desde el fondo de su corazón á la madre inmortal de los nazarenos, y respondió entonces á su padre:

—Padre y señor, llevo rosas que he cogido en estos rosales.

Y Almenón, dudando de la sinceridad de su hija, tiró de la falda del vestido de la niña, y una lluvia de rosas se derramó por el suelo.

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