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La obesidad en México:
beneficios privados y costos públicos
ОглавлениеFrecuentemente se señala que la comida mexicana tiene que ver mucho con los niveles de sobrepeso y obesidad que se viven en el país, principalmente cuando se habla de antojitos como tacos, pozole o tostadas. Si bien es cierto que el abuso en el consumo de estos platillos predispone al consumidor a desarrollar obesidad, la realidad es que no se puede acusar a los mismos del problema actual; de hecho, la tortilla apenas tiene 81 calorías y el pozole 220. Además, estos platillos son completos en cuanto a los nutrimentos que proveen; por ejemplo, el pozole contiene maíz, verduras y carne de cerdo, de manera que aporta proteínas, vitaminas, minerales, fibra e hidratos de carbono. Los tacos o los sopes, por su parte, combinan maíz con frijol y verduras, por lo que son capaces de proveer proteínas de alta calidad. En todo caso, lo que más impacto tiene en el peso de los consumidores es que en la actualidad la industrialización ha distorsionado lo tradicional, ya que se prefiere lo frito y empanizado en lugar de lo asado o a la plancha.
Un dato que corrobora que la cocina tradicional mexicana no puede ser acusada de ser promotora de obesidad, se encuentra en el hecho de que hasta 1988 la incidencia de sobrepeso en los adultos era de 25%, mientras que la obesidad solo implicaba a 9.5% de la población (Gutiérrez et al., 2012: 184). Para 1999 las condiciones ya habían cambiado drásticamente, pues 36% de los adultos tenían sobrepeso y 26% obesidad.
Por lo tanto, podemos señalar, con un alto porcentaje de certidumbre, que el tema de la obesidad se volvió un problema grave de salud pública en México a partir de la apertura económica y comercial que en el país se implementó desde 1983 y que se vio fortalecida en 1989 con la presidencia de Carlos Salinas de Gortari y en 1994 con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Tales decisiones de política comercial permitieron la llegada al país de múltiples alimentos industriales que anteriormente no eran consumidos en México, así como de empresas minoristas y cadenas de comida rápida.5
Hoy en día, el incremento en el consumo de carbohidratos refinados y azúcares ha impactado en el crecimiento extraordinario de las tasas de sobrepeso y la obesidad, que a la fecha afecta a 7 de cada 10 mexicanos. Ahora bien, como ya se mencionó antes, tal incremento conlleva una serie de trastornos de salud que impactan en la economía del país y en las finanzas del Estado. Al respecto, Ketevan Rtveladze et al. (2013: 1) señalan que en 2008 la pérdida de productividad debido a muertes tempranas por enfermedades derivadas de la obesidad fue de 25 mil 099 millones de pesos (mil 931 millones de dólares); 13.5% más que en el año 2000 en términos reales.
Igualmente, en ese año el costo directo del sector salud por la atención médica de las enfermedades atribuibles al sobrepeso y la obesidad (enfermedades cardiovasculares, cerebro-vasculares, hipertensión, algunos cánceres, atención de diabetes mellitus tipo 2) fue de 42 mil 246 millones de pesos, 61% más que en el año 2000 en términos reales, lo que representa 33.2% del gasto público federal en servicios de salud a la persona (Secretaría de Salud, 2010: 12).
Por lo tanto, si se suman ambos costos, lo que al país le representó la obesidad en 2008 ascendió a 67 mil 345 millones de pesos (valor presente), pero se estima que dicha cifra alcanzó 80 mil millones de pesos en 2012 (Rivera-Dommarco et al., 2013), y se estima que para 2017 se incrementará hasta 150 mil 860 millones de pesos (Secretaría de Salud, 2010: 12). Lo anterior significa que si no se toman las medidas pertinentes, en tan solo cinco años se habrá duplicado el costo económico del sobrepeso y la obesidad, convirtiéndose en un problema cada vez más grave para la economía del país.
Si dentro de los costos de producción de las empresas se incluyera el elevado gasto que representa la atención médica por la obesidad, así como la pérdida de productividad por las muertes asociadas a la misma, seguramente la producción de alimentos con alto contenido calórico no sería el negocio que hoy es. Sin embargo, al no suceder así, esto se convierte en un subsidio más que el Estado y la sociedad mexicana están haciendo a grandes empresas, la mayoría de ellas transnacionales, situación que de ninguna manera debería seguir ocurriendo.