Читать книгу Wink, Poppy, Midnight - April Genevieve Tucholke - Страница 7

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La primera vez que me acosté con Poppy lloré. Los dos teníamos dieciséis años y yo había estado enamorado de ella desde niño, desde la época en la que aún leía cómics de monstruos y dedicaba demasiado tiempo a los trucos de prestidigitación, porque quería ser mago.

Dicen que a esa edad no se puede sentir amor verdadero, pero yo lo sentí. Por Poppy.

Era la chica que vivía en la casa de al lado, que se caía de la bicicleta y se reía de sus rodillas ensangrentadas. Era la heroína del vecindario, la que organizaba juegos como «Quemar a la bruja» y lograba que todos participaran. Era la reina del instituto que, un día, se estiró hacia delante durante la clase de matemáticas, agarró el abundante cabello rubio platino de Holly Trueblood y se lo cortó casi al rape mientras esta no dejaba de gritar. Todo porque alguien había dicho que el pelo de Holly era más bonito que el suyo.

Esa era Poppy.

Cuando acabamos, me eché a llorar. Solo un poquito, solo porque mi corazón estaba a punto de explotar, solo un par de lagrimitas. Poppy me apartó, se levantó y se rió. No era una risa agradable. No rió como diciendo «Los dos hemos perdido el control, mira que acostarnos, qué maravilla, siempre te querré porque hemos hecho juntos Algo Tan Importante por primera vez».

No, fue algo más parecido a «¿Esto es todo? ¿Y por esto estás llorando?».

Poppy deslizó sus largas y blancas piernas en su vestido amarillo pálido: parecía leche derramándose sobre mantequilla derretida. En esa época estaba muy delgada y no necesitaba sujetador. Se colocó delante de la lámpara, frente a mí, y el haz de luz atravesó su tenue vestido veraniego, delineando sus dulces partes femeninas de una manera que recordaría una y otra vez hasta enloquecer.

—Midnight, en el último curso serás el chico más guapo del instituto.

Poppy apoyó los codos en el alféizar de la ventana y se quedó mirando la oscuridad. El aire de alta montaña era ligero y limpio, y olía aún mejor por la noche. A pino, enebro y tierra. El perfume de la noche se mezcló con el aroma a jazmín de la botellita de vidrio que Poppy sacó del bolsillo y se llevó a los lóbulos de las orejas y a las muñecas.

—Por eso he dejado que fueras el primero. Yo quería entregarme a él. Es el único chico al que querré. Pero no sabes nada sobre él y yo no te contaré nada.

Se me paró el corazón. Luego volvió a palpitar.

—Poppy. —Mi voz era débil y susurrante, y me odié por ello.

Golpeteó con los dedos en el alféizar y me ignoró.

Una lechuza ululó en la noche.

Poppy se echó la melena tras el hombro de esa forma tan desgarbada y torpe que aún tenía entonces. Cuando empezó el instituto, ya había desaparecido por completo: todo en ella era delicada elegancia y movimientos fríos y precisos.

—Y ahora nadie podrá decir que no tengo buen gusto, Midnight Hunt, ni siquiera de joven. A los dieciocho serás tan guapo que las chicas se derretirán solo verte: tus largas pestañas negras, ese sedoso pelo castaño, los ojos tan azules… Pero yo te he tenido primero, y tú a mí primero. Y ha sido una buena jugada por mi parte. Una jugada brillante.

Entonces llegó el año en que anduve todo el día detrás de Poppy, el corazón lleno de poesía y explotando de amor, sin ver lo poco que yo le interesaba, sin importar las veces que la tuve entre mis brazos ni las veces que después se rió de mí. Sin importar las veces que se burló de mí delante de sus amigos ni las veces que le dije que la quería y ella no me correspondió. No me lo dijo ni una sola una vez. Ni de lejos.

Wink, Poppy, Midnight

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