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Un enorme camión se balanceaba en el viento como una bestia prehistórica. La lluvia lo golpeaba con fuerza. La policía tardó algún tiempo en encontrarlo, ya que no estaba estacionado delante de la casa de Nordurmýri, sino en un aparcamiento del centro médico Domus-Medica, en la cercana calle de Snorrabraut. Tuvieron que hacer un llamamiento de búsqueda a través de la radio para encontrarlo. Una patrulla de la policía urbana descubrió el camión al mismo tiempo que Erlendur y Sigurdur Óli salían de la casa de Holberg con la fotografía. Un grupo de técnicos fue a inspeccionar el vehículo, en busca de posibles pistas que pudieran ayudar a resolver el caso. El camión era de la marca M.A.N. y la cabina estaba pintada de rojo. Lo único que apareció al principio fue un montón de revistas pornográficas. Decidieron llevar el camión a las dependencias de la policía para examinarlo a fondo.

Mientras tanto los especialistas estudiaron la fotografía. Descubrieron que estaba impresa sobre papel Ilford, un papel fotográfico muy usado en los años sesenta, pero que ya no se fabricaba. Había sido revelada muy probablemente por el mismo fotógrafo o alguna otra persona aficionada; había empezado a perder nitidez a causa de la mala calidad. No tenía nada escrito en el dorso y era difícil reconocer el cementerio. Podía encontrarse en cualquier parte del país.

El fotógrafo debió de sacar la foto a unos tres metros de la lápida. Estaba hecha de frente; a no ser que fuera una persona de muy baja estatura, el fotógrafo tuvo que agacharse. A pesar de la distancia, el campo visual era muy estrecho. No se veía vegetación. Una fina capa de nieve cubría la tierra. No se distinguían otras tumbas. Detrás de la lápida sólo se vislumbraba una niebla blanca.

Los técnicos se concentraron en la inscripción de la lápida, que apenas era legible por la distancia a la que fue tomada la foto. Se hicieron muchas copias de la fotografía, con diversos aumentos de las letras, hasta que cada una de ellas quedó impresa por separado en una hoja de papel A5. Luego se numeraron las hojas según el orden de las letras en la lápida. Las copias eran muy toscas, un conjunto de puntos negros y blancos que formaban matices borrosos entre luz y sombra, pero cuando las escanearon y las introdujeron en el ordenador vislumbraron algo a pesar de las sombras y la falta de nitidez. Algunas letras eran más claras que otras y eso ayudó a los técnicos a adivinar las que faltaban. Pudieron distinguir fácilmente una M, una T y una O. Las otras resultaron más difíciles de identificar.

Erlendur hizo una llamada a la casa particular de un jefe de departamento del Registro Civil. Sabía que ahí se guardaban todos los certificados de defunción desde el año 1916. En el edificio del Registro no había ni un alma, habían cerrado hacía algunas horas. Unos treinta minutos más tarde llegó el jefe de departamento con su coche y saludó a Erlendur con un brevísimo apretón de manos. Tecleó los números de la alarma antirrobos y abrió la puerta del edificio con una tarjeta especial. Erlendur le explicó la razón de su llamada, pero sin entrar en detalles.

Echaron un vistazo a todos los certificados de defunción del año 1968. Encontraron dos con el nombre de Audur. Uno de ellos era el de una niña de poco menos de cuatro años. En el censo encontraron sin problemas el nombre del médico que había firmado el certificado de defunción. Vivía en Reikiavik. El nombre de la madre de la niña también figuraba en el certificado. La hallaron fácilmente. Su último domicilio registrado correspondía a Keflavík, a principios de los años ochenta. La mujer se llamaba Kolbrún. La buscaron entre los certificados de defunción y dieron con ella. Había fallecido en 1971, tres años después que su hija.

La niña había muerto por un tumor cerebral maligno.

La madre se había suicidado.

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