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El arte de preguntar

(23-10-18)

Más de una vez me tocó, luego de perder un partido, escuchar a mi entrenador. Su discurso giraba en torno a que yo no había puesto en práctica lo entrenado, durante el match. Sus palabras, también, iban dirigidas a los múltiples errores cometidos, que me llevaron a la derrota.

De eso, han pasado al menos 25 años, pero es algo que sigo viendo en la relación entrenador-jugador, en el tenis.

No digo que esté mal, pero claramente es una fórmula incompleta, ya que no se considera la opinión del deportista. Y no se trata solamente de decirle a un niño, o adolescente, que ahora es su turno para hablar sobre lo sucedido en la cancha, porque no va a saber qué decir, en la mayoría de los casos.

En ese momento es cuando, los profesores debemos emplear la herramienta que da el título a esta columna, para guiar la conversación: el arte de preguntar.

El problema es que no estamos acostumbrados a formular preguntas. No consultamos, muchas veces, porque damos por hecho que la respuesta del otro es obvia, y será la que suponemos.

Y no es así. El otro es un ser distinto, que siente y piensa diferente, así que siempre será mejor preguntar en vez de suponer.

Lo ideal es que las interrogantes planteadas a los alumnos no sean cerradas. O sea, que no den pie para una respuesta como solo un sí, o un no.

Por ejemplo, ante la pregunta ¿jugaste bien hoy?, el tenista puede responder afirmativa o negativamente, y ahí finaliza el diálogo.

En cambio, si formulo una pregunta de expansión, como ¿qué piensas del partido que jugaste hoy?, voy a obtener una respuesta con contenido, ya que obligo a la persona a explayarse, por lo que se producirá un diálogo enriquecedor.

Otro ejemplo: si consulto, ¿por qué no hiciste lo planificado en el partido?, es difícil que el jugador se abra, porque las preguntas que comienzan con por qué son intimidantes, ya que tienen una carga negativa y llevan un juicio implícito.

Ahora, si pregunto, ¿qué hizo que no pudieras jugar de acuerdo a lo planificado?, o ¿qué te impidió jugar de acuerdo a lo planificado?, resulta más probable que reciba una respuesta que aporte valiosos elementos, para una mejor performance del deportista durante el próximo partido.

Una buena pregunta, puede ser un disparador, un catalizador. Es como un pase-gol, que puede desencadenar una reflexión muy valiosa en la persona, para que tome conciencia o se dé cuenta de algo que no había percibido.

“En el colegio, siempre nos premiaron por tener la respuesta correcta, pero nunca por hacer una buena pregunta…”.

¡Cuánta verdad hay en esa afirmación!

Transmitir conocimientos está muy bien, pero muchas veces basta con la pregunta adecuada, para que el otro descubra la respuesta.

Una simple pregunta, planteada con humildad al jugador, como por ejemplo, ¿de qué manera piensas tú, que yo podría ayudarte más?, puede cambiarlo todo.

¿Cuántos de nosotros les hemos formulado esa pregunta a nuestros alumnos?

Así veo yo el tenis

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