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2. LA OBRA DE ATENEO EN EL CONTEXTO DE LA LITERATURA GRIEGA DE LOS SIGLOS II -III D . C.

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Aunque desde el año 27 a. C. la Hélade había pasado a formar parte del Imperio Romano como una provincia más, la cultura griega supo mantenerse viva y sin perder su capacidad creativa a través de todo el largo período de dominación romana. Es verdad que ésta no es una época de grandes figuras, y que por lo general, sobre todo a partir del triunfo de la segunda sofística, las obras literarias muestran una excesiva influencia de la retórica, a la vez que suelen adolecer de una erudición que cae en la pedantería. Pero, en contrapartida, la producción literaria es abundantísima, y pese a que en conjunto esta época carece de la originalidad del clasicismo y el helenismo, aún es capaz de crear algunos nuevos géneros, como la novela, la epistolografía y la biografía, a la vez que se observa un renacimiento de la poesía.

Por otro lado, la tradicional valoración negativa de estos siglos ha sido revisada a partir de la célebre monografía de B. P. Reardon 18 . Este autor ha introducido una nueva perspectiva en el estudio de la Grecia de época romana, que se valora ahora como una etapa de transición de lo antiguo a lo moderno, en la que los griegos consolidan su grandiosa herencia cultural, para transmitirla a continuación a la nueva civilización bizantina que poco a poco va surgiendo, marcada ya por el cristianismo, y, en definitiva, a toda la posteridad 19 .

En los seis siglos que comprende en la historia de Grecia la época imperial romana, el siglo II y el comienzo del III, época en que precisamente desarrolla su actividad Ateneo de Náucratis, constituyen un período de renacimiento cultural, y suponen una etapa clave en la consolidación y desarrollo de la tradición cultural pagana, sobre las bases ya puestas por el helenismo. Reardon ve una clara explicación histórica que da cuenta de este proceso y justifica las características de la producción literaria del momento. La Grecia del s. II , plenamente consciente de su tradición, ve amenazada su identidad cultural por el dominio político de Roma (pese a la tradicional sumisión de los romanos a la cultura griega). Como reacción, los autores griegos buscan sus raíces en el pasado, a la vez que pierden el interés por lo contemporáneo. Son plenamente conscientes del poderío de Roma, y lo aceptan, pero se despreocupan de él. Su interés se centra en conservar la cultura griega, que temen que no sobrevivirá «sin esa preservación consciente y casi artificial» 20 . El respeto a la autoridad y la imitación de los modelos antiguos se convierte así en el eje de toda la producción literaria, que es en estos siglos fundamentalmente libresca. En Ateneo, por ejemplo, como ha puesto de manifiesto G. Zecchini, es palpable la nostalgia por el Egipto Ptolemaico del s. III a. C., y en general un gran interés por la primera época del helenismo. Con ello se inserta en una corriente en vigor durante la época de los Antoninos, sobre todo en la Grecia Oriental, que busca sus raíces en la etapa previa a la nivelación operada por el dominio político de Roma 21 .

El afán erudito, que constituye una de las características de esta época, no es más que una vertiente del proceso que hemos expuesto más arriba. El ansia por conocer y conservar la herencia cultural del pasado en todas sus facetas lleva a muchos autores a buscar y atesorar ávidamente todo tipo de datos, acudiendo al estudio de las fuentes más diversas, a menudo libros raros y difíciles de conseguir. Esta actividad se ve favorecida por la proliferación de las bibliotecas, tanto públicas como privadas, que coincide además con el florecimiento del comercio del libro.

Los eruditos del momento, entre los que Ateneo es una de las figuras más destacadas, sienten interés por todo tipo de temas: historia, geografía, ciencias, literatura, gramática, lexicografía, curiosidades y anécdotas de todas clases... En esto, como apunta Reardon 22 , son en buena parte herederos de la escuela de Aristóteles, si bien carecen del interés por la razón y la búsqueda de verdades científicas que dirige la actividad de aquélla. Naturalmente, ese esfuerzo recopilador no se orienta a la satisfacción de un mero afán personal de coleccionista. Al contrario, los eruditos de la época se sienten impulsados a transmitir sus variados conocimientos a la posteridad, contribuyendo así de un modo decisivo a la preservación de la cultura griega. Y lo hacen precisamente a través de sus creaciones literarias, sea cual sea el género al que éstas pertenezcan.

Ahora bien, el componente erudito se manifiesta en diverso grado según los escritores; en este aspecto, Ateneo representa un caso extremo, hasta el punto de que en su obra el revestimiento literario da la impresión de ser un simple pretexto del que se sirve el autor para plasmar por escrito sus ingentes conocimientos. Sin embargo, al contrario de lo que a menudo suele pensarse, el Banquete de los eruditos no se reduce a ser un mero elenco de citas y noticias agrupadas en desorden, y tampoco es cierto que Ateneo no tenga otra intención al componerlo que la meramente erudita. Por una parte, como tendremos ocasión de ver, el autor ha creado una obra que responde a las características del género al que se adscribe, el simposio. Además, la ha dotado de una estructura interna coherente, adaptando el desarrollo de la acción a las diferentes partes del festín; los textos aducidos van surgiendo a lo largo de una acción y un diálogo que los explican, los justifican y les dan sentido. Por otro lado, es evidente en el texto una intencionalidad cómica y satírica del autor, que aflora continuamente en los diálogos. Además, Ateneo no contempla el acopio de información como algo vano y estéril, sino que para él la adquisición de conocimientos es algo que produce satisfacción, un placer que quiere compartir con el lector.

Es importante tener en cuenta que, como acabamos de indicar, la erudición de Ateneo está plagada de elementos cómicos 23 . Un primer rasgo de humor se atisba ya en el propio título, en griego Deipnosophistaí (literalmente algo así como «Los eruditos del banquete») 24 , un compuesto con resonancias cómicas creado por el autor. Lo mismo podemos decir también del comienzo de la obra 25 , que es indudablemente una parodia del Fedón platónico. Pero ese componente humorístico se hace patente sobre todo en los frecuentes enfrentamientos dialécticos entre los personajes (divididos grosso modo en dos bandos, filólogos y filósofos), cargados de pullas, ironías, y juegos de palabras, así como en una vena satírica que se dirige por igual contra unos y otros. La abundante presencia de citas de comediógrafos, además de algunos autores paródicos, es así mismo indicativa de la inclinación humorística del autor. Aún más, en sus conversaciones con Timócrates Ateneo ironiza incluso a propósito de su propia obra, como puede verse en VI 222 B, VII 330 C y VIII 365 E. Esta perspectiva no puede ser olvidada a la hora de examinar y valorar a Ateneo, que dista de ser un erudito frío y serio, como muchas veces se piensa.

Ateneo no presenta los datos de una manera impersonal y aséptica, sino que, muy al contrario, se muestra a menudo cargado de intenciones críticas. Así, por ejemplo, en los filólogos censura sobre todo la pedantería 26 y el aticismo exagerado. Contra los filósofos en general manifiesta una actitud desconfiada y hostil 27 , excepción hecha quizás del amargo moralismo de la diatriba cínica. Son especialmente virulentos los ataques que dirige contra Platón 28 , que se desarrollan sobre todo en dos secciones de la obra (V 215 A-221 A y XI 504 E-509 E). Si en los filólogos censura la hipercrítica, de las escuelas filosóficas rechaza sobre todo su pretensión de erigirse en un sistema de valores completo y el mantener comportamientos disconformes con los códigos éticos que pregonan. Ataca también la extravagancia y el exceso de lujo, los vicios y las aspiraciones divinas de los gobernantes.

El Banquete de los eruditos pone ante nosotros una ingente cantidad de noticias sobre los temas más variados, aunque siempre relacionados de uno u otro modo con lo simposíaco 29 : cuestiones culinarias, vinos, medicina, biología, música, gramática, lexicografía, literatura, etnografía, historia, anécdotas de todo tipo, etc. Todo esto puede ser en sí un defecto, por cuanto la obra resulta a menudo artificial y de lectura demasiado prolija; pero al mismo tiempo constituye el mayor mérito del autor. Ateneo no ha pasado a la historia como una gran figura literaria, pero sí como una de las mayores y más valiosas fuentes para el conocimiento de muy diversos aspectos de la cultura griega. Como por lo general suele poner cuidado en indicar los autores y obras de los que obtiene su información, y además se interesa especialmente por escritos raros y ya poco conocidos en su tiempo, que no han llegado hasta nosotros por transmisión manuscrita, Ateneo se ha convertido en una importantísima vía indirecta para el conocimiento de gran cantidad de escritores, especialmente de los cómicos fragmentarios, pero también de líricos, trágicos y épicos (por ejemplo es fuente fundamental de Arquéstrato de Gela y Matrón de Pítane), historiadores (sobre todo de época helenística, de los que constituye, con mucho, la fuente principal), así como autores de tratados médicos, gramaticales, etc. El Banquete de los eruditos representa para la literatura griega algo semejante a lo que las Noches Áticas de Aulo Gelio son para la literatura latina.

La cuestión de si Ateneo conoce de primera mano las obras que cita, o si se basa, a su vez, en fuentes intermedias, ha dado lugar a largas controversias 30 . Resulta ejemplar en este sentido la monografía ya citada de G. Zecchini, que se plantea el análisis en profundidad de las citas de los historiadores y obras que podríamos denominar «parahistóricas» en Ateneo. Las conclusiones de Zecchini, que seguramente se pueden trasladar igualmente a los otros campos del saber que toca la obra, son que Ateneo lee directamente a buena parte de los autores que cita, aunque con frecuencia también obtiene su información por vía indirecta, sobre todo a través de léxicos o de catálogos. Por otro lado, Ateneo es capaz de ejercer una acción crítica sobre sus fuentes, tanto en lo que respecta a cuestiones textuales como de contenido 31 .

En otro orden de cosas, hemos apuntado antes que, en general, los escritores griegos de este período afectan dar la espalda a Roma. Ateneo, sin embargo, muestra una actitud bastante receptiva al respecto, en la línea de Plutarco o Dión Casio. Lo que decimos queda en evidencia ya por el hecho mismo de que la acción de la obra se sitúe en la capital del Imperio, durante una fiesta típicamente romana (las Parilias) y con un anfitrión y algunos participantes romanos. Además, Ateneo nos ofrece frecuentes noticias sobre Roma, sus costumbres, sus grandes hombres, etc., tanto del pasado como de época contemporánea, y su testimonio directo merece ser tenido en cuenta para el estudio de la Roma imperial de su tiempo. También en el campo lexicográfico se alude en ocasiones a términos latinos, y de la discusión al respecto en III 121 F ss. se desprende el reconocimiento por parte de Ateneo del bilingüismo de los griegos afincados en Roma, así como su aceptación justificada de ciertos préstamos latinos, actitud que se conjuga con su aversión hacia el aticismo exagerado. De cualquier modo, Ateneo no está interesado por la literatura latina; los datos sobre la historia de Roma que no conoce por propia experiencia los toma de fuentes griegas, y las pocas citas de autores latinos que incluye las conoce, como demuestra Zecchini, por vía indirecta. Ni siquiera está claro que haya tenido un buen conocimiento del latín, ya que en realidad la mayoría de las palabras latinas que cita pudo tomarlas sin problemas de léxicos o de obras análogas.

En definitiva, el Banquete de los eruditos posee muchos de los defectos y virtudes que se achacan a la producción literaria del momento: relativa falta de originalidad, tono erudito, culto al pasado, salvaguarda de la tradición cultural helénica. Por todo ello la obra de Ateneo resulta un producto típico de su tiempo. Hay, no obstante, otros rasgos peculiares que caracterizan al autor, en concreto los elementos cómicos y satíricos (que recuerdan a El Banquete o Los lapitas de Luciano, e incluyen una crítica a la filosofía y un rechazo del aticismo extremo) y la valoración y aceptación de lo romano. Además, Ateneo se sustrae en buena medida al influjo de la Segunda Sofística, entonces en apogeo, manifestando una influencia de la retórica mucho menor que la que se observa en la generalidad de sus contemporáneos 32 .

Banquete de los eruditos. Libros I-II

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