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3. EL «BANQUETE DE LOS ERUDITOS » EN EL MARCO DE LA LITERATURA SIMPOSÍACA

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Ateneo de Náucratis eligió como cauce literario un género que contaba con una tradición de varios siglos, el «simposio» o banquete. Dicha elección no fue casual: además de prestarse especialmente al desarrollo de charlas de contenido erudito, el género proporciona al autor la posibilidad de extenderse sobre los temas que más le interesan, que son precisamente todos los que tienen que ver con lo simposíaco (en su dimensión tanto «real» como «literaria»). Así, la obra se nos presenta como la narración de lo acaecido durante un banquete, en el que la conversación, a su vez, gira en torno al tema del banquete. O, dicho de otro modo, Ateneo emplea el banquete al mismo tiempo como contexto y como tema de su discurso 33 .

El simposio constituye un género prosístico 34 , cuyo modelo clásico es el Banquete de Platón. Aunque existían precedentes, fue este autor quien le confirió unas directrices y una estructura bien definidas, marcadas por la técnica del diálogo narrado. Conforme a ella, el contenido de la obra se expresa a través de las conversaciones que tienen lugar entre diversos personajes en el transcurso de un festín. A su vez, ese diálogo no se nos presenta de un modo directo, sino que la charla en cuestión es relatada a posteriori a otra persona por uno de los personajes que estuvieron presentes, o incluso por alguien que, a su vez, lo conoce de segunda mano, por habérselo oído contar previamente a un tercero. Se adopta la convención de que el narrador (que puede o no identificarse con el autor) es capaz de recordar con gran detalle las palabras de cada comensal, por más que a veces afirme no acordarse de todo con exactitud. No hay una norma fija sobre el tiempo que transcurre entre la celebración del banquete y el momento de su narración, que puede ser de unos días o de varios años (caso del Banquete platónico). Tampoco es obligatorio que la acción de la obra se sitúe en época contemporánea del autor 35 . Las conversaciones, llenas de discusiones y opiniones enfrentadas, confieren a la obra simposíaca un tono dramático 36 , a la vez que permiten al autor dar una ficticia sensación de objetividad, ya que supuestamente reproduce las palabras y opiniones de otros.

Antes de seguir adelante con el estudio de las características del «simposio» en general, y su reflejo en el Banquete de los eruditos en particular, conviene detenerse un momento en las opiniones que el propio autor manifiesta al respecto. En efecto, en el libro V, si bien de un modo no sistemático, Ateneo introduce una serie de notas críticas sobre el género que él mismo cultiva, comentando ciertos aspectos de los Banquetes de algunos de sus predecesores, en concreto los de Jenofonte, Platón y Epicuro. A través de los reproches o elogios que les dispensa, va exponiendo diversos rasgos y elementos que, en su opinión, debe poseer una obra de este tipo y, al contrario, otros que debe evitar.

En concreto, Ateneo considera que un Banquete debe comenzar con un prólogo que incluya la exposición del motivo del festín, las personas presentes, y el momento y lugar en que aquél se desarrolla 37 . Por su parte, los personajes deben ser representantes de distintos campos del saber (también admite que algunos sean simples particulares), y defender opiniones contrapuestas entre sí, a fin de conferir variedad y gracia a la obra 38 . Además, el autor debe hacer que sus personajes se comporten de una manera decorosa 39 , aunque ello no tiene por qué impedir que se introduzcan en la obra distracciones y diversiones de buen gusto 40 . Finalmente, para el de Náucratis son totalmente rechazables los anacronismos, el falseamiento de hechos reales, y la mezcla de personajes de épocas dispares 41 . En esto se muestra en abierta contraposición con el modelo platónico, ya que a Platón no le preocupa en absoluto incurrir en anacronismos.

Aunque lamentablemente los primeros libros de la obra faltan en los manuscritos 42 , conservamos un resumen que nos ilustra sobre su contenido, y deja ver que, de acuerdo con las convenciones del género, el Banquete de los eruditos se iniciaba con el consabido diálogo-marco entre el personaje que va a actuar como narrador (en este caso el propio Ateneo) y el amigo que desea enterarse de los pormenores (un tal Timócrates). La conversación entre ambos se nos presenta ya iniciada (otra de las constantes del género), y constituye un prólogo que pone al lector en antecedentes sobre el otro diálogo, el que constituye la parte central de la obra 43 , su importancia, y los personajes que tomaron parte en él. No queda claro cuánto tiempo ha transcurrido entre la celebración del banquete y el encuentro de Ateneo y Timócrates, aunque el vivo interés de éste por informarse de lo allí ocurrido podría apuntar a que se trata de un acontecimiento relativamente reciente.

El diálogo-marco ofrece una estructura simple: Ateneo, que ha estado en la fiesta, narra lo ocurrido a Timócrates directamente, sin intermediarios. El mismo procedimiento se observa en el Banquete de los siete sabios de Plutarco. En cambio, tanto en el Banquete de Platón como en El banquete o Los lapitas de Luciano, otros de los precursores de Ateneo, encontramos un marco complejo, en el que el narrador no conoce los hechos de primera mano, sino de oídas, a través del relato de otra persona que sí ha tomado parte en ellos 44 . Ahora bien, en el caso del Banquete de los eruditos , el diálogo-marco no queda restringido al comienzo y al final absolutos de la obra, sino que, como veremos, se va repitiendo en los diversos libros. La gran extensión del texto hacía necesaria esta mayor complejidad estructural.

Aunque, de acuerdo con el modelo platónico, la convención del género manda que la acción tenga lugar durante la sobremesa del banquete, Ateneo ha preferido desarrollar el diálogo a lo largo de todas las fases de éste. De este modo, el autor se concede más margen para introducir todo el caudal de su saber 45 , sin tener que alargar desproporcionadamente la segunda parte del festín, en la que, retiradas las mesas, los comensales pasan a beber y charlar. Además, la cena le ofrece continuos pretextos para tratar de cuestiones culinarias, por las que siente especial interés. Este hecho es, al mismo tiempo, reflejo del cambio que han experimentado con el tiempo las costumbres simposíacas griegas: mientras que en la época clásica la parte más importante y ritualizada del banquete era precisamente el pótos , la sobremesa en torno a las copas, en época helenística y romana la mezcla de influencias externas ha llevado a que también la cena en sí, el deîpnos , cobre importancia 46 . Por otro lado, Ateneo no es innovador en esto, ya que encontramos precedentes literarios en otras dos obras de época romana, las Charlas de sobremesa de Plutarco, y el Banquete de Luciano, quien también se complace en mencionar los platos servidos.

En el Banquete platónico la charla no se desarrolla libremente, sino que los interlocutores disertan por turnos, siguiendo un orden protocolario; Ateneo, lo mismo que Jenofonte, Plutarco y Luciano, no imita en esto a Platón, sino que prefiere dejar que la conversación fluya de un modo natural, como ocurriría en una reunión simposíaca real.

Hay, finalmente, otros detalles menores en los que Ateneo sigue a sus predecesores en el género, como son la irrupción de un personaje no invitado (aquí un cínico anónimo al que se alude de pasada en VII 307 F), y alguno que llega tarde (el mismo cínico aludido y el citaredo Amebeo, al que se hace referencia en XIV 622 D-Ε). La presencia de médicos entre los invitados (cuatro en la obra de nuestro autor: Galeno, Dionisocles, Dafno y Rufino) es un motivo que se encuentra también en los Banquetes de Platón, Plutarco y Luciano. Finalmente, el tema erótico, que es el más característico del género simposíaco, por ser el eje del Banquete de Platón, está así mismo reflejado en la obra de Ateneo, que le dedica un libro entero, el XIII 47 .

La adscripción al género simposíaco no agota, sin embargo, la descripción del Banquete de los eruditos . En efecto, la obra, por su contenido, merece ser también considerada en el ámbito de la literatura gastronómica 48 , de la que tan a menudo aduce Ateneo testimonios, en su doble vertiente de «libro de cocina» y de «ideario» del aficionado a la buena mesa. Al hilo del desarrollo de los aperitivos y la cena, los productos culinarios, con sus variedades, características, procedencias, y efectos sobre la salud, constituyen el principal tema de conversación de los eruditos, aunque las recetas de cocina en sí no sean demasiado abundantes. En el plano más ideológico, se defiende un género de vida frugal, cuyo modelo se encuentra en los tiempos antiguos (griegos y romanos), en el que el placer debe verse contenido por un estricto código ético, frente a los excesos «modernos», por más que el banquete en el que participan los eruditos de Ateneo sea uno de los más lujosos y abundantes de los que se tiene noticia; un rasgo más del humor irónico de Ateneo.

Al mismo tiempo, buena parte de las citas son traídas a colación en el contexto de discusiones sobre temas léxicos y gramaticales. Ateneo toma postura en un debate lingüístico que se desarrolla en la cultura griega de época antonina, oponiéndose a quienes defienden la pureza a ultranza de la tradición ática. Su postura es moderada, abierta al neologismo o al préstamo lingüístico justificados, como se ve en III 121 F ss. a propósito de los préstamos latinos, y muy crítica, en cambio, con los defensores de un aticismo extremado y pedante 49 . Aunque los personajes de Ateneo aceptan que, en general, el empleo del vocabulario debe estar sancionado por una autoridad, para lo cual acuden una y otra vez al modelo de los autores antiguos, lo hacen sin discriminación de dialectos ni preferencia de época. Es también frecuente que se despliegue ante nuestros ojos un amplio elenco de variantes dialectales testimoniadas para una misma palabra, que se trate de la evolución de los significados, y que se hagan incursiones en el campo de la etimología. Todo ello nos introduce de lleno en los ámbitos de la lexicografía y la gramática, en los que Ateneo merece ocupar también un lugar destacado, aunque estos contenidos no se desarrollen de una forma sistemática en su obra.

Banquete de los eruditos. Libros I-II

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