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5. LOS PERSONAJES
ОглавлениеDe acuerdo con las convenciones clásicas del banquete 81 (y con las normas sociales de los griegos) todos los invitados que toman parte en el festín de Larensio son varones. En consonancia con lo que Ateneo considera más adecuado para dar variedad y amenidad a la obra 82 , los asistentes pertenecen a distintos campos del saber, y sus intervenciones se centran por lo general en temas vinculados con su profesión. Además, gramáticos y filósofos mantienen con frecuencia opiniones contrapuestas, discuten, se lanzan pullas e incluso insultos, lo cual contribuye a dotar de gracia a la conversación, si bien su comportamiento no llega nunca a ser escandaloso ni falta al decoro, cosa que el autor considera rechazable 83 .
Sobre el carácter real o ficticio de los eruditos de Ateneo ha habido opiniones contrapuestas. Así por ejemplo, Kaibel 84 consideraba que la mayoría de los personajes eran ficticios, y que su personalidad y nombre los había forjado el autor basándose en grandes figuras de otros tiempos (no necesariamente contemporáneos). La misma idea aparece desarrollada con detalle en la introducción de Desrousseaux 85 . También Gulick 86 piensa que Ateneo, pese a inspirarse en personajes históricos, les ha conferido a todos un carácter ficticio y uniformemente pedante.
Sin embargo, estas explicaciones no resultan satisfactorias. Por un lado, puesto que varios de los participantes en el festín pueden identificarse con personas reales, en principio cabría esperar que también lo fueran los restantes (al menos nada se opone a ello). Por otro, el rechazo de Ateneo a la mezcla de personajes de épocas dispares 87 induce a pensar que los sabios de su banquete eran contemporáneos suyos, dado que él mismo toma parte en él. En esta dirección apuntan igualmente las investigaciones de B. Baldwin 88 , quien ha buscado aproximarse a la personalidad real de los diversos interlocutores del diálogo. No siempre es posible lograr una identificación efectiva; sin embargo, se demuestra que muchos de los nombres empleados por Ateneo pertenecen a familias bien testimoniadas en los documentos de la época, por lo que efectivamente puede tratarse de personas que existieron en la realidad, y que, en cualquier caso, nada obliga a pensar que los personajes sean meras invenciones del autor.
Dejando a un lado al propio Ateneo, tenemos en primer lugar a su interlocutor en el diálogo-marco, Timócrates. Con anterioridad a Baldwin no se había ofrecido identificación alguna para él, y se lo consideraba una mera invención del autor. Baldwin, sin embargo, apunta que podría tratarse de un descendiente (posiblemente nieto) de Timócrates el maestro de filosofía del sofista Polemón de Laodicea, personaje con el que Ateneo parece tener a su vez alguna relación 89 . Sus intervenciones son demasiado breves como para que podamos hacernos una idea de su personalidad; sólo sabemos de él que es amigo personal de Ateneo, y que siente vivo interés por los temas eruditos.
El primero de los sabios que se presenta formalmente al lector en la introducción del libro I es el propio anfitrión del banquete, el romano Larensio, de quien se hace un encendido elogio 90 . Hay acuerdo prácticamente general en identificarlo con Publio Livio Larense 91 , perteneciente al orden ecuestre, y del que sabemos que ocupó el cargo de pontifex minor en época de los Antoninos. La Historia Augusta 92 nos informa además de que en el año 192 era procurator patrimonii , y que Pértinax le encomendó la entrega del cuerpo del asesinado emperador Cómodo a Fabio Cilón, para que recibiera sepultura. Quizás, aunque esto no es seguro, el «amigo leal» de Pértinax a quien éste confió la tarea de cerciorarse del fallecimiento de Cómodo 93 no era otro que el propio Larense. Ateneo lo describe como un hombre de gran fortuna y liberalidad, muy culto (destacando sus conocimientos de antiguos ritos romanos y leyes civiles), que domina el griego y posee una extensísima biblioteca de obras en dicha lengua. Se hace hincapié en su gusto por reunir en torno a sí a personas de gran saber, así como en la sagacidad e inteligencia de las cuestiones que plantea. Respecto a su carrera política, se nos informa de que desempeñó un importante cargo religioso encomendado por Marco Aurelio. La afirmación (en I 2 C) de que el emperador había puesto a Larensio al frente de los asuntos religiosos y los sacrificios podría interpretarse como una laudatio adulatoria y excesiva; pero también es posible que, como apunta Zecchini 94 , Marco Aurelio hubiera nombrado a Larensio pontifex palatualis , encargándole la dirección de las Parilias, festividad en la que precisamente se ambienta la obra, y que las palabras de Ateneo se expliquen por lo reciente del cargo y su prestigio. En la lápida sepulcral de Larense (CIL VI 2126) figura su cargo de pontifex minor . En el libro IX 398 E se dice también que fue gobernador de Moesia, cargo que probablemente desempeñó en época de Cómodo. Pese a no ser el principal interlocutor en el diálogo, sus intervenciones son bastante frecuentes, y en ellas pone de manifiesto las cualidades y carácter que se le atribuyen en la introducción.
El peso del diálogo lo lleva, en consonancia con su cargo de maestro de ceremonias 95 , Ulpiano de Tiro. Como se ha dicho, algunos han querido identificarlo con el jurista Domicio Ulpiano, pero resulta más plausible la propuesta de Dittenberger, que ve en él al padre de dicho personaje. El rasgo más destacado de su personalidad es su exagerada defensa del purismo lingüístico, que le ha hecho merecedor del apodo de «Está-o-no-está» (Keitoúkeitos) , ya que continuamente atosiga a sus compañeros inquiriendo sobre los testimonios escritos que sancionan el uso de los vocablos. También destaca su animosidad contra los cínicos, con los que mantiene continuos enfrentamientos, no exentos de humor, y que por otro lado contribuyen a animar el diálogo.
«Perrero» (en griego Kýnoulkos) es el apodo asumido con agrado 96 por un cínico cuyo verdadero nombre es Teodoro, y que, después de Ulpiano, su gran rival, es el personaje con más intervenciones en el diálogo. Aunque no se lo identifica con una persona concreta, abundan los sabios con ese nombre en época tardoimperial, de manera que no resulta difícil asumir que existió realmente. Aparece acompañado en el banquete por un nutrido grupo de cínicos anónimos. Sus intervenciones, que resultan tan eruditas como las del resto de sus compañeros, a menudo aportan una nota burlesca o irónica, dirigida especialmente contra Ulpiano y su pedantería.
El interlocutor que ocupa el tercer lugar por la frecuencia de sus intervenciones es Mírtilo de Tesalia, que, sin embargo, no es mencionado en la introducción, lo cual debe posiblemente achacarse a un defecto del epitomador. Es un cínico, lo mismo que Perrero, y el principal adversario de Ulpiano después de aquél. Aunque algunas de sus intervenciones están en la línea del filósofo cínico, la mayoría de las veces habla como gramático. Parece tratarse de un hombre ya anciano (al menos así se desprende de sus palabras en XIII 608 F) y, a diferencia de lo que ocurre con la mayoría de los eruditos del banquete, se nos dan bastantes apuntes sobre su vida. Así, sabemos que era hijo de un zapatero (XIII 568 E), que vivió en Corinto ejerciendo como sofista (XIII 567 C y 573 C) y que realizó un viaje de Sinada a Metrópolis, en Frigia (XIII 574 F). Aunque no se lo puede identificar con ninguna persona conocida, los datos que se ofrecen sobre su vida son verosímiles 97 , y el hecho mismo de que Ateneo, que no prodiga las noticias biográficas sobre sus personajes, nos dé en este caso bastante información parece apuntar a que se trata de una biografía real.
El primer invitado que se nos presenta en la introducción es Masurio, jurista de enorme competencia, del que se destacan además sus conocimientos enciclopédicos y su actividad como poeta yámbico. Casi al final del banquete (en XIV 623 E) también se ponen de manifiesto sus habilidades musicales. Interviene con frecuencia en la conversación, y trata todo tipo de temas. Baldwin propone identificarlo con el consular (Masurio) Sabino al que Ulpiano el jurista 98 dedica algunos de sus libros.
Aparte de Mírtilo, asisten al banquete siete gramáticos. Cuatro de ellos son presentados en la introducción: Plutarco, Leónides, Emiliano y Zoilo. Faltan en ella, en cambio, Palamedes, Arriano y Varo. Plutarco de Alejandría interviene con frecuencia en la conversación, a veces con discursos bastante largos, sobre toda clase de temas. No se lo identifica con ningún personaje conocido, pero ello no excluye que existiera realmente; lo mismo cabe decir de Leónides de Élide, que toma la palabra solamente en cinco ocasiones 99 . Emiliano Mauro suele entrar en la charla para tratar de cuestiones culinarias, más que propiamente gramaticales; también se nos presenta como un amante de la música (XIV 634 C); tampoco en este caso hay una identificación segura, aunque entre los siglos II y III se conocen varios Emilianos ilustres. Zoilo, por su parte, sólo tiene dos intervenciones, una muy breve en VII 277 C-Ε, donde aduce una cita para la expresión «peces mudos», y otra en IX 336 C-367 D, donde trata una cuestión gramatical; nada se opone a que Zoilo haya existido realmente, pero no se apunta ninguna identificación concreta para él. En cambio, sí conocemos la existencia real del gramático Palamedes, varias de cuyas obras aparecen mencionadas en la Suda (Π 43). Ateneo, que lo llama «lexicógrafo de Elea», sólo le otorga una brevísima intervención en la charla, en IX 397 A, lo que quizás deba interpretarse como un rechazo de sus actividades por parte del de Náucratis. También Arriano (del que en III 113 D se dice que es de origen romano) interviene una sola vez (en III 113 A-D), para disertar sobre panes. Perrero arremete acto seguido contra él, aunque, en cambio, cuenta con la admiración de Magno, un amante de la buena mesa que gusta de su prolijidad; nuevamente estamos ante un nombre frecuente en época de Ateneo, aunque no sea posible hacer una identificación exacta. Resta un último gramático, Varo, que tiene una pequeña intervención en torno al tema de las salazones en III 118 D-Ε; Baldwin apunta que puede tratarse del sofista Varo de Laodicea, que parece que vivió en época de los Severos, y contra el que dirige duras críticas Filóstrato 100 .
Además de los cínicos mencionados, el grupo de filósofos del banquete se completa con otros tres nombres, que son presentados en la introducción: Pontiano y Demócrito, ambos originarios de Nicomedia, y descritos como grandes eruditos (como en realidad son todos los personajes de Ateneo), y Filadelfo de Ptolemaida, que no participa en la conversación (al menos en los libros que conservamos enteros), aunque se lo describe como un hombre que aúna una sólida formación filosófica y un gran conocimiento sobre las restantes facetas de la vida. Ni Plutarco ni Filadelfo se identifican con seguridad, pero sí se conoce a un Pontiano de Nicomedia que aparece en una inscripción (IG II 3265).
La profesión médica cuenta en la obra de Ateneo con cuatro representanes, tres que se mencionan en la introducción inicial: Galeno de Pérgamo, Dafno de Éfeso y Rufino de Nicea, y uno que no, un tal Dionisocles. Galeno de Pérgamo es una personalidad sobradamente conocida del campo de la medicina. En su presentación se pone énfasis en la abundancia y competencia de sus escritos filosóficos y medicos. No obstante, en la obra sólo interviene dos veces, una en I 26 C, donde habla sobre los vinos de Italia, y otra en III 115 C, en la que diserta sobre los panes desde un punto de vista médico. En ninguno de los dos casos se pueden vincular sus palabras con las obras que de él conservamos, por lo que cabe pensar que Ateneo construye literariamente su intervención, sin parafrasear al Galeno real. Por otra parte, es posible que se hayan perdido otras participaciones suyas en la conversación, teniendo en cuenta que las cuestiones médicas parecen haber ocupado mucho espacio en el libro II, del que sólo conocemos una versión resumida. Ése es también probablemente el motivo de que no encontremos ni una sola intervención de Rufino de Nicea, una vez que ha sido presentado; seguramente han sido omitidas por el epitomador. De Dafno de Éfeso se nos dice que es un académico, y una persona venerable tanto en su profesión como por su carácter. Es el médico del que se conservan más intervenciones, cinco en total 101 , todas ellas sobre cuestiones relacionadas con la salud y la dieta. El mismo tema tienen las dos contribuciones de Dionisocles a la charla, en III 96 D y 116 D-F; tampoco se descarta que se hayan perdido otras aportaciones suyas en los libros anteriores. Nada se opone a que Dafno y Dionisocles fueran personajes reales, pero aparte de Galeno sólo Rufino cuenta con una identificación plausible: podría tratarse de L. Cuspio Pactumeo Rufino, una figura vinculada a Galeno y que construyó en Pérgamo el gran templo de Asclepio en el año 150.
En el banquete participan así mismo dos músicos, Alcides de Alejandría y Amebeo; sólo el primero es mencionado en la introducción. Alcides toma la palabra una vez, en IV 174 B-185 A, para hablar sobre la música y los instrumentos musicales. Baldwin propone que, puesto que Alcides es otro nombre de Heracles, podríamos estar ante un pseudónimo del sofista Heraclides 102 . Aunque este Heraclides procedía de Licia, tenía fuertes vínculos con Alejandría. Amebeo, del que se nos dice que es citaredo y un hombre muy versado en música, es el personaje que llega tarde, presentándose en casa de Larensio ya en plena sobremesa. Interviene en dos ocasiones, en XIV 622 D y 623 D, con sendas citas de poetas cómicos, y es invitado por los presentes a tocar, causando admiración tanto por la maestría de su técnica instrumental como por su voz. Aunque existió en tiempos antiguos un músico del mismo nombre, en XIV 622 D Ateneo insiste en que se trata de un citaredo contemporáneo, si bien no ha podido ser identificado por otras fuentes.
Resta por mencionar un último personaje, Magno, posiblemente romano, al que no se asocia con ninguna profesión en concreto, y que no aparece en la introducción. En III 113 E se lo presenta como un amante de la buena mesa, idea en la que se insiste en IV 165 A. También se dice que era un gran admirador de su compañero el gramático Arriano. Tiene cinco intervenciones, casi todas bastante extensas; la primera (III 74 A-78 F) versa sobre los higos; en otras dos se alinea en el bando opositor a los filósofos (en III 113 E-115 B y IV 160 D-164 D), y las dos restantes tratan básicamente de cuestiones gramaticales (IX 380 D y XIV 615 E-616 B). Aunque la obra no ofrece suficientes datos como para permitir una identificación segura, Baldwin propone que puede tratarse de M. Fabio Magno Valeriano, un personaje que prosperó en época de Cómodo y Septimio Severo; o también de Pactumeyo Magno, cónsul en 183, asesinado por orden de Cómodo.