Читать книгу Estafar un banco... ¡Qué placer! - Augusto "Chacho" Andrés - Страница 25

En Buenos Aires, 1973

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Replegada la estructura militar en Buenos Aires, aparecen otra vez las urgencias. Hubo necesidad de comenzar por cosas grandes en un medio poco conocido, para hacer finanzas rápidamente.

Terminó mal un secuestro. Caen varios compañeros importantes, que bancan sin hablar, un duro interrogatorio y son procesados como comunes. El cobro del rescate, se sabe, es el momento más difícil.

Se aprendió de los errores, se rearmaron los equipos y compañeros de capacidad, como Mauricio y Gerardo Gatti, se integraron a actividades concretas.

Finalmente se hizo el exitoso «aprete» de Hart. El Pocho participó en todas las tareas. y dirigió ese operativo. Cinco meses después fue el responsable del cobro del rescate.

Continúa el dialogo de la compañera

—El nivel de funcionamiento era muy bueno. Se redondearon los objetivos durante semanas hasta dominar todos los detalles. Todo era trabajo y más trabajo.

—Por ejemplo, en una zona muy pituca, para hacer información, nos vestíamos como mucamas y niñeras, delantales y zapatos blancos y cofias... Sí!

—¡Cofias almidonadas! Era un ambiente espeso, lleno de «custodios», como les decían allá, que andaban vichando todo.

—Para el levante de vehículos, se precisaban varios de características diferentes.

—Hicimos de «changonas». Elegimos un par de esquinas interesantes, en una zona propicia. Paraban los clientes y les pedíamos que avanzaran unos metros por una de las calles. Era una maniobra común que se hacía, pues la prostitución estaba prohibida y a las pibas las corrían todo el tiempo.

—En el lugar fijado, el candidato abría la puerta del auto y ¡sorpresa!, aparecían dos compañeros armados que lo reducían.

—Elegíamos los vehículos adecuados y los veíamos en funcionamiento. El «trabajo» lo preparamos cuidadosamente.

—Las participantes, fuimos a algunos lugares medio malevos, frecuentados por prostitutas. «Martín», apodo de Pocho, nos acompañó. Nos relacionamos y observábamos con atención a las mujeres, sus poses, su lenguaje. Hasta en los maquillajes las imitamos.

—Aprendimos pila de cosas, sobre la gente de los barrios y los «provincianos». Nunca tuvimos problemas. A todos nos encantaban esos bolichones

—Nos iba el futuro en no llamar la atención, en ser argentinos a toda costa. Si la quedábamos, había que pasar como comunes. Que los milicos argentinos y uruguayos no se avisparan antes de tiempo, del nivel que teníamos y de los proyectos políticos en proceso.

—Había buen ambiente. La pasábamos bien.

—Varios de esos compañeros habían conocido la prisión y la tortura pero no habían cambiado. El colectivo que habían creado, con sus redes de afecto y confianza les permitía jugar con el peligro e ir creando otro mundo.

—Era la alegría de vivir un presente difícil, con la muerte a la vuelta de la esquina y sentirse construyendo un mañana de libertad para todos.

Estafar un banco... ¡Qué placer!

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