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El Pocho revive III

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Camino por el costado africano del Casabó: Costa de Marfil, Etiopía, Guinea, Camerún, Senegal... Hay aire de Llamadas por estas calles. Beatriz Castellonese me espera con un sobre lleno de fotos.

—Es lo que me queda, dice. Pero no es cierto.

En poco rato llegan sus hijos: Beatriz «Negrita» y Alberto «Lolo». A las 5, una bandada de nietos llega de la escuela, con sus túnicas y moñas. Anaclara y Camilo de la Negrita, Ezequiel y Facundo del Lolo.

—¡Saluden al compañero, a ver! Un beso para el amigo.

Están las fotos arriba de la mesa. Las del casamiento, el Pocho y la barra... Los gurises las conocen de memoria. Me saludan cariñosamente y se van.

—Qué pena que no esté con los nietos, ¡qué abuelo se perdieron!

Dice Beatriz madre. La emoción nos envuelve a todos.

Llega la esposa del Lolo. Más saludos y besos. La casa es grande y es de todos.

Vive «la Negrita grande» con la Negrita, el esposo y los dos hijos y a una cuadra el Lolo y su familia.

Es una tribu llena de calor.

—Lo conocí en 1967, en la quinta de Casa de Galicia. Bailaba muy bien y hacíamos una buena pareja con el tango. Cantaba, con su voz grave, las canciones de amor de Zitarrosa.

—Lo llevé a casa, pero mi madre soñaba con un «príncipe azul» para la nena. No le gustó por la edad. Pocho tenía 31 y yo 19 y era una niña grande.

—Al poco tiempo me contó que había estado preso por robar un banco. No era por vanagloriarse, quería que me enterase por él mismo del episodio más duro de su vida.

—Qué decepción. El hombre de mi vida era un ladrón.

—Yo vivía en la Unión con mis padres, gente bien, de trabajo, pero atrasados políticamente. Eran pachequistas convencidos, que no entendían los planteos de la izquierda. En unos meses y con la ayuda del Pocho comprendí la economía.

—Se «fundían» bancos y los ahorristas quedaron en la miseria. Los banqueros eran ministros y robar un banco no era un delito

—En 1969 hubo una explosión en la casa de su hermano Juan Carlos, que quedó clandestino. Inmediatamente la policía mandó presos a todos los Mechoso, por «medidas de seguridad», al cuartel de San Ramón. Luego lo trasladaron a Lavalleja.

—Llego a la visita en un cuartel de Minas. En el medio de los dos se instala un oficial, aduciendo la suma peligrosidad del detenido. Aquél no lo acepta, se levanta y se va. Enseguida se declara en huelga de hambre total.

A los 20 días lo internan en el Hospital Militar. Como no querían un muerto, deciden liberarlo. A la mañana siguiente, 17 de noviembre, nace el «Lolo», con su padre presente.

La vida se hace de más en más complicada para la familia. Las responsabilidades son dramáticas y de sus decisiones dependen la vida y la libertad de sus compañeros.

«El Abuelo» como le llaman sus amigos del boliche, es figura clave en la construcción del aparato armado de la FAU en medio de una situación de violencia creciente.

—Aparecía a las 11 de la noche, con su sonrisa burlona.

—¿Te preparo un mate? le preguntaba yo.

—No. Yo lo preparo. Estee... Negrita ¿no te harías unos tallarincitos? Agua, harina, huevos y el palo de amasar. Luego cortarlos parejitos.

—Llegaba el nuevo día y nosotros comiendo y charlando.

—Se veía preocupado y cada vez fumaba más.

—«Negrita, preso no caigo de nuevo», decía.

En agosto de 1972 es detenido en un operativo de las Fuerzas Armadas y se fuga en noviembre.

Descansa unos días en un local de la organización y una compañera enfermera, con mucho trabajo, logra recuperarlo físicamente.

Estafar un banco... ¡Qué placer!

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