Читать книгу Estafar un banco... ¡Qué placer! - Augusto "Chacho" Andrés - Страница 27
La negociación se hizo difícil
Оглавлениеdialogo de un participante en diferentes etapas del «trabajo».
—Fue una partida de ajedrez entre maestros. Federico Hart era un duro, una figura de las finanzas internacionales, vinculado a negocios poco claros.
—Estuvo casi 5 meses resistiendo sin aflojar, pero un día escribió en su block de cartas que quería comunicarse con el Dr.Cronos.
—El desenlace estaba a la vista.
Dr. Cronos, es el nombre del único interlocutor que tenía «Manuel» (apodo que se eligió para Hart). La comunicación era por escrito y en lengua francesa. Daba la idea de un grupo internacional, posiblemente palestino. Manuel dio un teléfono seguro, para comunicarse con su esposa y el «segundo hombre». Así se le llamó a un funcionario holandés como Hart y de su total confianza. La compañera encargada del teléfono les hablaba en un buen francés. También colaboraba corrigiendo las cartas dirigidas a «Manuel». El Dr. Cronos era Gerardo Gatti.
Comienza un duelo entre dos mentes brillantes, que aprenden a respetarse. Gerardo tiene ventajas. La iniciativa es suya. El dominio del tiempo también, pues «Manuel» no conoce las urgencias económicas de la organización. El secuestrado aparenta ser indiferente al paso de los días. Es orgulloso, su salud es buena y no tiene miedo. Sin su acuerdo no hay negociación posible. En las primeras cartas a su esposa, va un pequeño mensaje en clave, que es decodificado al mes.
El embajador holandés en persona maneja la situación y no le inquieta el monto del rescate. Su objetivo es recuperar con vida a su importante compatriota.
El prisionero permanece solo, en una amplia habitación subterránea. Lee con atención diarios que le son proporcionados y hace anotaciones. Es consciente que sus captores conocen detalles reservados de sus actividades poco conocidas. Aunque no cree en milagros, no da el brazo a torcer. Es su orgullo, transformado en energía. No quiere aceptar la derrota ante ese enemigo incierto.
Un día se decide, pues siente que su resistencia es inútil. Acepta sin pestañear pagar los diez millones de dólares y es ganado por la urgencia de irse cuanto antes, de volver a Europa. Una semana de trabajo febril. El rescate es en billetes de cien dólares. Cien mil en total, que no sean nuevos y que no estén marcados. Gerardo supervisa el retiro, que debe ser de las cuentas bancarias que Hart tiene en todo el mundo.