Читать книгу Estafar un banco... ¡Qué placer! - Augusto "Chacho" Andrés - Страница 31
Beatríz continúa recordando
Оглавление—Estoy jugado. Me voy a Buenos Aires — me dijo. Si vos y los gurises se quedan, yo los voy a ayudar siempre.
—Además tenés mi familia y la tuya, que te van a apoyar.
—No tengo nada claro que ofrecerte. El futuro tenemos que hacerlo nosotros. Va a ser todo muy difícil. Pero sería más lindo si estuviéramos todos juntos.
—No dudé un momento. Yo también me sentía jugada y quería pelear al lado de él.
En 1976 Buenos Aires se convierte en una trampa mortal. Se suceden las caídas. El 13 y 14 de julio, decenas de compañeros son secuestrados y terminan en Orletti. Hacía un tiempo había aparecido fusilada Telba Juárez, una compañera muy querida.
Su recuerdo quedó como un presagio de males mayores.
—Comentando las noticias, suavemente me larga.
—Vos sos joven. Si me pasa algo, puedes comenzar otra vida. Y me parece bien. Solo te pido, que no dejes que le levanten la mano a los gurisitos.
—Lo podía haber hecho. Pero me fui quedando, con la compañía de los hijos y luego de los nietos.
—Para qué buscar algo nuevo, que podía salir mal.
—Yo había tenido un compañero, un amigo, un buen padre pegado a sus hijos y que estaba a gusto en casa.
Hago una broma para aflojar la emoción
—Con la pinta y la sonrisa picarona que tenía, me parece que no se quedaba todo el tiempo en el rancho...
—Puede ser... Pero al pobre los milicos lo tenían a los saltos. Poco tiempo le quedaba para ser pícaro...
Miro una vieja foto en que está con sus amigos del boliche. Allí aparece escrito «pata cruzada». Pienso y pienso y no tengo más remedio que preguntar el porqué del sobrenombre.
—Era la forma que tenía de estar sentado, cruzaba las piernas y se acomodaba el pantalón.
Me acuerdo del encuentro en Buenos Aires y «veo» a «Martín» con las piernas cruzadas y sentado en ángulo, con su media sonrisa y fumando un cigarrillo. El personaje ha vuelto a la vida.
De pronto la Negrita se larga a hablar. Me doy cuenta de que había dejado afuera a los hijos. Ocupan su lugar sin pedir permiso.
—No sé qué va a salir de esto, pero me gusta el tono afectivo de la entrevista. Estoy agradecida, a todos los que me acercan aspectos de la vida de mi padre.
—Cada vez que hablan de él me siento orgullosa.
—Siento que les robo algo de él, para armar el rompecabezas del que fue mi padre y que conocí poco. Voy a llegar a los 40 y duele igual. A veces más, a veces menos.