Читать книгу Pitré no es verde - Belén Boville Luca de Tena - Страница 13

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Un calabozo con ordenador

La merienda en el bar Vicente se había prolongado. El toro había sido un reclamo para que muchísimos vecinos, curiosos y turistas se acercaran a las inmediaciones del mercado. El café estaba de bote en bote. Tanto que el dueño le dijo a José que podía torear una vez a la semana en la plazuela, así se animaría la gente a comprar en el mercado en vez de ir a los hipermercados y su bar también se llenaría de gente. Esto le pareció razonable a José y dijo que se lo comentaría al concejal de Fiestas, que era una buena idea.

Los chicos tomaron el chocolate con churros y se tuvieron que despedir. π3 estaba tan a gusto con sus nuevos amigos y su pandilla recién creada que le costó muchísimo separarse de ellos. José se levantó de la mesa. π3 siguió sentado.

−Vamos Pitré, que es para hoy.

Como no quería marcharse empezó a mover la cabeza de izquierda a derecha. Los demás chicos se iban levantando, pero π3, erre que erre, no se movía de su asiento.

La señorita Mariví levantaba los hombros; no podía hacer nada, hasta que se le ocurrió:

−Podéis seguir en contacto por el Facebook, el Whatsapp y hasta podrías visitar algún día nuestro pueblo.

José dijo que si se quedaba en El Puerto lo diera por seguro, él la acompañaría; pero primero tenían que arreglar su situación. Entonces Carmen se acercó y le dio una hoja con todos sus nombres y sus emails. π3 reconoció inmediatamente el símbolo de la arroba y arrancó un trocito de papel donde garrapateó el suyo:

π3Mun2@glx10M

Se levantó, besó delante de todos a Carmen, que se puso coloradísima, y se colocó con decisión al lado de José. Tenía que seguir su camino. Aunque le daba pena irse no podía hacer otra cosa. Sabía que José le ayudaría a encontrar a su gente y a lo mejor en unos días podría volver a visitar el pueblo de sus amigos.

José se despidió de la señorita Mariví y finalmente le dijo a π3:

−Vamos, chiquillo, que en la comisaría deben estar contentos con lo del toro y el chico rubio; hay que aclarar todo esto.

Se encaminaron hacia la comisaría callejeando por El Puerto. José era un hombre cabal. Había tenido la muerte a un palmo de sus narices y sabía cuándo existía peligro. Sin querer echarle una bronca, le dijo:

−Pitré, si quieres quedarte más tiempo por aquí, no puedes llamar tanto la atención. Menuda habéis montado con el toro.

π3 lo miró y supo que tenía razón. Si seguía haciendo todo lo que se le ocurriera tendría problemas, antes o después:

−Caracoles −contestó, intentando suscitar una sonrisa del torero.

−Caracoles, tagarninas y espárragos, que no está el horno para bollos −contestó José malhumorado−. Si tenemos suerte te dejan conmigo. Si no, eres un indocumentado y te meten en un calabozo como a los chicos de las pateras, así que menos guasa.

π3 agachó la cabeza; estaba realmente arrepentido. Sabía que se había pasado.

−Bueno, bueno, eres un chico listo; espero que seas más prudente −dijo el torero y sin más lo apretujó entre sus brazos y lo besó en la cabeza.

Fue entonces cuando José sintió una vibración en el cráneo del muchacho. Los besos, las caricias, los achuchones, le hacían estremecerse, pero sobre todo los besos tenían un efecto inmediato sobre su piel, que vibraba agradecida.

−Chico, pareces un vibrador −dijo y lo volvió a besar. Al contacto de sus labios con el pelo y la piel a π3 le entraron cosquillas y empezó a reír.

Cuando llegaron a la Policía les hicieron rellenar un montón de papeles, cosa que aburría mortalmente a José y más a π3, que ya estaba un poco cansado. Aunque todos sabían la peripecia del toro de Osborne y como lo había atrapado José, sin embargo en la misma Comisaría nadie conocía la existencia de π3 ni el salvamento del Vaporcito. Dedujeron entonces que el periodista no había pasado por allí fisgoneando ni denunciando la presencia de un menor sin papeles. Parecía que Bocaboca se hubiera esfumado.

Tras rellenar los formularios los pasaron a una sala más grande con sillas de colores donde un policía interrogó al muchacho:

−A ver chaval, ¿cómo te llamas?

−π3.

−Pero Pi-trés, ¿qué?

π3 miró a José y luego al policía; tras él había una caja con etiquetas de la mensajería TNT y se le ocurrió decir:

−Pi-trés TNT −y el policía rellenó la ficha repitiendo:

−Pi-tré Teneté. Parece francés. ¿Nacionalidad?

−Es sueco −contestó inmediatamente José. Si decía que era americano, lo llevarían a la base y los militares de allí podrían identificarlo como un ET y hacerle todo tipo de perrerías.

−Bien, Suecia. ¿Ciudad?

−Pues Estocolmo −dijo José, que había estado en la capital de Suecia−; ha venido de turista en el barco este de los guiris que para en Cádiz. Y se extravió con la moto de agua.

−Muy bien jovencito. Te vamos a hacer un pequeño reconocimiento médico y luego te quedarás aquí hasta que vengan los de la Cruz Roja, o tus padres.

−Pero, agente, el chico está conmigo; yo me hago responsable −añadió José, temeroso de que se lo llevaran con los menores inmigrantes.

Pitré no es verde

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