Читать книгу Pitré no es verde - Belén Boville Luca de Tena - Страница 7

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¿Y tú quién eres?

Estaban en esas cuando llegó Manuel acompañado de un tipo con coleta y bermudas. Era el periodista de la radio local La Cotorra. Manuel le había contado que habían recogido a un náufrago en la bahía y se lo quería presentar. El periodista traía una grabadora colgada del cuello, un micrófono y una gran barriga. Siempre estaba curioseando y entrevistando a todo quisqui.

Nada más llegar, sin preámbulos, y dirigiéndose a una audiencia invisible, dijo:

−Aquí radio La Cotorra, para que corra. Nos hallamos en El Puerto de Santa María, la ciudad de los cien palacios y una sola librería. Entre nosotros está la tripulación de nuestra gloriosa nave, El Vaporcito; valientes hombres que cada día se echan a la mar para transportar a centenares de viajeros y turistas. Pero hoy se han topado con un náufrago y han acudido prestos a su salvamento. El susodicho, llamado Pitré, está presente, en entrevista exclusiva para La Cotorra. ¿Cómo te sientes, Pitré?

El periodista colocó el micrófono bajo la boca del muchacho, esperando una respuesta, y este, intentando hablar y encontrar las palabras adecuadas, dijo:

−Cosquillas.

José y el periodista soltaron una carcajada; π3 dudó por un momento y también empezó a reírse. Era todo mucho más divertido que en su planeta de plástico.

El periodista continuó:

−Nuestro amigo náufrago es un turista accidental que procede de tierras lejanas, muy al Norte, como demuestran sus rubios cabellos y su piel rosácea. Todavía no conoce nuestra lengua y se hace un poco de lío. Pero también tenemos aquí a José, nuestro torero más internacional, y a Manuel, hijo, nieto y bisnieto de los fundadores del Vaporcito. ¿Qué es lo que ocurrió exactamente, amigos?

−Vorvíamos de Cai cuando vimo una moto de agua que se accidentaba; José dice que cayó der cielo...

−Sí pero no −continuó José mirando a π3 y tratando de protegerlo−; no estoy nada seguro.

−El caso es que, amigos oyentes, El Vaporcito ha encontrado un náufrago en mitad de la bahía, un muchacho de unos doce o trece años que responde al nombre de Pitré y que no habla nuestra lengua. A lo mejor es un extraterrestre... −dijo al azar, sin pensarlo mucho.

−Habría que localizar a sus padres, digo yo −planteó José.

−Tiene la moto más chula y más ehtratosférica que haya visto en mi vía −continuó Manuel−; navega como una seda, no sé si es japonesa o americana. Quiyo, ¿cuánto vale?

π3 no sabía qué contestar. Cuando estaba cerca Mukiko comprendía mejor todo, como si hubiera una conexión entre ambos que lo acercara más a los humanos. Así que lo llamó:

−Mukiko, Mukiko.

−Se han hecho muy amigos −matizó el torero. El perrillo acudió a la llamada y de nuevo se echó al suelo de espaldas mostrando su barriga y π3 siguió jugando con él mientras le hacían las preguntas. Ahora que el perro estaba cerca entendía mucho mejor. Quizás podría contestar con algunas de las palabras que había ido escuchando desde que lo izaron a bordo.

−¿Sabéis en qué hotel está alojado? −preguntó el periodista. π3 contestó inmediatamente:

−Allá −señalando al horizonte. Claro que el horizonte desde El Puerto se confunde con las localidades de la costa, y concretamente con Rota, donde está la base militar de los americanos y desde donde salen los portaviones para las guerras.

−Ya está, este es de la base, americano, claro; por eso tiene una moto tan chula –dedujo Manuel, para quien desde ese momento todo coincidía. El chico rubio, la moto de agua último modelo, su desconocimiento del español y su aparente desorientación.

Pero José, que lo había estado observando desde el naufragio, sabía que π3 no era americano; ponía la mano en el fuego de que aquel muchacho venía de otro planeta. Pero, ¿cómo podía decir esto? ¿Le tomarían el pelo? ¿Y si los americanos se enteraban? ¿No lo secuestrarían para hacer experimentos con él?

El torero consideró peligrosa la posibilidad remota de que sus amigos conociesen la verdadera identidad de π3 y de que a alguno de ellos se le ocurriera llevarlo a la base de Rota. Así que dijo todo lo contrario.

−No, viene de Cádiz. Creo que ha llegado en un crucero de esos que vienen cargados de guiris. Me ha dicho que venía en un barco.

−Barco −repitió π3.

−¿Ves? −dijo José. Pero el periodista, más avispado que el marinero, se había quedado con la copla de que el muchacho había caído del cielo, que era un extraterrestre. Esto podía ser una noticia fantástica; a él le daría la fama que siempre había buscado; lo sacarían en la tele y sería el reportero del siglo. Siguió haciendo preguntas al muchacho, tratando de averiguar quién era realmente:

−¿Y tú de quién eres, Pi-trés?

Después del interrogatorio y de no sacar nada en claro, el periodista se marchó con la promesa de hacer una investigación y de contribuir a que el chico pudiera localizar a sus padres. En su ánimo estaba no perderlo de vista. Se había quedado con la mosca detrás de la oreja con eso de que podía ser un ET y no era cuestión de perder la exclusiva de la noticia.

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Pitré no es verde

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