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CAPÍTULO XLIV

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CÓMO FUÉ ORDENADO DE ENVIAR Á PEDRO DE ALBARADO LA TIERRA ADENTRO Á BUSCAR MAÍZ Y BASTIMENTOS, Y LO QUE MÁS PASÓ.

Ya que habiamos hecho y ordenado lo por mí aquí dicho, acordamos que fuese Pedro de Albarado la tierra adentro á unos pueblos que teniamos noticia que estaban cerca, para que viese qué tierra era y para traer maíz é algun bastimento, porque en el real pasábamos mucha necesidad; y llevó cien soldados, y entre ellos quince ballesteros y seis escopeteros, y eran destos soldados más de la mitad de la parcialidad de Diego Velazquez, y quedamos con Cortés todos los de su bando, por temor no hubiese más ruido ni chirinola y se levantasen contra él, hasta asegurar más la cosa; y desta manera fué el Albarado á unos pueblos pequeños, sujeto de otro pueblo que se decia Costastlan, que era de lengua de Culúa; y este nombre de Culúa es en aquella tierra como si dijesen los romanos hallados; así es toda la lengua de la parcialidad de Méjico y de Montezuma; y á este fin en toda aquesta tierra cuando dijere Culúa son vasallos y sujetos á Méjico, y así se ha de entender.

Y llegado Pedro de Albarado á los pueblos, todos estaban despoblados de aquel mismo dia, y halló sacrificados en unos cues hombres y muchachos, y las paredes y altares de sus ídolos con sangre, y los corazones presentados á los ídolos; y tambien hallaron las piedras sobre que los sacrificaban, y los cuchillazos de pedernal con que los abrian por los pechos para les sacar los corazones.

Dijo el Pedro de Albarado que habian hallado todos los más de aquellos cuerpos sin brazos y piernas. É que dijeron otros indios que los habian llevado para comer; de lo cual nuestros soldados se admiraron mucho de tan grandes crueldades.

Y dejemos de hablar de tanto sacrificio, pues dende allí adelante en cada pueblo no hallábamos otra cosa.

Y volvamos á Pedro de Albarado, que aquellos pueblos los halló muy abastecidos de comida y despoblados de aquel dia de indios, que no pudo hallar sino dos indios que le trajeron maíz; y así, hubo de cargar cada soldado de gallinas y de otras legumbres; y volvióse al real sin más daño les hacer, aunque halló bien en que, porque así se lo mandó Cortés, que no fuese como lo de Cozumel; y en el real nos holgamos con aquel poco bastimento que trujo, porque todos los males y trabajos se pasan con el comer.

Aquí es donde dice el coronista Gómora que fué Cortés la tierra adentro con cuatrocientos soldados; no le informaron bien, que el primero que fué es el por mí aquí dicho, y no otro.

Y tornemos á nuestra plática: que como Cortés en todo ponia gran diligencia, procuró de hacerse amigo con la parcialidad del Diego Velazquez, porque á unos con dádivas del oro que habiamos habido, que quebranta peñas, é otros prometimientos, los atrajo á sí y los sacó de las prisiones, excepto Juan Velazquez de Leon y al Diego de Ordás, que estaban en cadenas en los navíos, y dende á pocos dias tambien los sacó de las prisiones, hizo tan buenos y verdaderos amigos dellos como adelante verán, y toda con el oro, que lo amansa.

Y á todas las cosas puestas en este estado, acordamos de nos ir al pueblo que estaba en la fortaleza, ya otra vez por mí memorado, que se dice Quiahuistlan, y que los navíos se fuesen al peñol y puerto que estaba enfrente de aquel pueblo obra de una legua dél; é yendo costa á costa, acuérdome que se mató un gran pescado que le echó la mar en la costa en seco, y llegamos á un rio donde está poblada ahora la Veracruz, y venia algo hondo, y con unas canoas quebradas lo pasamos, y á nado y en balsas, y de aquella parte del rio estaban unos pueblos sujetos á otro gran pueblo que se decia Cempoal, donde eran naturales los cinco indios de los bezotes de oro que he dicho que vinieron por mensajeros á Cortés, que les llamamos lopelucios en el real, y hallamos las casas de ídolos y sacrificadores, y sangre derramada y enciensos con que zahumaban, y otras cosas de ídolos y de piedras con que sacrificaban, y plumas de papagayos y muchos libros de su papel cosidos á dobleces, como á manera de paños de Castilla, y no hallamos indios ningunos, porque se habian ya huido; que, como no habian visto hombres como nosotros ni caballos, tuvieron temor, y allí aquella noche no hubo qué cenar; caminamos la tierra adentro hácia el poniente, y dejamos la costa, y no sabiamos el camino, y topamos unos buenos prados que llaman habanas, y estaban paciendo unos venados, y corrió Pedro de Albarado con su yegua alazana tras un venado y le dió una lanzada, y herido, se metió por un monte, que no se pudo haber.

Y estando en esto, vimos venir doce indios que eran vecinos de aquellas estancias donde habiamos dormido, y venian de hablar á su cacique, y traian gallinas y pan de maíz, y dijeron á Cortés con nuestras lenguas que su señor enviaba aquellas gallinas que comiésemos, y nos rogaba que fuésemos á su pueblo, que estaba de allí, á lo que señalaron, andadura de un dia, porque es un sol; y Cortés les dió las gracias y los halagó, y caminamos adelante y dormimos en otro pueblo pequeño, que tambien tenia hechos muchos sacrificios.

Y porque estarán hartos de oir de tantos indios é indias que hallábamos sacrificados en todos los pueblos y caminos que topábamos, pasaré adelante sin tornar á decir de qué manera é qué cosas tenian; y diré cómo nos dieron en aquel pueblezuelo de cenar, y supimos que era por Cempoal el camino para ir al Quiahuistlan, que ya he dicho que estaba en una sierra, y pasaré adelante, y diré cómo entramos en Cempoal.

Verdadera Historia de los Sucesos de la Conquista de la Nueva-España (Tomos 1-3)

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