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CAPÍTULO XLVII

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CÓMO CORTÉS MANDÓ QUE PRENDIESEN AQUELLOS CINCO RECAUDADORES DE MONTEZUMA, Y MANDÓ QUE DENDE ALLÍ ADELANTE NO OBEDECIESEN NI DIESEN TRIBUTO, Y LA REBELION QUE ENTÓNCES SE ORDENÓ CONTRA MONTEZUMA.

Como Cortés entendió lo que los caciques le decian, les dijo que ya les habia dicho otras veces que el Rey nuestro señor le mandó que viniese á castigar los malhechores é que no consintiese sacrificios ni robos; y pues aquellos recaudadores venian con aquella demanda, les mandó que luego los aprisionasen é los tuviesen presos hasta que su señor Montezuma supiese la causa cómo vienen á robar y llevar por esclavos sus hijos y mujeres, é hacer otras fuerzas.

É cuando los caciques lo oyeron estaban espantados de tal osadía, mandar que los mensajeros del gran Montezuma fuesen maltratados, y temian y no osaban hacello; y todavía Cortés les convocó para que luego los echasen en prisiones, y así lo hicieron, y de tal manera, que en unas varas largas y con collares (segun entre ellos se usa) los pusieron de arte que no se les podian ir; é uno dellos porque no se dejaba atar le dieron de palos; y demás desto, mandó Cortés á todos los caciques que no les diesen más tributo, ni obediencia á Montezuma, é que así lo publicasen en todos los pueblos aliados y amigos. É que si otros recaudadores hubiese en otros pueblos como aquellos, que se lo hiciesen saber, que él enviaria por ellos.

Y como aquella nueva se supo en toda aquella provincia, porque luego envió mensajeros el cacique gordo haciéndoselo saber, y tambien lo publicaron los principales que habian traido en su compañía aquellos recaudadores, que como los vieron presos, luego se descargaron y fueron cada uno á su pueblo á dar mandado y á contar lo acaecido.

É viendo cosas tan maravillosas é de tanto peso para ellos, dijeron que no osaron hacer aquello hombres humanos, sino teules, que así llaman á sus ídolos en que adoraban; é á esta causa desde allí adelante nos llamaron teules, que es, como he dicho, ó dioses ó demonios; y cuando dijere en esta relacion teules en cosas que han de ser tocadas nuestras personas, sepan que se dice por nosotros.

Volvamos á decir de los prisioneros, que los querian sacrificar por consejo de todos los caciques, porque no les fuese alguno dellos á dar mandado á Méjico; y como Cortés lo entendió, les mandó que no los matasen, que él los queria guardar, y puso de nuestros soldados que los velasen; é á media noche mandó llamar Cortés á los mismos nuestros soldados que los guardaban, y les dijo:

—«Mirad que solteis dos dellos, los más diligentes que os parecieren, de manera que no lo sientan los indios destos pueblos;» que se los llevasen á su aposento.

Y así lo hicieron, y despues que los tuvo delante les preguntó con nuestras lenguas que por qué estaban presos y de qué tierra eran, como haciendo que no los conocia; y respondieron que los caciques de Cempoal y de aquel pueblo con su favor y el nuestro los prendieron; y Cortés respondió que él no sabia nada y que le pesa dello; y les mandó dar de comer y les dijo palabras de muchos halagos, y que se fuesen luego á decir á su señor Montezuma cómo éramos todos sus grandes amigos y servidores; y porque no pasasen más mal les quitó las prisiones, y que riñó con los caciques que los tenian presos, y que todo lo que hubieren menester para su servicio que lo hará de muy buena voluntad, y que los tres indios sus compañeros que tienen en prisiones, que él los mandará soltar y guardar, y que vayan muy presto, no los tornen á prender y los maten; y los dos prisioneros respondieron que se lo tenian en merced, y que habian miedo que los tornarian á las manos, porque por fuerza habian de pasar por sus tierras; y luego mandó Cortés á seis hombres de la mar que esa noche los llevasen en un batel obra de cuatro leguas de allí, hasta sacallos de á tierra segura fuera de los términos de Cempoal.

Y como amaneció, y los caciques de aquel pueblo y el cacique gordo hallaron ménos los dos prisioneros, querian muy de hecho sacrificar los otros que quedaban, si Cortés no se los quitara de su poder, é hizo del enojado porque se habian huido los otros dos; y mandó traer una cadena del navío y echólos en ella, y luego los mandó llevar á los navíos, é dijo que él los queria guardar, pues tan mal cobro pusieron de los demás; y cuando los hubieron llevado les mandó quitar las cadenas, é con buenas palabras les dijo que presto les enviaria á Méjico.

Dejémoslo así, que luego que esto fué hecho todos los caciques de Cempoal y de aquel pueblo é de otros que se habian allí juntado de la lengua totonaque, dijeron á Cortés que qué harian, pues que Montezuma sabria la prision de sus recaudadores, que ciertamente vendrian sobre ellos los poderes de Méjico del gran Montezuma, y que no podrian escapar de ser muertos y destruidos.

Y dijo Cortés con semblante muy alegre, que él y sus hermanos que allí estábamos los defenderiamos, y matariamos á quien enojar los quisiese.

Entónces prometieron todos aquellos pueblos y caciques á una que serian con nosotros en todo lo que les quisiésemos mandar, y juntarian todos sus poderes contra Montezuma y todos sus aliados.

Y aquí dieron la obediencia á su majestad por ante un Diego de Godoy el escribano, y todo lo que pasó lo enviaron á decir á los más pueblos de aquella provincia; é como ya no daban tributo ninguno, é los recojedores no parecian, no cabian de gozo en haber quitado aquel dominio.

Y dejemos esto, y diré cómo acordamos de nos bajar á lo llano á unos prados, donde comenzamos á hacer una fortaleza. Esto es lo que pasa, y no la relacion que sobre ello dieron al coronista Gómora.

Verdadera Historia de los Sucesos de la Conquista de la Nueva-España (Tomos 1-3)

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