Читать книгу Verdadera Historia de los Sucesos de la Conquista de la Nueva-España (Tomos 1-3) - Bernal Diaz del Castillo - Страница 43
CAPÍTULO XXXIX
ОглавлениеCÓMO FUÉ TENDILE Á HABLAR Á SU SEÑOR MONTEZUMA Y LLEVAR EL PRESENTE Y LO QUE HICIMOS EN NUESTRO REAL.
Desque se fué Tendile con el presente que el capitan Cortés le dió para su señor Montezuma, é habia quedado en nuestro real el otro gobernador que se decia Pitalpitoque, quedó en unas chozas apartadas de nosotros, y allí trajeron indios para que hiciesen pan de su maíz, y gallinas, fruta y pescado, y de aquella proveian á Cortés y á los capitanes que comian con él (que á nosotros los soldados, si no lo mariscábamos é íbamos á pescar, no lo teniamos); y en aquella sazon vinieron muchos indios de los pueblos por mí nombrados, donde eran gobernadores aquellos criados del gran Montezuma, y traian algunos dellos oro y joyas de poco valor y gallinas á trocar por nuestros rescates, que eran cuentas verdes, diamantes y otras cosas, y con aquello nos sustentábamos, porque comunmente todos los soldados traiamos rescate, como teniamos aviso cuando lo de Grijalva que era bueno traer cuentas, y en esto pasaron seis ó siete dias; y estando en esto vino el Tendile una mañana con más de cien indios cargados, y venia con ellos un gran cacique mejicano, y en el rostro, facciones y cuerpo se parecian al capitan Cortés, y adrede lo envió el gran Montezuma; porque, segun dijeron, cuando á Cortés le llevó Tendile dibujada su misma figura, todos los principales que estaban con Montezuma dijeron que un principal que se decia Quintalbor se le parecia á lo propio á Cortés, que así se llamaba aquel gran cacique que venia con Tendile; y como parecia á Cortés, así le llamábamos en el real Cortés allá, Cortés acullá.
Volvamos á su venida y lo que hicieron en llegando donde nuestro capitan estaba, y fué que besó la tierra con la mano, y con braseros que traian de barro, y en ellos de su incienso le zahumaron, y á todos los demás soldados que allí cerca nos hallamos; y Cortés les mostró mucho amor y asentólos cabe sí; é aquel principal que venia con aquel presente traia cargo juntamente de hablar con el Tendile (ya he dicho que se decia Quintalbor); y despues de haberle dado el parabien venido á aquella tierra, y otras muchas pláticas que pasaron, mandó sacar el presente que traian encima de unas esteras que llaman petates, y tendidas otras mantas de algodon encima dellas, lo primero que dió fué una rueda de hechura de sol, tan grande como de una carreta, con muchas labores, todo de oro muy fino, gran obra de mirar, que valía, á lo que despues dijeron que le habian pesado, sobre veinte mil pesos de oro, y otra mayor rueda de plata, figurada la luna con muchos resplandores, y otras figuras en ella, y esta era de gran peso, que valía mucho, y trujo el casco lleno de oro en granos crespos como lo sacan de las minas, que valía tres mil pesos.
Aquel oro del casco tuvimos en más, por saber cierto que habia buenas minas, que si trujeran treinta mil pesos. Más trajo veinte ánades de oro, de muy prima labor y muy natural, é unos como perros de los que entre ellos tienen, y muchas piezas de oro figuradas de hechuras de tigres y leones y monos, y diez collares hechos de una hechura muy prima, é otros pinjantes, é doce flechas y arco con su cuerda, y dos varas como de justicia, de largo de cinco palmos, y todo esto de oro muy fino y de obra vaciadiza; y luego mandó traer penachos de oro y de ricas plumas verdes y otras de plata, y aventadores de lo mismo, pues venados de oro sacados del vaciadizo; é fueron tantas cosas, que, como há ya tantos años que pasó, no me acuerdo de todo; y luego mandó traer allí sobre treinta cargas de ropa de algodon tan prima y de muchos géneros de labores, y de pluma de muchos colores, que por ser tantos no quiero en ello más meter la pluma, porque no lo sabré escribir.
Y despues de haber dado, dijo aquel gran cacique Quintalbor y el Tendile á Cortés que reciba aquello con la gran voluntad que su señor se lo envia, é que lo reparta con los teules que consigo trae; y Cortés con alegría los recibió; y dijeron á Cortés aquellos embajadores que le querian hablar lo que su señor Montezuma le envia á decir.
Y lo primero que le dijeron, que se ha holgado que hombres tan esforzados vengan á su tierra, como le han dicho que somos, porque sabia lo de Tabasco; y que deseara mucho ver á nuestro gran Emperador, pues tan gran señor es, pues de tan léjas tierras como venimos tiene noticia dél, é que le enviaria un presente de piedras ricas, é que entretanto que allí en aquel puerto estuviéremos, si en algo nos puede servir que lo hará de buena voluntad; é cuanto á las vistas, que no curasen dellas, que no habia para qué; poniendo muchos inconvenientes.
Cortés les tornó á dar las gracias con buen semblante por ello, y con muchos halagos dió á cada gobernador dos camisas de Holanda y diamantes azules y otras cosillas, y les rogó que volviesen por su embajador á Méjico á decir á su señor el gran Montezuma que, pues habiamos pasado tantas mares y veniamos de tan léjas tierras solamente por le ver y hablar de su persona á la suya, que así se volviese, que no lo receberia de buena manera nuestro gran rey y señor, y que adonde quiera que estuviese le quiere ir á ver y hacer lo que mandare.
Y los embajadores dijeron que irian y se lo dirian; que las vistas que dice, que entienden que son por demás.
Y envió Cortés con aquellos mensajeros á Montezuma de la pobreza que traiamos que era una copa de vidrio de Florencia, labrada y dorada, con muchas arboledas y monterías que estaban en la copa, y tres camisas de Holanda y otras cosas, y les encomendó la respuesta.
Fuéronse estos dos gobernadores, y quedó en el real Pitalpitoque, que parece ser lo dieron cargo los demás criados de Montezuma para que trujese la comida de los pueblos más cercanos.
Dejallo hé aquí, y diré lo que en nuestro real pasó.