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CAPÍTULO XXXII

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CÓMO MANDÓ CORTÉS Á TODOS LOS CAPITANES QUE FUESEN CON CADA CIEN SOLDADOS Á VER LA TIERRA Á DENTRO, Y LO QUE SOBRE ELLO NOS ACAECIÓ.

Otro dia de mañana mandó Cortés á Pedro de Albarado que saliese por capitan con cien soldados, y entre ellos quince ballesteros y escopeteros, y que fuese á ver la tierra adentro hasta andadura de dos leguas, y que llevase en su compañía á Melchorejo, la lengua de la Punta de Cotoche; y cuando le fueron á llamar al Melchorejo, no le hallaron, que se habia ya huido con los de aquel pueblo de Tabasco; porque, segun parecia, el dia ántes en las Puntas de los Palmares dejó colgados sus vestidos que tenia de Castilla, y se fué de noche en una canoa; y Cortés sintió enojo con su ida, porque no dijese á los indios sus naturales algunas cosas que no trujesen provecho.

Dejémosle huido con la mala ventura, y volvamos á nuestro cuento: que asimismo mandó Cortés que fuese otro capitan que se decia Francisco de Lugo por otra parte con otros cien soldados y doce ballesteros y escopeteros, y que no pasase de otras dos leguas, y que volviese en la noche á dormir al real; y yendo que iba el Francisco de Lugo con su compañía obra de una legua de nuestro real, se encontró con grandes capitanes y escuadrones de indios, todos flecheros, y con lanzas y rodelas, y atambores y penachos, y se vienen derechos á la capitanía de nuestros soldados, y les cercan por todas partes, y les comienzan á flechar de arte, que no se podian sustentar con tanta multitud de indios, y les tiraban muchas varas tostadas y piedras con hondas, que como granizo caian sobre ellos, y con espadas de navajas de dos manos; y por bien que peleaba el Francisco de Lugo y sus soldados, no los podia apartar de sí; y cuando aquesto vió, con gran concierto se venia ya retrayendo al real é habia enviado adelante un indio de Cuba muy gran corredor é suelto, á dar mandado á Cortés para que le fuésemos á ayudar; é todavía el Francisco de Lugo, con gran concierto de sus ballesteros y escopeteros, unos armados é otros tirando, y algunas arremetidas que hacian, se sostenian con todos los escuadrones que sobre él estaban.

Dejémosle de la manera que he dicho, é con gran peligro, é volvamos al capitan Pedro de Albarado, que pareció ser habia andado más de una legua, y topó con un estero muy malo de pasar, é quiso Dios nuestro Señor encaminallo que volviese por otro camino hácia donde estaba el Francisco de Lugo peleando, como dicho tengo; y como oyó las escopetas que tiraban y el gran ruido de atambores y trompetillas, y voces é silbos de los indios, bien entendió que estaban revueltos en guerra, y con mucha presteza é con gran concierto acudió á las voces é tiros, é halló al capitan Francisco de Lugo con su gente haciendo rostro y peleando con los contrarios, é cinco indios muertos; y luego que se juntaron con el Lugo, dan tras los indios, que los hicieron apartar, y no de manera que los pudiesen poner en huida, que todavía los fueron siguiendo los indios á los nuestros hasta el real; é asimismo nos habian acometido y venido á dar guerra otras capitanías de guerreros adonde estaba Cortés con los heridos; mas muy presto los hicimos retraer con los tiros que llevaban muchos dellos, y á buenas cuchilladas y estocadas.

Volvamos á decir algo atrás, que cuando Cortés oyó al indio de Cuba que venia á demandar socorro, y del arte que quedaba Francisco de Lugo, de presto les íbamos á ayudar, y nosotros que íbamos y los dos capitanes por mí nombrados, que llegaban con sus gentes obra de media legua del real, y murieron dos soldados de la capitanía de Francisco de Lugo, y ocho heridos, y de los de Pedro de Albarado le hirieron tres, y cuando llegaron al real se curaron, y enterramos los muertos, é hubo buena vela y escuchas; y en aquellas escaramuzas matamos quince indios y se prendieron tres, y el uno parecia algo principal; y el Aguilar, nuestra lengua, les preguntaba que por qué eran locos é salian á dar guerra.

Luego se envió un indio dellos con cuentas verdes para dar á los caciques porque viniesen de paz; é aquel mensajero dijo que el indio Melchorejo, que traiamos con nosotros de la Punta de Cotoche, se fué á ellos la noche ántes, les aconsejó que nos diesen guerra de dia y de noche, que nos vencerian, porque éramos muy pocos; de manera que traiamos con nosotros muy mala ayuda y nuestro contrario.

Y aquel indio que enviamos por mensajero fué, y nunca volvió con la respuesta; y de los otros dos indios que estaban presos supo Aguilar, la lengua, por muy cierto, que para otro dia estaban juntos cuantos caciques habia en aquella provincia, con todas sus armas, segun las suelen usar, aparejados para nos dar guerra, y que nos habian de venir otro dia á cercar en el real, y que el Melchorejo se lo aconsejó.

Y dejallos hé aquí, é diré lo que sobre ello hicimos.

Verdadera Historia de los Sucesos de la Conquista de la Nueva-España (Tomos 1-3)

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