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CAPÍTULO XXXVI

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CÓMO VINIERON TODOS LOS CACIQUES É CALACHONIS DEL RIO DE GRIJALVA Y TRAJERON UN PRESENTE, Y LO QUE SOBRE ELLO PASÓ.

Otro dia de mañana, que fué á los postreros del mes de Marzo de 1519 años, vinieron muchos caciques y principales de aquel pueblo y otros comarcanos, haciendo mucho acato á todos nosotros, é trajeron un presente de oro, que fueron cuatro diademas, y unas lagartijas, y dos como perrillos, y orejeras, é cinco ánades, y dos figuras de caras de indios, y dos suelas de oro, como de sus cotorras, y otras cosillas de poco valor, que yo no me acuerdo qué tanto valía, y trajeron mantas de las que ellos traian é hacian, que son muy bastas; porque ya habrán oido decir los que tienen noticia de aquella provincia que no las hay en aquella tierra sino de poco valor; y no fué nada este presente en comparacion de veinte mujeres, y entre ellas una muy excelente mujer, que se dijo doña Marina, que así se llamó despues de vuelta cristiana.

Y dejaré esta plática, y de hablar della y de las demás mujeres que trujeron, y diré que Cortés recibió aquel presente con alegría, y se apartó con todos los caciques y con Aguilar el intérprete á hablar, y les dijo que por aquello que traian se lo tenia en gracia; mas que una cosa les rogaba, que luego mandasen poblar aquel pueblo con toda su gente, mujeres é hijos; y que dentro de dos dias le queria ver poblado, y que en esto conocerá tener verdadera paz.

Y luego los caciques mandaron llamar todos los vecinos, é con sus hijos é mujeres en dos dias se pobló. Y á lo otro que les mandó, que dejasen sus ídolos é sacrificios, respondieron que así lo harian; y les declaramos con Aguilar, lo mejor que Cortés pudo, las cosas tocantes á nuestra santa fe, y cómo éramos cristianos é adorábamos á un solo Dios verdadero, y se les mostró una imágen muy devota de nuestra Señora con su Hijo precioso en los brazos, y se les declaró que aquella santa imágen reverenciábamos porque así se está en el cielo y es Madre de nuestro Señor Dios.

Y los caciques dijeron que les parece muy bien aquella gran Tecleciguata, y que se la diesen para tener en su pueblo, porque á las grandes señoras en su lengua llaman tecleciguatas. Y dijo Cortés que sí daria, y les mandó hacer un buen altar bien labrado; el cual luego le hicieron.

Y otro dia de mañana mandó Cortés á dos de nuestros carpinteros de lo blanco, que se decian Alonso Yañez é Álvaro Lopez (ya otra vez por mí memorados), que luego labrasen una cruz bien alta; y despues de haber mandado todo esto, dijo á los caciques qué fué la causa que nos dieron guerra tres veces, requiriéndoles con la paz.

Y respondieron que ya habian demandado perdon dello y estaban perdonados, y que el cacique de Champoton, su hermano, se lo aconsejó, y porque no le tuviesen por cobarde, porque se lo reñian y deshonraban, porque no nos dió guerra cuando la otra vez vino otro capitan con cuatro navíos; y segun pareció, decíalo por Juan de Grijalva.

Y tambien dijo que el indio que traiamos por lengua, que se nos huyó una noche, se lo aconsejó, que de dia y de noche nos diesen guerra, porque éramos muy pocos. Y luego Cortés les mandó que en todo caso se lo trajesen, é dijeron que como les vió que en la batalla no les fué bien, que se les fué huyendo, y que no sabian dél aunque le han buscado, é supimos que le sacrificaron, pues tan caro les costó sus consejos.

Y más les preguntó, que de qué parte traian oro y aquellas joyezuelas. Respondieron que de hácia donde se pone el sol, y decian Culchúa y Méjico, y como no sabiamos qué cosa era Méjico ni Culchúa, dejábamoslo pasar por alto; y allí traiamos otra lengua que se decia Francisco, que hubimos cuando lo de Grijalva, ya otra vez por mí nombrado, mas no entendia poco ni mucho la de Tabasco, sino la de Culchúa, que es la mejicana; y medio por señas dijo á Cortés que Culchúa era muy adelante, y nombraba Méjico, Méjico, y no le entendimos.

Y en esto cesó la plática hasta otro dia, que se puso en el altar la santa imágen de nuestra Señora y la cruz, la cual todos adoramos; y dijo Misa el Padre fray Bartolomé de Olmedo, y estaban todos los caciques y principales delante, y púsose nombre á aquel pueblo Santa María de la Vitoria, é así se llama ahora la villa de Tabasco; y el mesmo fraile con nuestra lengua Aguilar predicó á las veinte indias que nos presentaron, muchas buenas cosas de nuestra santa fe, y que no creyesen en los ídolos que de ántes creian, que eran malos y no eran dioses, ni más les sacrificasen, que los traian engañados, é adorasen á Nuestro Señor Jesucristo; é luego se bautizaron, y se puso por nombre doña Marina aquella india y señora que allí nos dieron, y verdaderamente era gran cacica é hija de grandes caciques y señora de vasallos, y bien se le parecia en su persona; lo cual diré adelante cómo y de qué manera fué allí traida; é de las otras mujeres no me acuerdo bien de todos sus nombres, é no hace al caso nombrar algunas, mas estas fueron las primeras cristianas que hubo en la Nueva-España. Y Cortés las repartió á cada capitan la suya, é á esta doña Marina, como era de buen parecer y entremetida é desenvuelta, dió á Alonso Hernandez Puertocarrero, que ya he dicho otra vez que era muy buen caballero, primo del conde de Medellin; y desque fué á Castilla el Puertocarrero, estuvo la doña Marina con Cortés, é della hubo un hijo, que se dijo don Martin Cortés, que el tiempo andando fué comendador de Santiago.

En aquel pueblo estuvimos cinco dias, así porque se curaban las heridas como por los que estaban con dolor de riñones, que allí se les quitó; y demás desto, porque Cortés siempre atraia con buenas palabras á los caciques, y les dijo cómo el Emperador nuestro señor, cuyos vasallos somos, tiene á su mandado muchos grandes señores, y que es bien que ellos le dén la obediencia; é que en lo que hubieren menester, así favor de nosotros como otra cualquiera cosa, que se lo hagan saber donde quiera que estuviésemos, que él les vendrá á ayudar.

Y todos los caciques le dieron muchas gracias por ello, y allí se otorgaron por vasallos de nuestro grande Emperador. Estos fueron los primeros vasallos que en la Nueva-España dieron la obediencia á su majestad.

Y luego Cortés les mandó que para otro dia, que era domingo de Ramos, muy de mañana viniesen al altar que hicimos, con sus hijos y mujeres, para que adorasen la santa imágen de Nuestra Señora y la Cruz; y asimismo les mandó que viniesen seis indios carpinteros, y que fuesen con nuestros carpinteros, y que en el pueblo de Cintia, adonde Dios Nuestro Señor fué servido de darnos aquella victoria de la batalla pasada, por mí referida, que hiciesen una cruz en un árbol grande que allí estaba, que llaman ceiba, é hiciéronla en aquel árbol á efecto que durase mucho, que con la corteza, que suele reverdecer, está siempre la cruz señalada.

Hecho esto mandó que aparejasen todas las canoas que tenian, para nos ayudar á embarcar, porque aquel santo dia nos queriamos hacer á la vela, porque en aquella sazon vinieron dos pilotos á decir á Cortés que estaban en gran riesgo los navíos por amor del Norte, que es travesía.

Y otro dia muy de mañana vinieron todos los caciques y principales con todas sus mujeres é hijos, y estaban ya en el patio donde teniamos la iglesia y cruz, y muchos ramos cortados para andar en procesion; y desque los caciques vimos juntos, Cortés y todos los capitanes á una con gran devocion anduvimos una muy devota procesion, y el padre de la Merced y Juan Diaz el Clérigo revestidos, y se dijo Misa, y adoramos y besamos la Santa Cruz, y los caciques é indios mirándonos.

Y hecha nuestra solemne fiesta segun el tiempo, vinieron los principales é trajeron á Cortés diez gallinas y pescado asado é otras legumbres, é nos despedimos dellos, y siempre Cortés encomendándoles la santa imágen de Nuestra Señora y las santas Cruces, y que las tuviesen muy limpias, y barrida la casa é la iglesia y enramado, y que las reverenciasen, é hallarian salud y buenas sementeras; y despues que era ya tarde nos embarcamos, y á otro dia lúnes por la mañana nos hicimos á la vela, y con buen viaje navegamos é fuimos la via de San Juan de Ulúa, y siempre muy juntos á tierra; é yendo navegando con buen tiempo, deciamos á Cortés los soldados que veniamos con Grijalva, cómo sabiamos aquella derrota:

—«Señor, allí queda la Rambla, que en lengua de indios se dice Aguayaluco

Y luego llegamos al paraje de Tonala, que se dice San Anton, y se lo señalábamos; más adelante le mostramos el gran rio de Guazacualco, é vió las muy altas sierras nevadas, é luego las sierras de San Martin; y más adelante le mostramos la roca partida, que es unos grandes peñascos que entran en la mar, é tiene una señal arriba como á manera de silla; é más adelante le mostramos el rio de Albarado, que es adonde entró Pedro de Albarado cuando lo de Grijalva; y luego vimos el rio de Banderas, que fué donde rescatamos los diez y seis mil pesos, y luego le mostramos la isla Blanca, y tambien le dijimos adónde quedaba la isla Verde; y junto á tierra vió la isla de Sacrificios, donde hallamos los altares cuando lo de Grijalva, y los indios sacrificados, y luego en buena hora llegamos á San Juan de Ulúa juéves de la Cena despues del medio dia.

Acuérdome que llegó un caballero que se decia Alonso Hernandez Puertocarrero, é dijo á Cortés:

—«Paréceme, señor, que os han venido diciendo estos caballeros que han venido otras dos veces á esta tierra:

Cata Francia, Montesinos Cata Paris la ciudad, Cata las aguas del Duero, Do van á dar á la mar.

Yo digo que mireis las tierras ricas, y sabeos bien gobernar.»

Luego Cortés bien entendió á qué fin fueron aquellas palabras dichas, y respondió:

—«Dénos Dios ventura en armas como al paladin Roldan; que en lo demás, teniendo á vuestra merced y á otros caballeros por señores, bien me sabré entender.»

Y dejémoslo, y no pasemos de aquí: esto es lo que pasó; y Cortés entró en el rio de Albarado, como dice Gómora.

Verdadera Historia de los Sucesos de la Conquista de la Nueva-España (Tomos 1-3)

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