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CAPÍTULO LV

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CÓMO DIEGO VELAZQUEZ, GOBERNADOR DE CUBA, SUPO POR CARTAS MUY POR CIERTO QUE ENVIÁBAMOS PROCURADORES CON EMBAJADAS Y PRESENTES Á NUESTRO REY, Y LO QUE SOBRE ELLO SE HIZO.

Como Diego Velazquez, gobernador de Cuba, supo las nuevas, así por las cartas que se enviaron secretas y dijeron que fueron del Montejo, como lo que dijo el marinero que se halló presente en todo lo por mí dicho en el capítulo pasado, que se habia echado á nado para le llevar las cartas; y cuando entendió del gran presente de oro que enviábamos á su majestad y supo quién eran los embajadores, temió y decia palabras muy lastimosas é maldiciones contra Cortés y su secretario Duero y del contador Amador de Lares, y de presto mandó armar dos navíos de poco porte, grandes veleros, con toda la artillería y soldados que pudo haber y con dos capitanes que fueron en ellos, que se decian Gabriel de Rojas, y el otro capitan se decia Hulano de Guzman, y les mandó que fuesen hasta la Habana, y que en todo caso le trujesen presa la nao en que iban nuestros procuradores y todo el oro que llevaban; y de presto, así como lo mandó, llegaron en ciertos dias á la canal de Bahama, y preguntaban los de los navíos á barcos que andaban por la mar de acarreto que si habian visto ir una nao de mucho porte, y todos daban noticia della y que ya seria desembocada por la canal de Bahama, porque siempre tuvieron buen tiempo; y despues de andar barloventeando con aquellos dos navíos entre la canal y la Habana, y no hallaron recado de lo que venian á buscar, se volvieron á Santiago de Cuba; y si triste estaba el Diego Velazquez ántes que enviase los navíos, muy más se acongojó cuando los vió volver de aquel arte; y luego le aconsejaron sus amigos que se enviase á quejar á España al Obispo de Búrgos, que estaba por presidente de Indias, que hacia mucho por él; y tambien envió á dar sus quejas á la isla de Santo Domingo á la audiencia Real que en ella residia y á los Frailes gerónimos que estaban por gobernadores en ella, que se decian fray Luis de Figueroa y fray Alonso de Santo Domingo y fray Bernardino de Manzanedo; los cuales religiosos solian estar y residir en el monasterio de la Mejorada, que es de dos leguas de Medina del Campo; y envian en posta un navío á la Respinola y danles muchas quejas de Cortés y de todos nosotros.

Y como alcanzaron á saber en la Real audiencia nuestros grandes servicios, la respuesta que le dieron los frailes fué que á Cortés y los que con él andábamos en las guerras no se nos podia poner culpa, pues sobre todas cosas acudiamos á nuestro Rey y señor, y le enviábamos tan gran presente, que otro como él no se habia visto de muchos tiempos pasados en nuestra España; y esto dijeron porque en aquel tiempo y sazon no habia Perú ni memoria dél; y tambien le enviaron á decir que ántes éramos dignos de que su majestad nos hiciese muchas mercedes.

Entónces le enviaron al Diego Velazquez á Cuba á un licenciado que se decia Zuazo, para que le tomase residencia, ó á lo ménos habia pocos meses que habia llegado á la isla de Cuba; y como aquella respuesta le trujeron al Diego Velazquez, se congojó mucho más; y como de ántes era muy gordo, se paró flaco en aquellos dias; y luego con gran diligencia mandó buscar todos los navíos que pudo haber en la isla y apercibir soldados y capitanes, y procuró enviar una recia armada para prender á Cortés y á todos nosotros; y tanta diligencia puso, que él mismo en persona andaba de villa en villa y en unas estancias y en otras, y escribia á todas las partes de la isla donde él no podia ir á rogar á sus amigos fuesen á aquella jornada; por manera que en obra de once meses ó un año allegó diez y ocho velas grandes y pequeñas y sobre mil y trescientos soldados entre capitanes y marineros; porque, como le vian del arte que he dicho, andar tan apasionado y corrido, todos los más principales vecinos de Cuba, así los parientes como los que tenian indios, se aparejaron para le servir, y tambien envió por capitan general de toda la armada á un hidalgo que se decia Pánfilo de Narvaez, hombre alto de cuerpo y membrudo, y hablaba algo entonado, como medio de bóveda, y era natural de Valladolid, casado en la isla de Cuba con una dueña que se llamaba María de Valenzuela, ya viuda, y tenia buenos pueblos de indios y era muy rico.

Donde lo dejaré agora haciendo y aderezando su armada, y volveré á decir de nuestros procuradores y su buen viaje; y porque en una sazon acontecian tres y cuatro cosas, no puedo seguir la relacion y materia de lo que voy hablando por dejar de decir lo que más viene al propósito, y á esta causa no me culpen porque salgo y me aparto de la órden por decir lo que más adelante pasa.

Verdadera Historia de los Sucesos de la Conquista de la Nueva-España (Tomos 1-3)

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