Читать книгу Amarillo - Blanca Alexander - Страница 28
EL ANUNCIO En lujosos carruajes arribaron los representantes del reino de Galanea y las diferentes ciudades de Zuneve. El salón de eventos de la Casa Amarilla (la residencia del presidente), era un espacio muy amplio y de techo alto fabricado en oscura madera reluciente. Mesas cubiertas por manteles color champaña y con coloridos arreglos florales en el centro llenaban la estancia. A un costado se ubicaba la orquesta, conformada por más de treinta músicos, y diagonal a esta se encontraba la mesa de la familia presidencial.
ОглавлениеEl primer mandatario de Zuneve, Aurelio Buenas Casas, era un hombre de baja estatura, ojos negros y cabello gris con entradas. Llevaba el uniforme de gala militar (chaqueta y pantalón negros) y lo rodeaba su familia. Su esposa Gardenia tenía cabello ceniciento, ojos oscuros, nariz fina y boca grande, llevaba un pomposo vestido amarillo, complementado con un peinado alto y llamativo. Samantha, su única hija, guardaba un gran parecido con Gardenia y sostenía la mano de su esposo René Busti, un hombre de estatura promedio, elegante y refinado, cuyos gestos reflejaban un inmenso dolor. Rodrigo, por su parte, no dejaba de mirar con impaciencia el reloj de su bolsillo.
—Dile a tu marido que trate de disimular. La expresión de su rostro dará a entender a la gente que algo grave sucede. —Gardenia musitó sin dejar de sonreír y saludar a la distancia a los invitados.
—Madre, no es para menos, mucho hace con estar aquí. —Samantha estaba molesta.
—Es una desgracia lo que sucedió, pero si esa información sale a luz, el país podría perder varios contratos con muchos de los empresarios que están aquí esta noche. No nos podemos dar el lujo de estar de luto, nuestra economía se irá a pique si no logramos las alianzas.
—Todavía no entiendo qué tiene que ver una cosa con la otra.
El volumen de la alegre música de la orquesta obligaba a la mujer a acercarse a su madre para continuar con la conversación.
—Fernanda y su hijo Henry fueron asesinados por invasores infiltrados; además, dejaron una nota de amenaza donde aseguran que ese será el destino de quienes se opongan a ellos... Si estos hombres se enteran de que Zuneve no terminó con todos los invasores, como lo ha asegurado un millón de veces, no confiarán en el gobierno de tu padre, no invertirán aquí. Así que si tu esposo no puede disimular un poco, es mejor que ambos se retiren cuanto antes.
Samantha, nerviosa, probó por primera vez su copa de vino.
—No puedo irme, no antes de los anuncios que hará padre sobre Rodrigo.
—¡Ah, sí! Los anuncios, de eso quería hablarte. Entiendo que uno es importante, pero el otro es inmensamente innecesario, solo un capricho de tu hijo.
—Sí, lo sé, pero en realidad lo anhela y padre lo complació. Tiene una gran debilidad por él, es el hijo varón que siempre deseó.
—¡Y tú eres su madre! ¿Qué piensas sobre eso?
—Creo que tal vez esos cambios en la vida de Rodrigo lo ayudarán a madurar y convertirse en hombre.
—Rodrigo nunca ha recibido un no por respuesta. ¿Crees que complacer a alguien en cuanto se le ocurre es ayudarlo a madurar?
Samantha se había quedado sin argumentos, así que no pudo evitar lamentarse.
—¿Y qué puedo hacer? No me escucha.
—Tranquila, pensaremos en algo si las cosas se salen de control con él. —Gardenia tomó la mano de Samantha—. Por el momento, trata de sonreír y saludar.
En una mesa cercana a la de Aurelio Buenas Casas estaba sentado Benicio Velavar, un hombre inexpresivo que escudriñaba el lugar con la mirada; junto a él estaba su hija Pía. Los Velavar poseían ese gesto inmutable y una apariencia sombría que les ganó el adjetivo de excéntricos en la alta sociedad de Nirvenia. En la misma mesa que el señor de Antario, quien encabezaba la delegación del reino, estaba Preston Hilldawyn en representación de Minsdan, un hombre alto de cabello castaño oscuro con reflejos grises; conocido por ser un mujeriego empedernido, esa noche no perdió la oportunidad de coquetear con cuanta dama zunesa se le puso en el camino. Sandro Linarmitt, el señor de Guendovar, un anciano de casi noventa años que no escuchaba bien ni dejaba de farfullar mientras dormía de forma intermitente. “Si quiero que las cosas salgan bien, tengo que hacerlas yo mismo”, susurraba con los ojos cerrados. El anciano vestía un traje de etiqueta color vino y un extravagante abrigo de piel de animal. También acudió Akil Cibrian por la ciudad de Herseya, un hombre negro de treinta años, apuesto y elegante.
—Con su permiso, señores, iré a saludar a la familia presidencial —dijo Akil antes de retirarse.
En la mesa de Velavar también estaban presentes Ronin Sakuraya, un chico de veinte años y ojos pequeños y alargados que cumplía el sueño de representar a la ciudad de Zhenjin por primera vez, como le encantaba repetirle al más joven, Theo Magkiston, de dieciséis años, quien asistía por Verenasi.
—¿Me veo bien? —Ronin se arregló el cuello de la camisa.
—Es la enésima vez que lo preguntas. Por enésima vez, te pido que dejes de hacerlo. —Theo apoyó con hastío la barbilla en la palma de la mano.
—¿Nervioso por el juego de mañana? —Ronin era incapaz de borrar la sonrisa de su rostro.
—No, solo estoy aburrido de estar aquí.
—Eres el capitán del equipo de fútbol del reino, debes estar en Zuneve, mañana es el gran partido.
—Con “aquí” me refiero a la Casa Amarilla. Debería estar practicando con el equipo, no perdiendo mi tiempo en este evento. No sé por qué mi padre insiste en que es mi deber.
—El señor Magkiston te prepara para que algún día gobiernes Verenasi. No tengo duda de ello. —Ronin se expresaba como si fuera un experto político.
—No lo creo, tengo tres hermanos mayores.
—Si lo piensas bien, tu hermano Tobías es el comandante del Ejército del rey Nelson, eso lo obliga a permanecer en Puerto Rey por el resto de su vida. Tu hermana Tracy también está en la capital porque se casó con el hijo menor del rey, y tu hermano mayor Tiago… a quien le fueron removidos sus privilegios de primogénito por hacerle perder a tu familia casi toda su fortuna, también tiene fama de irresponsable por invertir la mayoría de su tiempo en ofrecer grandes juergas. No quiero pecar de indiscreto, pero es evidente que tu padre no confía en él, es la oveja negra, entre otras cosas que se dicen… Ya sabes, sobre el accidente… Lo que quiero decir es que las circunstancias que rodean a tus hermanos te convierten en el heredero de Verenasi.
Theo dio un profundo suspiro, su paciencia se había agotado.
—Ojalá el Santo le dé larga vida y herederos a tu hermano mayor, sería una pena que Zhenjin cayera en tus manos. —Se levantó de la mesa—. Con su permiso, señor Velavar, iré a tomar aire fresco.
Benicio asintió a su gesto.
Ronin, avergonzado, se concentró en beber de su copa.
—Digan lo que digan sobre Tiago Magkiston, la verdad es que ofrece muy buenas fiestas. —Preston había escuchado parte de la conversación. Sin embargo, de pronto sintió dolor de estómago—. Disculpen, debo ausentarme un momento. —Huyó rápidamente hacia el baño más cercano.
Benicio miró a Ronin a los ojos.
—Aguardarás en los jardines hasta que haya culminado la celebración.
El joven, sin vida en su mirada, se puso de pie y obedeció.
—¡Padre, lo has hipnotizado! ¡Hacía mucho tiempo que no te veía hacer eso! —Pía era incapaz de ocultar su admiración, aunque se preocupaba por moderar su tono de voz.
—No aguantaba un minuto más con ellos, me parece un insulto compartir la mesa con semejantes idiotas.
—¿Provocaste el sueño del señor de Guendovar?
—No, por eso me agrada su compañía. —La voz de Benicio era grave e intimidante.
—Entiendo que el señor de Guendovar haya venido, es un anciano terco que no quiere delegar funciones a sus hijos ni a ningún otro. En cambio, no tengo ni la más mínima idea de por qué decidiste venir, los demás señores de Galanea han enviado a un representante. ¿Por qué no hiciste lo mismo, padre?
—Este viaje es muy importante para mí.
Miró con detenimiento hacia Diora, que en ese momento ingresaba al salón junto a Milton y Marcus.
—¿Por qué?
Benicio se volvió hacia su hija para hablar en voz baja.
—¿Cómo vas con el dominio de tus dones?
—Muy bien, casi logro controlarlos por completo.
—Me alegra escucharlo. —A pesar de sus palabras, se mostraba inexpresivo.
Pía prestó atención a la llegada de los Tyles. Marcus saludó a unos cuantos invitados antes de escabullirse hasta la mesa de fondo, donde esperaban Cruz y Marky, quienes habían dejado a sus padres cumpliendo el protocolo de saludos.
—Padre —Pía lo miró—, ¿cómo puedes regresar un recuerdo a la mente de alguien?
—Lo primero que debes saber es que los recuerdos no regresan a la mente. Nunca dejan de estar allí, solo son bloqueados; por eso, el término correcto es “desbloquear”. Esto se logra a través de un hechizo muy peligroso para el cual no estás preparada.
—¿Qué lo hace tan peligroso?
—Si lo ejecutas de forma incorrecta, podrías causar daños irreversibles en la mente, como demencia.
—Quiero aprenderlo.
—¿Quién posee el recuerdo que quieres desbloquear?
—Nadie… solo… me parece extraordinario manipular a alguien de esa manera.
—Entiendo. Si quieres llegar a ese nivel, primero debes dominar tus dones. Primero caminas, luego corres.
Pía permaneció sentada en posición recta con las manos cruzadas sobre las piernas.
—Hasta ahora he demostrado que aprendo rápido, aun así dudas de mí.
—Mis hijos son unos inútiles que no saben hacer nada —susurró el señor de Guendovar antes de empezar a roncar otra vez.
Luego de mirarlo con atención para comprobar que no despertaba, Benicio y Pía continuaron con la conversación en voz baja.
—También eres desobediente. ¿Acaso olvidaste tu última falta? Te recuerdo que sigues castigada.
Pía dejó escapar un suspiro quejoso.
—Desearía tanto haber nacido con el don supremo, no tendría que esperar tanto.
Benicio frunció el ceño.
—¿Quién te habló del don supremo?
—Nadie.
—Tu tío Claus, ¿verdad?
—No ha mencionado el don supremo, leí sobre él en alguno de sus apuntes sin que lo notara. —Sin inmutarse, Pía se empeñaba en mentir.
—Espero que estés diciendo la verdad; de lo contrario, Claus se las verá conmigo. Atente de forma estricta a las enseñanzas que se te imparten, careces de la madurez para enfrentarte a fuerzas mayores. ¡No toleraré otra insolencia de tu parte!
Pía permaneció impertérrita mientras se levantaba.
—Iré a tomar aire fresco, padre.
—Siento haberte hablado en ese tono.
Intentó tomar las manos de su hija, pero ella lo esquivó.
—No lo hagas, estoy tan molesta que podría hacerte daño.
—Ve… Pero antes ponte ambos guantes.
Al otro lado del salón, Marcus tomó uno de los bocadillos que estaban en la mesa y se sentó.
—Tengo que darles una noticia muy importante. Padre me ha contado algo que todavía no asimilo.
—Ojalá sea un poco interesante, en esta fiesta no hay gran novedad. Mi madre y el padre de Marky andan en algún lugar saludando, creo que están muy emocionados por ser tomados en cuenta este año. Desde que murió mi padre, no habíamos recibido invitación.
—Esta es la primera invitación que recibe mi padre, pese a ser un exmilitar retirado con honores. —Marky miraba a su alrededor con insistencia.
La orquesta empezó a tocar una melodía movida, muchos de los invitados se levantaron para bailar. Luego de verlos durante algunos instantes, Cruz regresó la vista hacia su amigo.
—Entonces, Marcus, ¿cuál es la noticia?
El apuesto joven de cabellera dorada hizo una breve narración sobre la conversación sostenida con su padre respecto a los invasores y la inminente guerra que se gestaba.
—¿Estás seguro de lo que dices?
—¡Claro que lo estoy, Cruz! Sé que sus cabezas dan vueltas en este momento, pero créanme.
—Por el Santo… —Marky desabrochó el botón del cuello de su camisa—. Ha sido un día de noticias que cambian la realidad.
—¿Qué otra noticia recibiste hoy? —Marcus lo miró con preocupación.
Nervioso, Marky se aclaró la garganta antes de adoptar un fingido tono indiferente:
—No me hagas caso, solo quise decir que muchas cosas dejaron de tener sentido.
—El primer grupo de reclutas saldrá pronto hacia Dracaena, pero todavía no decido ir. Tengo que hablar con Liliana antes, no quiero separarme de ella durante tanto tiempo. En cambio, si me niego tendré a mi padre insistiendo cada segundo del día.
—Yo iré.
—¿No escuchaste que alistarse es opcional? —Marky miró a Cruz con incredulidad.
—Siempre he querido convertirme en militar y trabajar en Dracaena, ustedes lo saben.
—Te gusta servir y ayudar a la gente. Eso lo entiendo, lo respeto y hasta lo admiro, Cruz, en serio, pero deberías pensarlo mejor, la vida militar trae más desgracias que… Bueno, ya lo sabes. Tu padre era militar, mi padre lo es, el padre de Marky lo fue… Deberíamos pensar en dedicarnos a algo diferente si queremos ser felices.
Cruz esbozó una ligera sonrisa.
—Para ser feliz necesito respuestas, y solo las encontraré en Dracaena.
Marky apoyó su cuerpo sobre el espaldar de la silla y cruzó los brazos sobre el pecho.
—Lo siento, chicos, pero esta vez no seré parte de la aventura. Pienso que es absurdo cambiar mi vida por completo en este momento para ser parte de algo que se resolverá sin mi participación. Piénsenlo bien, tal vez los invasores sumen un número considerable, quizá unos miles, de acuerdo. Sin embargo, pregúntense: ¿qué clase de armas poseen? ¿Qué tan experimentados en estrategias de guerra pueden ser unos caníbales que consultan espíritus oscuros? Cruz, tú mejor que nadie sabes que el Ejército cuenta con armas muy poderosas diseñadas por tu padre, armas que estos asociales jamás han visto en su existencia. Ni siquiera pondrán un pie en el suelo de nuestras costas.
—Es cierto, pero ¿qué harás si te equivocas y los invasores toman al país? —Cruz lo miró a los ojos.
—No continuaré con esta conversación. Estamos en una fiesta, voy a bailar. —Marky se levantó—. Tengo dieciséis, la edad perfecta para divertirme, no para jugar a ser héroe. —Sin decir más, se alejó hacia la pista de baile.
Marcus iba a agregar algo, pero Pía apareció frente a él. De inmediato, el joven se fijó en su vestido verde oscuro y las flores negras que adornaban su cabello.
—Ya sé qué hacer para que me recuerdes. —Le dirigió una mirada fría.
—Yo… yo… —Marcus la observó confundido y empezó a sudar, incapaz de completar la oración.
Luego de tres incómodos segundos de silencio, se acercó a la mesa una chica de cabello castaño, pecosa y muy alegre. Su melena estaba recogida en una cola baja adornada de flores celestes que hacían juego con su vestido. Era Claudia Lender, hija menor del alcalde y ex novia de Marcus.
—¡Al fin te encontré! ¡Vamos a bailar!
Claudia lo haló del brazo sin esperar respuesta, así que la siguió. Pía, por su parte, continuó inmóvil mientras se alejaban.
Cruz miró lo que ocurría sin entender, así que extendió su mano de forma cortés.
—Yo soy…
Antes de que terminara, Pía dio media vuelta, como si no se hubiera percatado de que él estaba allí.