Читать книгу La "literatura ausente": Augusto Roa Bastos y las polémicas del Paraguay post-stronista - Carla Daniela Benisz - Страница 13

Una tercera posición

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Volviendo al planteo de Sarah, cabe aclarar que, si bien éste no es original, sí ordena las líneas que forjaron la historia de las ideas en Paraguay. Estas “matrices” tuvieron su foco de origen en momentos significativos de la historia paraguaya, en los que la reflexión se presentó como una herramienta, desde la élite, para la articulación de políticas de Estado. Pero, además, más que discursos con un enclave histórico fijado y cerrado, entenderlos, en cambio, como matrices discursivas o como lo que en análisis del discurso se denomina “formaciones discursivas”1, permite considerar su cualidad proteica y generadora de regularidades que comparten no solo objetos, signos e ideologemas, sino una forma de organizarlos.

La polémica entre el revisionismo y el liberalismo se trata, en efecto, de una disputa intra-élite en la que estas formaciones discursivas antagónicas canalizaron distintas posiciones en el seno de una misma “formación ideológica”, deficitaria de la posición de clase que soporta (Pêcheux, 1997, pág. 146). Es decir que es en lo discursivo donde los sujetos se constituyen como antagonistas, representantes de distintos sectores, de distintas tradiciones históricas, pero ambas líneas, la liberal y la revisionista, contribuyen a la instauración de una “modernidad liberal” posterior a 1870.

Si bien estas matrices dominaron la mayor parte del espectro discursivo, se podría englobar en una “tercera posición” las (distintas) enunciaciones alternativas a esa formación ideológica. Sarah (2009 y 2011) caracteriza una posición de izquierda contra-hegemónica que conjuga distintas matrices y se remonta a Rafael Barrett, incluye a Oscar Creydt y también podría incluir a Bartomeu Melià y Mauricio Schvartzman. El armado de este “linaje” sí es una apuesta de Sarah. Si las matrices hegemónicas se alternaron en el poder, esto es en su capacidad de constituirse en doxa, los discursos contra-hegemónicos se caracterizan por atravesar largos silenciamientos; en la mayoría de los casos, recién tuvieron la difusión editorial que les permitió un público por fuera de los círculos internos, en el post-stronismo. Y ello tiene que ver con que son discursos que le dieron centralidad justamente a sujetos subalternos: el anarquismo y la incipiente organización de la clase obrera del novecientos, el comunismo bajo la égida de la Doctrina de Seguridad Nacional en la dictadura stronista, o la problemática indígena y campesina en un contexto de recolonización.

En primer lugar, y siguiendo el linaje establecido por Sarah, la primera voz contra-hegemónica, justamente en un período dominado por las polémicas entre nacionalistas y liberales, es la de Rafael Barrett, que llega a Paraguay en 1904 para realizar la cobertura periodística del alzamiento liberal. Pero se establece allí, entra en contacto con la realidad social y comienza a escribir sus ensayos de Lo que son los yerbales bajo la presidencia de Cecilio Báez; polemiza con quien había sido amigo suyo, Manuel Domínguez. Siendo uno de los primeros en difundir la prédica anarquista en el Paraguay, colabora con la organización sindical de los trabajadores de la época. Sarah explica que el silenciamiento de la obra de Barrett, como relato alternativo de la historia paraguaya, va de la mano del silenciamiento de los actores sociales a los que ese relato apelaba:

No obstante el cretinismo o el arquetipo nacional, lo heterogéneo ya es rastreable en tiempos de la polémica presentada [la de Báez-O’Leary], en un movimiento obrero que habría de desencadenar en 1906 una huelga nacional de la que la memoria social paraguaya sufre una amnesia casi de ochenta años, hasta que fuera rescatada y divulgada por la historiografía heterogénea (Gaona, 1987: 20-33), para el asombro de varias y varios de nuestra generación. El discurso de Barret [sic] y el relato de aquellas luchas −no podía ser de otra manera− estaban destinados a ser clausurados en tanto también narraciones de nuestra historia. (Sarah, 2009, pág. 148)

También se pueden ubicar en esta heterogénea “tercera posición” a intelectuales como Oscar Creydt, Bartomeu Melià y Mauricio Schvartzman. Cuyas obras quizás no tengan más relación entre ellas que la de erigirse en contra del discurso del poder que correspondió a su tiempo histórico y luchar contra continuos silenciamientos. Respecto de Creydt, Andrew Nickson destaca también su Formación histórica de la nación paraguaya como alternativa, en un contexto acaparado por la historiografía liberal y la nacionalista:

[…] hasta su aparición [de la Formación…], la historia paraguaya fue casi siempre escrita o con un enfoque liberal jurídico-político, resaltando el papel de los derechos formales (Ej.: Breve historia del Paraguay [1965] de Efraím Cardozo) o con un enfoque romántico y racista, resaltando el papel de la “raza paraguaya” y su personificación en héroes de la patria (Ej.: Proceso y formación de la cultura paraguaya [1938] de Natalicio González). En estos escritos uno buscaba en vano encontrar referencias a los movimientos sociales de grupos subalternos y su relacionamiento con los cambios económicos. (Nickson, 2011, pág. 84)

En el Paraguay, la perdurabilidad de las dos matrices hegemónicas, su control del aparato de propaganda del Estado, la fuerte censura durante décadas y la escasez de medios de difusión alternativos contribuyeron a la escasa difusión de una cultura intelectual de izquierda, más allá de los ámbitos partidarios o activistas. Ni siquiera Oscar Creydt, dirigente del Partido Comunista Paraguayo (PCP), a pesar del aparato de cultura que poseía el comunismo internacional a mediados de siglo XX, logró que su Formación… tuviera más difusión que un mimeo; la misma suerte que corrió la obra de Schvartzman.

La lucha contra estos silenciamientos tuvo un escenario privilegiado en el exilio. Por ejemplo, la vida política del PCP se desarrolló fundamentalmente en el Río de la Plata, y fue la gran cantidad de exiliados comunistas la que contribuyó a forjar una cultura de izquierda, mimetizada con la porteña, que en su propio país tenía escasa difusión. Éste fue el contexto de producción no solo de los panfletos de Creydt, sino también de las obras musicales de José Asunción Flores y de los poemarios de Hérib Campos Cervera y Elvio Romero. El mismo caso de Roa Bastos es un ejemplo de la influencia que la izquierda paraguaya generaba en la comunidad de exiliados. De intelectual nacionalista, Roa pasa a asumir –aunque siempre ambiguamente– la perspectiva comunista. Con quien sí construye Roa un linaje explícito es con la obra de Rafael Barrett. En su prólogo a la edición de Ayacucho de El dolor paraguayo, Roa destaca a Barrett no solo como ensayista de la realidad social en el Paraguay, sino como inaugurador del realismo literario, y quien “nos enseñó a escribir a los escritores paraguayos de hoy” (1978, pág. XXX). Sin embargo, advirtió Nora Bouvet: “No creo que Barrett haya enseñado a escribir a los escritores paraguayos, como dice Roa Bastos, pero me consta que en los años 60-70 a él le enseñó a percibir el delirio de la realidad paraguaya” (2011). El rescate que hace Roa de Barrett es un intento de situarlo en un espacio inaugural de la literatura paraguaya del siglo XX y acusar su invisibilidad a un olvido interesado (Roa Bastos, 1978, pág. XXX).

En este sentido, Roa contribuye a esa continuidad algo difusa de los discursos contra-hegemónicos, puesto que –claro está– estas matrices no serían tales si no se reescribieran continuamente en la historia paraguaya. Por otro lado, ya sea desde formulaciones más o menos aggiornadas o sofisticadas, muchas de las afirmaciones que provienen del nacionalismo o del liberalismo siguen poblando los trabajos más contemporáneos, así como se han ramificado en distintas series de discursos y polémicas no saldadas que hacen a las problemáticas más actuales de la historiografía en el Paraguay. Muchos ensayistas o historiadores –reconociéndose o no– han sido continuadores de estos linajes intelectuales, los han reformulado e incluso retomado como ideología de Estado. Es por eso que la comprensión cabal de los debates más actuales requiere de una historización previa de los linajes o matrices que aquellos retoman o discuten. A ello dedicaré los siguientes capítulos.

1. El término proviene de la Arqueología del saber de Foucault (1970), pero luego fue retomado, desde una perspectiva estrictamente discursiva y con un giro althusseriano, por Michel Pêcheux (1978) y a partir de él ha solidificado un trayectoria recurrente en el análisis del discurso.

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