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¿Qué es una planta de interior?

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Hace ya mucho tiempo que convivimos con ellas; las tenemos en una estantería de casa o de la oficina, en un pequeño lugar que es suyo desde quién sabe cuándo, un lugar donde, a menudo, han pasado desapercibidas durante años. Siempre hay quien les regala un chorrito de agua, quien las limpia de hojas mustias, quien les remueve un poco la tierra. Incluso hay quien se entretiene a pasar por sus hojas un paño empapado en cerveza hasta dejarlas bien brillantes (¿habrá leído bien el lector?, pues sí: ¡cerveza!, un viejo recurso del que hablamos en este libro). Y ellas apenas piden nada más: con esto les basta para vivir. Las plantas de interior a menudo son fuertes, casi invencibles, y nos dan una lección de modestia y de supervivencia. Las conocemos bien: son los ficus, la palmera del salón, el tronco del Brasil, el potus de toda la vida y tantas otras, que nos regalan su verde presencia, siempre tan cotidianas, discretas y silenciosas. Un retazo de vida en un rincón de nuestro hogar.

Son para nosotros tan familiares, y estamos tan acostumbrados a compartir nuestros espacios vitales con ellas, que en ningún momento nos hemos parado a pensar que estas plantas humildes, que nosotros llamamos de interior, en realidad conservan en sus genes la impronta de un hábitat natural exótico, absolutamente fértil y frondoso, a menudo tropical, muy distinto al nuestro.

Efectivamente, en este libro hablamos de plantas que proceden de lugares cuyo clima es mucho más cálido que el que nosotros habitamos, y que en realidad no podrían sobrevivir en el ambiente contrastado y demasiado fresco de nuestras latitudes. Por eso, se han adaptado a nuestros hogares, o mejor dicho, las hemos adaptado —y adoptado—, gracias a que, para nuestro propio bienestar, procuramos mantener en casa un ambiente siempre cálido y estable. El mismo ambiente, precisamente, un tanto luminoso, bastante húmedo, más bien caliente y tan constante como sea posible, que necesitan las plantas procedentes de los ambientes tropicales.

Por eso estas plantas pueden ser felices en nuestras casas. ¿Quién sabe? Quizá son tan felices como lo somos nosotros con ellas, cuando disfrutamos cuidándolas, viéndolas florecer, plantando sus esquejes y ayudándolas a crecer con todo su esplendor.

Pero, insistimos: que se llamen plantas de interior es, en realidad, una quimera. Porque las plantas de interior no existen como tales, porque no existen plantas que hayan decidido plantarse dentro de un edificio, ni serían jamás capaces de vivir así por ellas mismas. Por tanto, tampoco hay ninguna clasificación científica que defina de este modo a ningún grupo de plantas. Somos nosotros quien las clasificamos de esta forma, con esta nomenclatura artificial y paradójica, y lo hacemos para apropiarnos de ellas, porque queremos disfrutar de cerca de su presencia exuberante y pletórica de vida.

Para tranquilizar al lector, y por suerte para el planeta, debemos aclarar que estas plantas que nos regalan, o que compramos en los viveros, centros de jardinería y floristerías no proceden de su hábitat natural; si así fuera, en poco tiempo, y a nuestro ritmo actual de con-sumo, acabaríamos con la mayoría de las especies que decoran los interiores. La mayoría de plantas disponibles en el mercado se multiplican a millones en laboratorios y crecen en invernaderos, donde se procura que reciban todos los cuidados necesarios para que lleguen en perfectas condiciones a nuestros hogares.

Además de impedir que acabemos con las especies, el proceso de reproducción que se lleva a cabo en los viveros consigue, por una parte, que todas las plantas sean exactamente iguales, y por otro —y he aquí lo más importante—, que estén totalmente libres de cualquier virus o enemigos genéticos, hecho que les dota de más defensas y, por tanto, de una mayor resistencia.

Por eso están siempre ahí, acompañándonos en nuestros quehaceres cotidianos, porque muchas de ellas son extraordinariamente fuertes y requieren pocos cuidados. Pero eso no significa que sean imbatibles ante las condiciones adversas y que puedan sobrevivir ignoradas y desatendidas en cualquier rincón de nuestro hogar. Las plantas son seres vivos y de nosotros dependerá su bienestar.

En este libro proporcionamos las claves para que las plantas que tenemos en casa crezcan sanas y felices. Hablamos de plantas muy resistentes y bien conocidas, ideales para principiantes, y también de muchas otras más delicadas, como las orquídeas, tan gratificantes de cuidar. Explicamos sus claves, no solo para que sigan siendo elementos decorativos para nuestro hogar; también, para verlas con otros ojos, para aprender más sobre ellas, y para amarlas.

El cuidado de las plantas de interior

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