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Nutrición

El crecimiento de las plantas, como el de cualquier ser vivo, es la consecuencia de la división de sus células, que se multiplican y aumentan de tamaño. De la misma manera que los seres humanos, las plantas necesitan más cuidados cuando son pequeñas, y su madurez depende en gran medida de cómo se desarrolló su infancia. Si no reciben las debidas atenciones en los primeros tiempos, pueden crecer y desarrollarse mal, con el consiguiente perjuicio en las flores y en los frutos. Así pues, para que las plantas crezcan sanas, deben estar bien alimentadas desde su nacimiento.

La nutrición es el proceso biológico por el cual la planta absorbe los productos necesarios para su alimentación y los transforma en su propia materia viva. Estos elementos proceden del medio que le rodea (tierra, agua, aire, otra planta, etc.) y son de dos clases: los macroelementos y los microelementos.

 Los macroelementos componen el 6% de la materia vegetal viva. Unos, como el nitrógeno, el fósforo y el azufre, componen las proteínas, sustancias fundamentales de los tejidos vegetales; otros, como el magnesio, forman parte de la clorofila. El potasio, el calcio, el sodio y otros elementos realizan diversas funciones, pero, esencialmente, mantienen el equilibrio químico dentro de la planta.

 Los microelementos representan una parte insignificante del peso de la planta, pero no por ello son menos indispensables que los anteriores, pues su carencia puede provocar alteraciones en el desarrollo vegetal. Entre ellos se encuentran: boro, hierro, cinc, manganeso, cobre, molibdeno, cloro y cobalto.

¿Cómo adquiere la planta los elementos nutritivos?

La mayoría de vegetales se proveen de nutrientes solubles a partir del suelo, por medio de sus raíces, y del aire, utilizando sus órganos aéreos: el tallo y las hojas.

LOS ABONOS

Los abonos o fertilizantes aportan, junto al agua, los nutrientes que precisan las plantas. Tenemos a nuestro alcance una amplia variedad de preparados, que se clasifican en dos grandes tipos de abonos: los abonos químicos o minerales y los abonos orgánicos. En ambos casos es importante que sigamos cuidadosamente las instrucciones del envase. Puesto que, generalmente, las plantas de interior se cultivan en recipientes pequeños, la cantidad de tierra disponible para las raíces es pequeña y eso significa que debemos abonar en cantidades pequeñas, pero con una mayor frecuencia.

Los abonos químicos

Lo forman sustancias de origen mineral, producidas bien por la industria química, bien por la explotación de yacimientos naturales. Existen en el mercado muchas variedades de abonos químicos, que se denominan según sus componentes principales: nitrógeno, fósforo y potasio (NPK). Así, existen abonos nitrogenados, fosfatados y potásicos. También hay abonos compuestos, formados por dos o más nutrientes principales (nitrógeno, fósforo y potasio), además de alguno de los cuatro nutrientes secundarios (calcio, magnesio, sodio y azufre) o de los micronutrientes (boro, cobalto, cobre, hierro, manganeso, molibdeno y zinc), esenciales para el crecimiento de las plantas.

No todas las plantas necesitan la misma composición, ya que las de hoja verde necesitan un abono rico en nitrógeno, las de flores y frutos requieren una composición rica en fósforo y potasio y las acidófilas (plantas que necesitan un suelo ácido para vivir, como la azalea) precisan un compuesto rico en potasio, además de hierro. En el envase del abono, además de indicar para qué tipo de planta es idóneo, el fabricante nos apunta el porcentaje de cada elemento de su composición química.

También hay una gran variedad de presentaciones: en polvo, en pastilla, granulado, en barritas, líquido, líquido foliar… Los más habituales son el abono sólido y el abono líquido.

¿Cómo se aplica el abono sólido?

La planta asimila este tipo de abono lentamente. Se debe aplicar después del riego y como máximo una vez al mes. Para saber la cantidad a suministrar, seguiremos las indicaciones del envase. Sin embargo, este tipo de abono no es aconsejable para las plantas de interior, porque en ellas casi siempre procuraremos mantener la tierra húmeda y esto provoca que el abono se deshaga antes de tiempo.

¿Cómo se aplica el abono líquido?

Este tipo de abono, que se asimila de inmediato, es sin duda el más adecuado para las plantas de interior. Para aplicarlo, debemos seguir escrupulosamente los consejos del fabricante. Diluiremos el producto en el agua de riego las veces que sea necesario y si nos aconsejan verter una sola dosis, así lo haremos, pues si nos pasamos podríamos provocar quemaduras en la planta. En el momento de abonar, el sustrato siempre debe estar húmedo. No aplicaremos jamás el abono sin diluir sobre la tierra seca, puesto que corremos el riesgo de quemar las raíces y, si así fuera, la planta ya no se recuperaría.

En la mayoría de los casos, para las plantas de interior, no es necesario comprar un abono específico. Bastará con adquirir uno para hoja verde, rico en nitrógeno, que servirá para todas las plantas sin floración, y otro específico, rico en fósforo y potasio, para las plantas de flor —incluidas las orquídeas—. Tampoco es necesario abonar en cada riego. Durante los meses de agosto y de diciembre las plantas descansan, por lo que no es necesario abonarlas.

Los abonos orgánicos

El abono orgánico es de procedencia animal o vegetal, y principalmente procede de los excrementos de animales —caballo, vaca, conejo, pingüino, gaviota, lombrices, etc.—. Habitualmente son conocidos como estiércol, guano o humus. Para las plantas de interior utilizaremos, preferentemente, el guano, porque los demás suelen desprender olores desagradables.

Abonos caseros, sencillos y económicos

Tenemos en casa mil y una oportunidades de conseguir abonos orgánicos, utilizando los residuos que producimos habitualmente:

 La tierra de las plantas de interior se enriquece enormemente si la mezclamos con cáscaras de huevo machacadas. Son poderosos fertilizantes naturales, ricos en calcio y, además, muy baratos.

 El té es también un formidable abono: al menos una vez al año, podemos esparcir el contenido de una bolsita por planta mediana sobre la tierra. Además de los nutrientes que le proporciona, la planta también se beneficia del aporte de materia orgánica que representa el contenido de cada bolsa.

 Otros abonos sorprendentes son las sobras del desayuno —leche, café con leche, cacao e infusiones—, que representan, en pequeñas cantidades, un gran aporte vitamínico para las plantas. Los podemos verter directamente sobre la tierra, pero sin pasarnos.

 Es posible decir, por una vez, que el tabaco es beneficioso (para las plantas): cada tres meses, aproximadamente, podemos esparcir el contenido de dos cigarrillos sobre la tierra de cada maceta. Esto dará fortaleza a nuestras plantas. La ceniza del tabaco es también un formidable abono, si se utiliza con moderación (el exceso puede ser perjudicial).

RECUERDE QUE…

Las plantas necesitan alimentarse a menudo. El sustrato suele contener todos los minerales que necesitan, pero en la mayoría de los casos estos minerales se encuentran de forma sólida y la planta solo los puede asimilar en su forma soluble. Por ello debemos suministrarle el nutriente en forma de abono, preferentemente en su presentación líquida. Lo añadiremos al agua de riego de forma asidua (cada dos riegos), sobre todo en época de crecimiento (primavera y verano).

El cuidado de las plantas de interior

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