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1.2 Soy mucho más importante que los demás

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Serían aquellos que en los escritos clásicos sobre habilidades sociales y asertividad han sido llamados agresivos. Y se lo merecen. Su forma de pensar sobre cómo interactuar socialmente está muy clara: ellos van primero. Están convencidos de que su punto de vista es el mejor, les cuesta empatizar con otras opiniones y no están dispuestos a ceder ni un ápice a favor de los demás. Es una postura ciertamente egocéntrica, y no es raro que estos individuos tengan un fuerte componente narcisista y que su autoestima sea muy alta.

En términos emocionales, y siempre dentro del área social, el sentimiento que más predomina es el enfado. Cualquier punto de vista diferente, crítica o sugerencia tiende a interpretarse como un ataque personal, lo que inevitablemente activa el enfado y, a menudo, el comportamiento agresivo.

Su conducta es excesiva. Su forma de hablar es brusca, con un volumen alto y un ritmo rápido. El contacto visual es constante, pueden acortar la distancia personal y los gestos son más enérgicos. Sus palabras pueden ser descalificativas, amenazantes, manipuladoras, irónicas o incluso insultantes.

Resulta impactante comprobar que este estilo agresivo de enfocar las relaciones sociales es altamente eficaz en términos de consecución de objetivos prácticos. No es raro encontrar personas con este patrón comportamental que ocupan cargos de poder o que han conseguido importantes logros materiales y profesionales. Eso sí, a costa de sacrificar el número y la calidad de las relaciones personales: afectividad, amistad, confianza o apoyo.

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