Читать книгу El escalón - Carmen Suero - Страница 11
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ОглавлениеSentía el fresco de esa noche de abril, precisamente día 21; hacía siete años justos de aquella primera entrevista.
Me arropé bien con la manta y seguí dormitando, sentada sobre el cojín, apoyada con la almohada en la pared, en estado semiinconsciente, casi de embriaguez, tal vez por la falta de alimento. Los recuerdos venían a su antojo y yo no los vedaba, dejaba paso a todos, incluso a los aparentemente nimios y faltos de valor.
«Yo siempre estaré», me dijo en una conversación al año siguiente de aquella primera visita, «puedes contar conmigo siempre, pase lo que pase».
Cuántas cosas decimos en un momento dado que luego pierden su valor. No es que mintamos, en ese instante lo sentimos así, pero no hay nada estático en esta vida, todo es cambiante, todo está en un movimiento continuo en el que nos balanceamos intentando no caer.
Observé sus manos, sus uñas estaban descuidadas, sucias, y supe que yo no le interesaba demasiado como mujer. Me contaba lo mal que se sentía, y entendí que yo no era nadie que le diera bienestar y alegría, solo un ser que le escuchaba, sin esperar nada a cambio. ¿Quién podría valorar algo así?
«Mi vida es muy diferente ahora, creo que es mejor dejarlo aquí, cuídate mucho, un beso y hasta siempre». Así se despidió cuatro años después de conocernos, cuando ya hacía dos que nuestro contacto era solo por escrito.
«Hasta siempre», vaya manera de despedirse, solo es una forma amable de decir «hasta nunca», pero ni el «siempre» ni el «nunca» existen, solo existe el hoy, y cada hoy nos puede sorprender con lo nunca imaginado.
Una de las cosas que he aprendido, y quizá de las más relevantes, es que al final de todas las cuentas solo nos tenemos a nosotros mismos. Por eso es tan importante encontrarnos, encontrar nuestro verdadero ser, liberarlo de imposiciones, culpas y miedos, y mantenerlo junto a nosotros siempre, no renegar nunca de él, defenderlo por encima de todo, incluso en aquellas situaciones donde los juicios externos solo nos dejen un lugar indeseable para el mundo.
Lo verdadero persiste. Pensé en mi amiga de la infancia; tantos años sin vernos y cuando por fin nos reencontramos, pareció que hubiera sido ayer el último día que hablamos.
Seguro que si pudiera comunicarme con ella, tardaría nada en hacer lo posible por sacarme de allí. Seguro que si ella supiera de mi situación, haría lo que fuera para ayudarme. Sin embargo, hacía ya otra vez varios años que no nos veíamos, que poco o nada sabíamos la una de la otra, y, a pesar de todo, yo sabía que ella estaba. ¿No es extraño?, separadas en lo común, pero unidas en lo esencial, sin importar el tiempo cronológico, como un texto siempre dispuesto a continuar. Algo así había pasado con Nir, solo que Nir decidió poner el punto final.