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ОглавлениеEl poder de la música - 26 de enero
Sublime gracia - I
“Nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados!” (Efe. 2:5, NVI).
John Newton nació en 1725 en Londres. Su mamá murió antes de que él cumpliese siete años. Creció sin una formación religiosa sólida. Su padre, un duro capitán de barco, se lo llevó con él al mar cuando tenía once años. Después de muchos viajes y una juventud en el alcoholismo, Newton entró a las fuerzas navales inglesas. Intentó desertar, pero lo azotaron 96 veces y lo sublevaron.
Sirvió por muchos años en un barco de esclavos. Cuando estaba volviendo a su hogar, el barco quedó atrapado en una horrible tormenta cerca de la costa de Irlanda y casi naufragó. Newton oró a Dios y el cargamento se salvó milagrosamente. Tomó esto como una señal de que el Todopoderoso estaba con él y marcó ese día como el de su conversión al cristianismo. No cambió radicalmente su estilo de vida; su transformación fue más gradual. Comenzó a leer la Biblia y comenzó a ver a los esclavos con más simpatía.
Siguió con el tráfico de esclavos unos años, pero luego se retiró para estudiar teología. Fue ordenado como sacerdote anglicano y escribió 280 himnos para acompañar sus servicios. “Sublime gracia” fue escrito en 1772. Él publicó un artículo al renunciar a su cargo de barquero de esclavos. Mencionó que ese siempre sería un tema que lo haría temblar, pero la gracia de Dios era un tema del que siempre cantaría.
Se han hecho muchísimas versiones e interpretaciones de este himno. Te invito a que busques algunas y las escuches, meditando en la letra.
Tu historia seguramente es muy diferente a la de Newton, pero quizá hoy puedes pensar en momentos en que la gracia de Dios se manifestó en tu vida.
El apóstol Juan, conocido como “hijo del trueno”, también vivió una transformación. “Semejante transformación de carácter como la observada en la vida de Juan, es siempre resultado de la comunión con Cristo. Pueden existir defectos notables en el carácter de una persona, pero cuando llega a ser un verdadero discípulo de Cristo, el poder de la gracia divina le transforma y santifica. Contemplando como por un espejo la gloria del Señor, es transformado de gloria en gloria, hasta que llega a asemejarse a Aquel a quien adora” (Los hechos de los apóstoles, p. 461).
¡Sublime gracia!