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Encuentros con Jesús - 5 de febrero

Un amague de amor

“Llegaron a la aldea adonde iban, y él hizo como que iba más lejos” (Luc. 24:28).

Dos personajes que los lectores de los evangelios probablemente no identificamos con los seguidores habituales de Jesús en las narraciones previas recorrían los doce kilómetros entre Emaús y Jerusalén.

Hay muchas similitudes en la historia de estos personajes y la nuestra. Muchas veces caminamos tristes, con ojos cargados de lágrimas y manos cargadas de decepción. Muchas veces no somos los protagonistas de grandes eventos que quedan registrados.

Parecemos, como estos hombres, personajes secundarios. Pero siempre hay “doce kilómetros” que Dios puede usar para despertarnos y recordarnos las verdades que están en su Palabra.

Cada día, él se dispone a hacer esa caminata con nosotros, incluso cuando, como aquellos discípulos, caminamos alejándonos de él. Nos hace preguntas para que reflexionemos y nos demos cuenta de que aquel que estamos esperando está en realidad a nuestro lado.

Con nuestras palabras, muchas veces, sin darnos cuenta, damos evidencia de que realmente las cosas se están cumpliendo como debían cumplirse, y aun así permanecemos sorprendidos y chasqueados como si no conociéramos a nuestro Salvador.

Estos hombres habían escuchado el testimonio de las mujeres que habían ido al sepulcro, pero nada parecía alcanzar.

¿Hasta dónde le exigimos evidencias a nuestra razón?

Jesús, con amor pero firmeza en su voz, los reprendió, y más adelante amagó con irse.

“Si los discípulos no hubiesen insistido en su invitación, no habrían sabido que su compañero de viaje era el Señor resucitado. Cristo nunca impone su compañía a nadie. Se interesa en quienes lo necesitan. Gustosamente entrará en el hogar más humilde y alegrará el corazón más sencillo. Pero si los hombres son demasiado indiferentes para pensar en el Huésped celestial o pedirle que more con ellos, pasa de largo. Así muchos sufren una gran pérdida. No conocen a Cristo más de lo que lo conocieron los discípulos mientras caminaban con él por el camino” (El Deseado de todas las gentes, p. 741).

Hoy nos da doce kilómetros para que en su presencia podamos recordar quién es, para que nuestro corazón arda, para que lo invitemos a permanecer con nosotros un rato más y luego salgamos corriendo, sin importar las distancias, a contar que él está vivo. No demos ocasión a que pase de largo.

Hoy camino con Dios

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