Читать книгу A esta hora de la noche - Cecilia Fanti - Страница 11

Decisión

Оглавление

La primera vez que acompañé a una amiga a abortar tenía veintiún años. Me había dicho: tengo un problema, después de tomar un chupito de whisky tiradas en su cama, mirando un capítulo de Friends, un viernes a la noche. En esa temporada, Rachel se entera de que está embarazada y decide ser madre soltera porque es una mujer profesional, plena y decidida. Nada parecido a la Rachel de la primera temporada, que no sabe servir café ni contener su superficialidad. Nada parecido a mi amiga. Está pálida y me asegura que tomó mal las pastillas, sin intención, en la distensión de las vacaciones. Y ahora esto. Su novio no sabe nada y así es mejor. No lo quiero, me dice. Se refiere al embarazo, y quizás también a su novio, pero por ahora decidimos no hablar de él. Laura va hasta el baño y agarra el Evatest para mostrármelo pero, en cambio, llora sentada en el inodoro mientras lo mira como si la química de ese baño de lágrimas pudiera cambiar el resultado.

Laura vive sola. Es mi primera amiga que paga alquiler, servicios, impuestos. Su papá está muerto y su mamá está loca. Tiene trabajo pero no tiene plata. Le pregunto cuántos días de atraso tiene. Me dice que cree que este ya es el segundo mes que no le viene pero que en realidad no sabe. Pensó que el atraso era por haber tomado mal las pastillas, algo que se desencajó en su cuerpo.

Bajo el volumen de la tele y la dejo sola. Laura llora y tiembla. Tiene miedo. Toma otro chupito y me dice que no va a poder con esto. La escucho mientras, en el living, rastreo en mi teléfono el contacto que ya ha circulado en nuestro grupo de amigas. Una vez, dos veces, varias veces. Lo tengo agendado como Consultorio A pero nunca llamé. Le anoto el número en su teléfono, le digo que tiene que llamar el lunes antes de las 15. Que no tiene que decir nada, solo necesita hacer una consulta con el doctor. Ella asiente y me pregunta si voy a acompañarla.

El turno es pocos días después. El novio de Laura ya sabe del embarazo, ya sabe de la decisión y aclaró que pagaría por el aborto. Laura me lo dice aliviada, no le importa que no la acompañe, que le dé cosa, que sienta que no puede. El consultorio queda enfrente de un sanatorio céntrico, en un edificio estilo francés con ascensor tijera y botonera brillante. Una enfermera vestida con ambo verde, que hace a la vez de recepcionista, nos abre la puerta y entramos a una sala de techos altísimos y paredes blancas. El barniz de las aberturas brilla. Los sillones forman un cuadrado en el que estamos nosotras, una mamá con su hija adolescente y una pareja que no se mira. Todo es prolijo, sobrio, preciso. Susurrado y tenue. Me siento de espaldas a la ventana y escucho a la enfermera llamar a Laura y hacerle una serie de preguntas de rutina: fecha de última menstruación, síntomas, otros antecedentes clínicos, alergias. El doctor va a verla en unos minutos. Pero antes tiene que abonar los estudios, los honorarios del doctor y el procedimiento. Laura saca de su cartera el equivalente a cinco sueldos suyos y se lo entrega. La enfermera la hace pasar y después me llama a mí, me indica una serie de compras que tengo que hacer: antibióticos, analgésicos y apósitos. Cuando vuelvo de la farmacia, Laura está sentada en el sillón con una ecografía en la mano. Diez semanas, me dice, con el papel estrujado. Le digo que todo va a estar bien. Laura mira la puerta que lleva al consultorio-quirófano y después me mira a mí. Sonríe y se levanta. Vas a estar bien, le digo. La enfermera cierra la puerta y me dice que cuando Laura despierte del procedimiento me van a llamar para que la vea. Antes de irnos, nos van a dar una lista de cuidados y pautas. Como no dejo de mirarla, me dice que no tengo que preocuparme. Ellos hacen esto todo el tiempo. La rutina.

Hojeo revistas de espera hasta que me llaman y veo a mi amiga en una camilla, desperezándose, con la boca seca, una única pregunta y todavía ningún dolor: ¿listo?

La voz de Laura suena diferente, lejana. La enfermera entra en este pasillo devenido sala de recuperación y me dice que ella no quiere apurarnos pero tendríamos que irnos del consultorio en breve. Laura tiene que tener cuidado cuando se incorpore. Las piernas pueden temblarle y caerse. Los mareos pueden durarle. No tiene que hacer una dieta especial. Tampoco ningún esfuerzo. Tiene que controlar las pérdidas.

El taxi, mejor, lo toman en la esquina.

A esta hora de la noche

Подняться наверх